Non nobis Domine,
gritaban los campos.
Non nobis sed nomini,
segaban las espadas.
Tuo da Gloriam,
alzaban las miradas
llorando la sangre
que las almas deslizaban.
¿Dónde hallaremos su Gloria?
se preguntaban los vivos;
y un reflejo de luz les condujo
hasta la entrada del Eterno Sepulcro.
Al abrir su puerta salió
un humilde aroma embriagador.
Hermanos, no busquemos más,
es aquí donde mora el Santo Amor.
RVR
Las personas, a veces, nos complicamos la vida en la búsqueda de sucedáneos para lograr una existencia mejor a la que llevamos, perdiendo de vista que lo realmente importante, lo que de verdad nos hará felices es el amor.
Allá donde hallemos ese amor de plenitud vivirá nuestro corazón.

¡Buen amanacer para todos!
ResponderEliminarLa estupidez germina, florece y se marchita en la supuesta normalidad de un campo fértil de apariencias. Por ejemplo, en el querer solucionar algo usando un instrumento virtual o fisico que genera una misma falla lógica constantemente en el resultado. Consecuente y coherentemente, esa realidad concretada será paranormal, es decir, la apariencia se interpone a lo que es, como lo que se cree que es el amor, la libertad y el respeto, reprimiendo la virtud.
Por lo cual, el amor existe y no existe al mismo tiempo cuando la persona desnaturalizada queda huérfana de su propia consciencia, situación que insta a buscar a Dios o a sí mismo, a un intermediario, en dónde las palabras amor, libertad y respeto surgen desde la carencia, mientras otras como represión, obediencia y tolerancia, para identificar la condición, un estado en donde la víctima puede convertirse en victimario. Ésta interferencia afecta a todas las formas de organización, relación e interacción, incluído el pensamiento, un hecho que se verifica en las crisis sociales o en las enfermedades físicas y mentales, sedimentos de una descomunicación producto de una intoxicación informativa.
Cada experto efectista tendrá una teoría y su matemáticas les dará la justa medida a su ignorancia en el intento de unir lo que ya está unido, el individuo y el colectivo, la consciencia y su escenario.
Si atendemos a la mecánica ostracísta, el olvido del origen como causa, es la confusión en la dispersión de los fragmentos. Sin embargo, cada partícula es un fractal que brinda siempre la revelación de lo oculto desde una consciencia superior que ve el panorama en dónde se aplica la inteligencia a su servicio.
La historia nos cuenta de asociaciones de reinados llamados imperios que se postularon ser dueños de la tierra bajo un amparo divino con la potestad de gobernar sobre las virtudes y los defectos de los pueblos(previamente conquistados) mediante ficciones fantásticas, legales y técnicas que constituyen un teatro de realidad, también paranormal. Según lo escrito, todo es perfecto, pero no desde el desarrollo evolutivo.
El adiestramiento se realiza con premios y castigos, pero el verdadero premio es no ser castigado y expulsado al olvido.
Los muros del control son el mal mayor y el menor, situación muy diferenciada del aprendizaje. No sólo importa el viaje, sino también el objetivo.
El cliente cree que elige a un presidente, sin embargo tampoco elige al rey o al Papa, ni al pastor o gerente, y menos al dueño de la tierra o empresa en dónde trabaja.
El contrato implícito es entre los que saben y mandan con los que ignoran y obedecen.
En la letra chica se lee que el objetivo es la dominación de las consciencias y el resguardo de sus propios intereses.
A raíz de éstos hechos, la realidad siempre se divide en dos, que beben de la misma fuente de leche de la mentira, y una de ellas aparenta ser la única y verdadera. Entre esos mundos surge el destello de la verdad que siempre está presente recreando la ilusión.
Creer en un saber o saber en qué creer, implica saber, sin embargo el conocimiento es sólo el inicio de la ampliación de los límites en dónde sólo importan los hechos.
Una palabra es un objeto holográfico que se convierte en un símbolo que aparenta ser la cosa real. Esa referencia es un contenedor, artefacto y vehículo de consciencia que conforma el plano interpretado de la realidad o memoria de las apariencias, que es lógicamente atemporal, característica útil que genera la insoportable eternidad desde un punto gravitatorio y provisorio de sentido, para redirigir la atención y así restablecer el orden armónico antes perdido. Por lo cual, una palabra, idea, sueño, creencia o saber, un sistema físico o virtual, son circuitos cerrados en dónde el inicio y fin se encuentran prestablecidos.
Un trauma es un circuito cerrado que genera un fantasma que vaga en la eternidad, sin dirección, propósito ni sentido, oculto en la oscuridad como la nave del misterio.