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miércoles, 30 de septiembre de 2009

La seguridad en los transportes del Temple



El Temple había conseguido asegurar la posesión de sus bienes y habían organizado el cultivo de sus tierras, la cría de ganado, el artesanado y otras actividades. Sin embargo, desde el comienzo los templarios habían visto igualmente con claridad que los bienes creaban tanta más riqueza cuanto más rápidamente circulaban. Sobretodo, tenían que mandar a Palestina la mayor parte de sus remanentes occidentales, ya se tratase de reavituallamiento, de equipamiento o de dinero en metálico.

Antes de las cruzadas, el Mediterráneo era surcado por los navíos de los comerciantes italianos. Pese a las numerosas prohibiciones formuladas y renovadas por el Papa, no dudaban en comerciar con los infieles e incluso en entregarles armas. En nuestros días sabemos perfectamente que el interés general y el sentido patriótico son nociones ajenas al mundo de los mercaderes. No obstante, este tipo de intercambios se volvió mucho más difícil de realizar una vez los cruzados in situ. El tejemaneje se notaba en exceso. Los mercaderes no tardaron en consolarse cuando vieron que las necesidades de importación de los cruzados iban a ser enormes. Había que asegurar la intendencia de este ejército, proporcionarle cereales, indumentaria, armamento, caballos, madera (muy rara en Oriente). De vuelta, los navíos partían con sus bodegas llenas de telas de algodón y de especias. Occidente descubría los productos orientales y la moda no iba a tardar en difundirlos.

La implicación del Imperio bizantino en el conflicto provocó igualmente un desarrollo del comercio en el mar Negro y en el mar Egeo.

Los templarios no podían desinteresarse de este comercio. Hacían en cada una de sus encomiendas, con ese sentido de la organización que les caracterizaba, la relación precisa de los excedentes producidos. Una centralización de la información era realizada en cada provincia de la Orden a fin de organizar de la manera más racional posible el envío de los géneros hacia Oriente. El resto de los excedentes era ya almacenado, ya vendido y los beneficios financieros resultantes de ello eran en parte exportados también a fin de asegurar el pago de los gastos que debían hacerse al momento, en Tierra Santa. Las necesidades en dinero contante y sonante eran considerables. Citemos a modo de ejemplo la construcción de la fortaleza de Jafet. Les costó 11.000 besantes sarracenos a los templarios y tuvieron que gastar otros 40.000 por año para su mantenimiento. Cada día tenían que dar de comer a 1.800 personas, e incluso a 2.200 en tiempos de guerra. Cada año había que mandar la carga de 12.000 mulos de cebada y trigo candeal sin contar todas las demás vituallas. La guarnición incluía cincuenta frailes caballeros, treinta pajes, cincuenta turcópolos, trescientos balisteros, ochocientos veinte escuderos y hombres de armas diversos y cuarenta esclavos, todos ellos alimentados, albergados y equipados a cargo de la Orden del Temple. Y casi todo llegaba de Occidente. Los templarios organizaban por sí mismos los traslados merced a su flota, sobre cuyo papel volveremos más adelante. Aprovechando la ocasión, mandaban igualmente hacia Palestina bienes por cuenta de terceros.

Castillo del Krak de los Caballeros (Siria).

La importancia de todos estos traslados requería no sólo transportes marítimos sino también el envío de cantidades considerables de mercancía en dirección a los puertos. Por tanto, había que asegurar la protección de las rutas y del comercio en general y aunque la, por así llamarla, misión de origen tocante a la protección de las rutas de Palestina no fuera sin duda más que una tapadera, en cambio los templarios asumieron realmente esta tarea en Occidente. Habían de proteger y favorecer el comercio y por tal motivo tenían que conseguir que las mercancías circularan rápidamente y sin riesgos.

Esto fue el origen de lo que podríamos llamar las rutas templarias. Organizaron, en efecto, unos puntos de vigilancia regulares en los caminos importantes. Se las arreglaron para instalar alberguerías a todo lo largo de las vías comerciales, estando cada una de ellas a una distancia de la siguiente de aproximadamente una jornada de camino. Esto permitía a los viajeros dormir cada noche al amparo de todo ataque, tanto ellos como sus bienes. Además, unos frailes de la Orden patrullaban por dichas vías a fin de disuadir a eventuales salteadores y, en caso de agresión, no estaban nunca muy lejos y podían, por tanto, lanzarse en persecución de los malhechores. Cuando no había alberguería, los templarios organizaban un campamento protegido cerca de un pozo que permitía vivaquear.

