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jueves, 19 de febrero de 2009
Reliquias de Cristo: La Corona de espinas
La Corona permaneció en la Basílica del Monte Sión, en Jerusalén, hasta 1053, cuando fue llevada a Constantinopla. En 1238, el emperador bizantino Balduino II de Constantinopla la empeñó —junto con la punta de la lanza de Longinos— a raíz de un préstamo contraído con banqueros de Venecia. De común acuerdo con ese Emperador, San Luis IX, Rey de Francia, rescató la deuda y recibió en su país las dos preciosas reliquias, con todas las muestras de veneración.
El mismo rey, la reina madre, innumerables prelados y príncipes fueron a su encuentro cerca de la ciudad de Sens. San Luis y su hermano, Roberto d'Artois, las llevaron descalzos hasta la catedral de San Esteban, en esa misma ciudad.
Deseoso de albergar en un lugar digno reliquias tan inestimables, el rey santo hizo construir en París una verdadera joya de la arquitectura gótica: la Sainte Chapelle (Capilla Santa), una maravillosa iglesia de vidrieras que deslumbra a todo el que tenga la dicha de contemplarla.
Actualmente, la Corona de Espinas está en los Tesoros de la Catedral de Notre Dame de París.
En el Vaticano se encuentra tan sólo una de esas espinas.
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