Desde la encomienda de Barcelona
queremos continuar con el apartado dedicado a concienciarnos del peligro que
siempre acecha a la persona a través de las fuerzas del mal.
A través del padre Amorth, gracias a sus
experiencias en el mundo del exorcismo, podemos ser conscientes de que Satanás
nunca desfallece y acabará intentando “salirse con la suya”. Por ello hemos
seleccionado un nuevo texto de este archiconocido exorcista de su libro “Memorie
di un esorcista –La mia vita in lotta contro Satana-“.
Desde Temple Barcelona aconsejamos su lectura.
El discernimiento
El último caso que ha descrito me lleva
a pedirle que, en beneficio de nuestros lectores, profundice usted en el tema
de la capacidad de discernimiento, algo indispensable para todo exorcista que
se enfrente a un caso. ¿Es cierto lo que se dice del padre Candido, que sólo
mirando a una persona ya sabía si tenía un problema concreto?
Exacto.
El padre Candido poseía discernimiento. Tenía un don, un carisma del
discernimiento extraordinario. Tenga en cuenta que sólo recibía visitas por la
mañana, y nunca en domingo; aun así, había llegado a recibir a ochenta personas
en una sola mañana. Entraban de dos en dos, rezaba una oración muy breve y luego les decía: “Vuelva”, o “No
vuelva”. “Vuelva” significaba que había algo, “No vuelva” significaba que no
había nada demoníaco.
Incluso
lo sabía con sólo mirarle la cara a alguien. Le diré más: era capaz de hacer
diagnósticos a partir de fotografías, siempre y cuando se vieran bien los ojos,
porque a veces, en las fotos, los ojos no se apreciaban…Ya ve, hacía
diagnósticos sólo con fotos. Y curó a muchas personas que padecían tumores.
A
mí me ocurrió algo parecido. Traté a varias mujeres con quistes en los ovarios
que luego se curaron. Las tenían que operar, venían a verme para que las
exorcizara y me decían: “Padre, deme su bendición, me van a operar”. Yo les
practicaba un exorcismo normal y luego se iban a casa. Antes de la operación,
les hacían un último análisis, con un TAC, y ya no tenían nada. En estos casos
podemos hablar de plegaria de curación.
Yo
hago plegarias de curación y plegarias de liberación, e incluyo ambas en el
exorcismo, porque en el Evangelio también iban juntas. El Señor solía hacer
ambas cosas: curar enfermos y expulsar demonios. Y, como el Evangelio dice:
“Expulsad a los demonios y curad a los enfermos”, yo practico el exorcismo con
la intención de que la plegaria tenga también poderes curativos. Gracias a
Dios, hasta ahora no he tenido casos tan graves como los del padre Candido, que
llegó a curar enfermedades para las que no había esperanza.
El
padre Candido trató a personas que sufrían fuertes dolores de cabeza debidos a
tumores. Iban a verlo y, después de su oración de exorcismo, el tumor
desaparecía; no de forma inmediata, sino al cabo de unos días. Entonces, los
enfermos llamaban para contar lo ocurrido: “Esta noche me he curado”, o “Todos
los tratamientos y medicinas que me dieron no me han servido para nada. En cambio,
después de su bendición…”. En estos casos, aparte de la sintomatología médica,
quizá se hubiera producido una leve vejación.
A
diferencia del padre Candido, yo no estoy dotado de un carisma del
discernimiento especial; para evaluar un caso, tengo que practicar un exorcismo
de diagnóstico. Es decir, necesito ver la reacción al exorcismo y, después,
hacer un seguimiento del caso. A veces, los exorcismos no provocan reacciones
inmediatas, sino que los pacientes regresan a casa y mejoran al cabo de uno o
dos días. Me llaman para decírmelo, como si fuera algo extraordinario, y luego
vuelven. Practico más exorcismos y la mejoría empieza a ser inmediata, hasta
que el trastorno desaparece. En cambio, la primera vez que vienen observo su
reacción y, aparentemente, no ocurre nada. Sí, a veces se mueven y chillan,
pero algunos de ellos no experimentan una reacción seguida de un cambio. Más
adelante me dice: “Nadie podía quitarme ese mal. En cambio, después de su
bendición…”. Yo las llamo bendiciones para no asustar a nadie con la palabra
exorcismo, y son tan efectivas que el trastorno desparece. A veces, durante la
primera etapa, el efecto tiene una duración limitada. Me dicen: “Padre, después
de su bendición estuve bien un mes, pero ahora el mal ha vuelto”. Respondo:
“Pues vamos a repetirlo, quizá eso signifique que usted necesita una bendición
al mes”. La verdad es que cada caso es distinto.