En los ejes más importantes a los ojos de la Orden, las postas templarias estaban más cerca aún las unas de las otras. Los puntos estratégicos y los pasos peligrosos eran guardados por unos castillos o lugares fortificados como el Castillo Peregrino, el Krak de los Caballeros o el Vado de Jacob en Tierra Santa. Lo que era cierto por causa de la guerra en Oriente, lo era no menos por razones de seguridad comercial en Occidente. Encontramos numerosísimos ejemplos de ello. Así, entre Payns y Coulours, en Yvonne, los templarios poseían una alberguería o una hacienda de media cada ocho kilómetros, guardando en particular los vados o los pasos peligrosos. Para conseguir esto, tuvieron que proceder a menudo a compras o permutas de tierras, lo que demuestra, si es que fuera necesario, que ello obedecía a una política deliberada. De este modo, el viajero se encontraba permanentemente en las tierras de la milicia o en su zona de influencia y de vigilancia.

martes, 29 de septiembre de 2009

Festividad de los Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael

Hoy celebramos la fiesta de los tres Arcángeles que nombra la Sagrada Escritura.
La palabra Arcángel proviene de dos palabras. Arc = el principal. Y ángel; es decir "el principal entre los ángeles”. Arcángel es como un jefe de los ángeles, y cada uno de estos tres Arcángeles tiene una misión encomendada para el bien de la humanidad.

Deseamos que os guste.

San Miguel.

Este nombre significa: "¿Quién como Dios? O: "Nadie es como Dios".
A San Miguel lo nombre tres veces la Sagrada Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de Daniel a donde se dice: "Al final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror eterno".
En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo siguiente: "Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo".
En la Carta de San Judas Tadeo se dice: "El Arcángel San Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: ‘Que te castigue el Señor’".
Por eso a San Miguel lo pintan atacando a la serpiente infernal.
La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales. Y él cuando lo invocamos llega a defendernos, con el gran poder que Dios le ha concedido. Muchos creen que él sea el jefe de los ejércitos celestiales.

San Gabriel.

Su nombre significa: "Dios es mi protector".
A este Arcángel se le nombra varias veces en la S. Biblia. Él fue el que le anunció al profeta Daniel el tiempo en el que iba a llegar el Redentor. Dice así el profeta: "Se me apareció Gabriel de parte de Dios y me dijo: dentro de setenta semanas de años (o sea 490 años) aparecerá el Santo de los Santos" (Dan. 9).
Al Arcángel San Gabriel se le confió la misión más alta que jamás se le haya confiado a criatura alguna: anunciar la encarnación del Hijo de Dios. Por eso se le venera mucho desde la antigüedad.
Su carta de presentación cuando se le apareció a Zacarías para anunciarle que iba a tener por hijo a Juan Bautista fue esta: "Yo soy Gabriel, el que está en la presencia de Dios" (Luc. 1, 19).

San Lucas dice: "Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, a una virgen llamada María, y llegando junto a ella, le dijo: ‘Salve María, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella se turbó al oír aquel saludo, pero el ángel le dijo: ‘No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios. Vas a concebir un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será Hijo del Altísimo y su Reino no tendrá fin’".
San Gabriel es el patrono de las comunicaciones y de los comunicadores, porque trajo al mundo la más bella noticia: que el Hijo de Dios se hacía hombre.

San Rafael.

Su nombre significa: "Medicina de Dios" y fue el arcángel enviado por Dios para quitarle la ceguera a Tobías y acompañar al hijo de éste en un larguísimo y peligroso viaje y conseguirle una santa esposa.
Su interesante historia está narrada en el día 7 de febrero. San Rafael es muy invocado para alejar enfermedades y lograr terminar felizmente los viajes.

lunes, 28 de septiembre de 2009

La organización de las encomiendas


Todas estas donaciones provocaron muchos celos. Hemos visto que el testamento del rey de Aragón fue impugnado; aquí y allá algunos particulares se consideraron perjudicados, otras órdenes religiosas incluso protestaron, pues, a medida que se acrecentaba el entusiasmo por el Temple, veían disminuir las donaciones que se les hacían a ellos. Por una especie de misterioso equilibrio inherente a la naturaleza humana, cuantos más amigos tenían los templarios, más celos y enemistades despertaban. En numerosas ocasiones, obispos e incluso la Santa Sede tuvieron que intervenir para solucionar los litigios. Así, en el caso de la capilla de Obstal, los templarios habían obtenido que las limosnas que se hicieran en dicho lugar durante los tres días de las Rogativas y los cinco subsiguientes pertenecieran a la Orden, siendo beneficiarios de ellas los canónigos de Saint-Martin d’Ypres el resto del año. Tuvo que intervenir el arzobispo de Reims y los obispos de Chartres, Soissons, Laon, Arras, Mons y Châlons, e incluso una confirmación pontificia para hacer posible esta disposición.

Encomienda de Santa Magdalena, de Palau-Solità (Barcelona)

Sea como fuere, la multitud y la diversidad de estos presentes pronto exigió por parte de los templarios grandes aptitudes para su administración y organización. Eligieron como célula base de su desarrollo la encomienda. De hecho, aunque su creación dependió la mayoría de las veces del azar y se hizo realidad en función de las oportunidades, su desarrollo respondió a unos criterios racionales.

La organización de estas encomiendas occidentales fue bajo todos los conceptos notable. Reunieron, según las regiones, cultivos, prados, viñedos, fuentes, ríos, estanques, edificios diversos, rentas, derechos. En la medida de lo posible, los templarios trataron de crear una estructuración eficaz de las regiones en las que estaban bien implantados. Asimismo se dedicaron a echar mano de algunos lugares reputados por haber albergado cultos antiguos y que tenían fama de poseer poderes especiales. Siempre que tuvieron oportunidad de hacerlo, teniendo la cabeza sobre los hombros, trataron igualmente de asegurarse rentas regulares más que aleatorias. Transformaron cada vez que les fue posible los derechos y porcentajes que habían recibido en cánones fijos. Lo cierto es que cada día de mantenimiento de su ejército de Oriente les costaba extremadamente caro y éste tenía que estar asegurado a toda costa. No podían permitirse estar a merced de una mala cosecha. Fue también por dicho motivo por lo que crearon un poco por doquier silos, comprando y almacenando cereal los años de gran producción y revendiéndolo, más caro por supuesto, pero a un precio que seguía siendo muy razonable, cuando había una mala cosecha. Resultado: unos beneficios cómodos para la Orden, pero también una ausencia total de hambruna en las regiones en las que la Orden estaba implantada; y ello durante los dos siglos de su existencia.

Para racionalizar la explotación de sus tierras y derechos y maximizar su rendimiento, el Temple no podía satisfacerse con las donaciones que se le hacían. Administrar tierras dispersas no hubiera sido mi muy práctico ni muy económico. La Orden inventó, así pues, la concentración parcelaria. Completó sus posesiones mediante una política de compras y permutas, tratando de formar conjuntos coherentes para la explotación. Si existían derechos detentados por terceros en las tierras o los bienes que les habían sido donados, intentaba siempre recomprar dichos derechos de manera que se poseyera un máximo de bienes libres de toda carga. En cuanto a las tierras más aisladas o las de menor interés que no se integraban en el seno de una explotación racional, no dudó en desembarazarse de ellas, ya mediante permuta, ya concediendo la administración de las mismas.

La finalidad era siempre en los primeros tiempos permitir a la encomienda vivir autárquicamente, luego desprenderse de la mayor cantidad posible de remanentes, de manera que sirvieran para financiar el esfuerzo de guerra en Oriente.

El poderío de la Orden inquietaba a más de uno y no era raro que se tratara de desanimar a la gente a fin de que no cedieran sus bienes al Temple. Los monjes soldados no dudaban, para conseguir sus fines, en recurrir a la astucia. Empleaban intermediarios, verdaderos hombres de paja, para comprar los bienes que codiciaban para hacérselos revender acto seguido.

En realidad, los templarios no eran los únicos en practicar una verdadera política de bienes raíces. Sus amigos los cistercienses se les asemejaban en esto un tanto, pero ellos procedían de forma menos sistemática.

Los templarios habían tenido conciencia desde el comienzo de la importancia de los intercambios comerciales para el desarrollo económico. El empleo de estos términos puede parecer curioso, pues pertenece a un vocabulario moderno. Sin embargo, a pesar de las diferencias de época, resultaban adecuados, en la medida en que la Orden del Temple se comportó exactamente de la misma forma que las multinacionales actuales.

El reclutamiento había sido rápido, pero todos cuantos deseaban comprometerse no estaban siempre preparados para hacer de soldados de élite. Había entre ellos burgueses y campesinos a los que se hacía raramente caballeros y luego había también que “reciclar” a los heridos que no podían ya luchar. Lo más frecuente era destinarlos a las encomiendas occidentales donde se utilizó de la mejor forma posible los conocimientos y competencias de cada uno de ellos. Se encargaron de los cultivos, de la roturación, del comercio. Había pocos hombres de armas en estas encomiendas, por regla general únicamente dos o tres caballeros y en ocasiones algunos pajes de armas, sobre todo encargados de la policía, es decir, de la protección de las casas del Temple y de las rutas utilizadas por su comercio.