Con
todo, puedo afirmar que la cabeza y el estómago son los dos puntos más
vulnerables, aunque el demonio ataca en todas partes: huesos, piernas, con
frecuencia en el útero o los genitales. A veces, los hombres dejan de tener
erecciones y, después de la bendición, vuelven a la normalidad.
Lo ideal sería practicar un exorcismo al día
Si
tuviera un solo paciente, lo ideal sería practicar un exorcismo al día. Si no,
al menos una vez a la semana; o sea, más de cincuenta exorcismos al año por
persona. Pero… mire usted mi calendario. Arriba anoto las visitas de la mañana,
abajo, las de la tarde. Aquí tiene, por ejemplo, el mes de diciembre, que no
fue uno de los más sobrecargados: todo lleno, incluido el día de Navidad.
En
cuanto a la duración del exorcismo, suelo tardar media hora, pero a veces no es
suficiente, porque hay que continuar hasta que la persona despierta. Si el paciente
cae en trance, debemos esperar a que recobre el sentido. Cuando vuelven en sí
están alegres, contentos, se sienten curados; pero no es así. Al cabo de unas
horas, o al día siguiente, vuelven a caer en lo mismo.
Recuerdo
un caso único, el exorcismo más largo que he hecho. Era un 8 de diciembre, un
día especial, dedicado a la Inmaculado
Concepción. El padre Candido exorcizó durante años a esa
señora y luego me la pasó a mí. Yo la veía una vez a la semana; ese día, otro
exorcista y yo le practicamos un exorcismo de cinco horas y media. Después, se
la veía tan liberada…Besos, abrazos, felicidad, estaba radiante. Sin embargo,
al cabo de una semana, volvía a estar como antes. Era un caso muy peculiar.
Tenía muchos demonios dentro, y el diablo había echado profundas raíces en
ella. No creo que esa señora, a la que el padre Candido había tratado mucho
tiempo y a la que seguí tratando yo, esté liberada ni siquiera ahora, con
sesenta años cumplidos. Ha mejorado, esos sí; puede hacerlo todo, llevar una
vida autónoma, es una buena esposa, tiene hijos, trabaja…
Al
principio, cuando fue a ver al padre Candido, sufría dolores en todas partes,
sobre todo en la cabeza, sin razón aparente. La habían visto muchos médicos y
ninguno encontraba una explicación. La mujer era víctima de unos maleficios; en
realidad, el origen del 90 por ciento de los casos son los maleficios. Una vez,
al llegar a su casa para exorcizarla (cuando estaba en Roma venía a mi
despacho, pero cuando yo iba a Capranica, el exorcismo se hacía en su casa; ese día yo estaba un poco
desmoralizado, aunque intentaba disimularlo), la señora me dijo: “Padre Amorth,
usted sabe que nosotros somos muchos hermanos, todos casados y con hijos.
Ninguno de nosotros rezaba, ninguno íbamos a misa. Desde que yo empecé a tener
problemas, todos van a misa, todos rezan juntos el rosario”. Entonces me dije:
“Señor, ahora comprendo por qué ha durado tanto tiempo”. El Señor consigue
grandes bienes espirituales a través de esos sufrimientos. He visto familias
alejadas de la religión que se han transformado por completo al tener un caso
de este tipo; de pronto, todos van a misa, oran, rezan el rosario, hacen
peregrinaciones…
No hay comentarios:
Publicar un comentario