Fuera del Maestre y de algunos caballeros, la encomienda albergaba generalmente un limosnero, un enfermero, un ecónomo, un recaudador de los derechos debidos al Temple, algunos artesanos “frailes de oficio”, dirigidos por un mariscal, un fraile responsable de la ventad de los productos, un capellán y un clérigo más concretamente encargado del correo y del equivalente a las actas notariales de hoy. A ello hay que añadir el servicio doméstico y artesanos laicos que formaban la mesnada, la “gente” del Temple. Este personal doméstico era muy numeroso. Así, en Baugy, en la región de Calvados, incluía un pastor, un boyero, un porquerizo, un guardián de aves de corral, un forestal, dos porteros y seis labradores. Por supuesto, la composición de estos grupos dependía de la explotaciones y de la importancia de las tierras poseídas, puesto que a veces los templarios tenían que administrar superficies grandes como un semi-departamento, con haciendas diseminadas, aldeas fortificadas, capillas múltiples que había que servir, etc.

El trabajo de los monjes cistercienses, fue recogido por los templarios para sus encomiendas.

En la administración de los bienes de la Orden, el ecónomo o recaudador podía estar ayudado en su labor por un lugarteniente o por un cillerero.

Aunque los templarios sabían emplear métodos racionales, ello no era óbice para que no se mostraran pragmáticos y no se adaptaran a las costumbres locales. Esto era tanto más necesario cuanto que empleaban una mano de obra instalada in situ: villanos o siervos. Estos últimos les pertenecían a menudo como consecuencia de donaciones o de herencias. Aunque algunos de estos siervos fueron libertados por los templarios, ello no fue por razones humanitarias. En efecto, los frailes de la Orden poseyeron incluso esclavos sin que ello les creara ningún cargo de conciencia. Llegaban a comprarlos y venderlos. Eran por lo general prisioneros moros. En Aragón, cada encomienda utilizaba una media de veinte esclavos. De hecho, los templarios se plegaban a las normas de la región, sabiendo perfectamente que una política en exceso liberal de manumisión, por ejemplo, hubiera podido enajenarles a una nobleza que no habría deseado seguirles en este terreno y habría temido el mal ejemplo de tales medidas. Así pues, no utilizaban a villanos más que allí donde esto no planteaba ningún problema, pero, cuando las condiciones se prestaban a ello, no dudaban en libertar a sus siervos, ya que se habían dado cuenta de que los hombres libres producían considerablemente más que los que no lo eran.

Enseñaban a menudo a sus campesinos nuevos métodos de explotación y, al no querer perder esta inversión en formación, como dirían los economistas modernos, les hacían firmar a veces contratos que les obligaban a emplearse en la explotación para realizar trabajos de mejora. A partir de entonces, el villano no sentían ninguna tentación de partir, queriendo recuperar los frutos de sus esfuerzos. Por este medio, el Temple conseguía trabajadores estables al tiempo que organizaba un sistema de inversión permanente que fue una fuente importante de progreso para la agricultura de la época.

A los campesinos menos afortunados se les confiaban tierras en arriendo o en alquiler. A veces, en las regiones insuficientemente pobladas, encontraban dificultades para asegurar la explotación de los lugares. Entonces tenían que atraer allí a cultivadores ofreciéndoles ventajas especiales. Esto fue particularmente cierto en la península Ibérica, a propósito de tierras reconquistadas a los árabes. Llegaron incluso entonces a llamar a musulmanes para que cultivasen y revalorizasen los lugares bajo ciertas condiciones de sumisión. Así, en Villastar, en la frontera del reino de Valencia, pidieron a los moros expulsados por la reconquista cristiana que regresaran. A este fin, en 1267, les concedieron una carta, o documento, les eximían del pago de rentas y cánones durante cierto tiempo, exigían de ellos una estricta neutralidad militar y les pedían que juraran fidelidad a la Orden del Temple. ¡Qué ejemplo de política realista en una época que se cree a veces completamente sujeta a un ideal religioso!

Las encomiendas fueron realmente centros de producción importantes y ejemplos tomados en el Mediodía y en el Norte de Francia lo demuestran perfectamente.

Los templarios de Richerenches habían organizado asimismo la explotación de los ríos y de los estanques próximos, lo cual les permitió extender sus pastizales, pero también dedicarse a la piscicultura. Aficionados al pescado y a menudo refinados gastrónomos, ayudaron a enriquecer la gastronomía europea.