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viernes, 26 de noviembre de 2010

Los templarios guardianes del diablo


Si en una de las anteriores entradas recientes la dedicamos a los poderes del baphomet, hoy queremos continuar con otro tema interesante que nos plantea el historiador y escritor francés Michel Lamy y que hemos recogido de su libro “La otra historia de los templarios”. En este mismo escrito nos habla de la hipotética misión que pudieron tener los templarios. Una misión que tenía que ver y estaba muy próxima al mismísimo diablo.

Desde la encomienda de Barcelona, deseamos que su lectura sea de vuestro agrado.

Las características mágicas atribuidas al baphomet han hecho pensar a algunos que los templarios practicaban cultos demoníacos. Nada más incierto que esto, aunque la bula de supresión de la Orden les acusa de haber elevado a los altares a Baal para iniciar y consagrar a los suyos a los ídolos y a los demonios. No se excluye en absoluto que algún grupúsculo, en el interior del Temple, tuviera algún comercio con el demonio y que asumiera riesgos abusivos a este respecto, pero ello ocurrió por unas razones muy concretas. Para comprenderlo, hay que remontarse a los orígenes, a la ocupación del Templo de Salomón.

Jerusalén está ligado a Monte Sión, siendo este nombre de Sión anterior a Israel. De origen cananeo, nos recuerda que ninguno de los nombres sagrados de estos lugares es realmente de origen judío, aunque ello nos extrañe, ni Sión, ni Jerusalén, ni Moriah.

Según Pierre Dumas, Sión debe vincularse a Saphon, al no diferir las dos palabras en hebreo más que en una sola letra. “El último término, que en hebreo designa el norte, es en primer lugar el nombre de la principal montaña sagrada de Canaán, montaña polar”. Ahora bien, ésta, verdadero centro del mundo, estaba consagrada a Baal. El dios se manifestaba allí en la tormenta y los rayos, en el templo que la diosa Anat le había construido en la cima de la montaña.

Sión aparece en este caso como una montaña cósmica, que tiene su cima en el cielo y su base profundamente anclada en el mundo subterráneo, como el Mashu (nombre que significa “los gemelos”) del mito babilónico, montaña sobre la cual Gilgamesh prosigue su búsqueda para llegar al Paraíso. Mashu es una montaña doble como las dos columnas del Templo de Salomón, y Gilgamesh pasa entre estas dos montañas-columnas como si franqueara una puerta en la entrada de los infiernos. De igual modo, la puerta puede abrirse en los cielos y Ezequiel asiste a la gloria de Yavé llegando al Templo por el pórtico que da a levante. Y estas puertas de Yavé eran las columnas del Templo.

Salomón hizo construir unos lugares de culto para unas divinidades “extranjeras”, como el templo de Kamosh, dios de Moab, en el Monte de los Olivos, o también unos templos a Astarté y a Milkom.

Una leyenda musulmana afirma que había obtenido de Dios meter a Iblis, el demonio, en prisión, encerrarle a cal y canto e impedirle actuar. Pero la tierra no daba ya fruto, el grano no germinaba ya, los árboles no crecían y reinó la hambruna. Salomón tuvo que decidirse a reclamar la liberación de Iblis. Conviene recordar en este momento las particularidades del baphomet que, al igual que Iblis, favorece la germinación.

Así, el Templo de Salomón aparece a través del mito como una puerta que establece una comunicación tanto con los cielos como con el mundo infernal. Esto se ve reforzado por la presencia del Arca de la Alianza, ella misma un medio privilegiado de comunicación con Dios, igual que el baphomet, según determinados testimonios de templarios.

Profundicemos un poco más en el e examen de posibles relaciones entre el Templo y el demonio. Sumerjámonos en la apasionante obra de Jean Robin consagrada a Set, el dios maldito. Nos recuerda que el mojón de un recinto sagrado era designado con el nombre de piedra de asilo, es decir, por un juego de palabras con las de “piedra de asno”, ese asno, animal del dios Set que era también Tifón.

Set, el dios rojo de cabeza de asno, dios de la violencia y de la tormenta (lo que le acerca a Baal), asesino de su hermano Osiris, era el que algunos autores árabes denominaban Agathodaïmon, la “buena serpiente”. Robin escribe:

“Set, en un contexto gnóstico bastante tardío, fue invocado bajo el nombre de Io (el asno) o Iao (divinidad con cabeza de gallo, cuya función eminentemente setiana veremos más adelante) que se relacionará tanto más fácilmente con Yavé cuanto que el templo judío de Elefantina, por ejemplo, era llamado “templo del dios Ya’on” en los papiros arameos encontrado en el lugar.”

Y añade:

“La identificación del gallo y del asno (Io e Iao) como hipóstasis ambos de Set, no es en absoluto accidental y fortuita. Parece derivar, por el contario, de una tradición esotérica que se volvió sin duda muy firme en el seno del judaísmo exotérico, que estuvo también tentado de satanizar estas representaciones de Set, que ya no comprendía. Es cierto que en el cristianismo, el episodio bien conocido del Evangelio relativo a la renegación de Pedro atestigua la función esotérica del gallo (…) El gallo hace aquí explícitamente función de acusador con respecto a Pedro, que encarna, por supuesto, el exoterismo.”

¿No fue la cresta del gallo el modelo de gorro frigio de los iniciados, el de los pastores de Arcadia? En cuanto al asno, no hay que olvidar que forma parte de los animales del pesebre.

Según Weysen, que ha estudiado muy especialmente la presencia de los templarios en la región de Verdon:

“La presencia de Nascién, antiguo duque de Serafe, cuñado de Evalach, rey del Grial, en la Ínsula Giratoria y en el templo de Sarraz donde se encontraba un ídolo Asclafas, ligado al asno que está representado en la fortaleza de Valcros, sugiere una relación entre los gnósticos naasenos. Nascién puede, efectivamente, significar “el que conoce la nave”, es decir, la nave del santo Grial, o bien simbolizar a los naasenos, gnósticos ofitas cuyo dios era Sabaoth, creador del cielo y de la tierra y a quien se le atribuía una cabeza de asno o de jabalí como al dios egipcio Set. Estos gnósticos ofitas o naasenos veneraban a la serpiente, símbolo de la gnosis. Sabaoth o Iadalbaoth o Iao era un dios de cabeza de asno que un grafito del Palatino (siglo III) representaba irónicamente crucificado delante de un devoto arrodillado (…) El dios exotérico Set o Tifón, hijo del Tártaro, con cuerpo de serpiente y cabeza de asno ostentaba también el nombre de Akephalos (sin cabeza).

Estos gnósticos asimilan voluntariamente a Sem, Set y Melquisedec, mezcla igualmente constatada entre ciertos maniqueos y entre los israelíes del Viejo de la Montaña.

Hemos visto que Ioan-Jano-Juan Bautista puede tener un vínculo con Set invocado bajo el nombre de Io. Set, igualmente llamado Akephalos, el ser sin cabeza, que nos remite a Juan Bautista. Ahora bien, en la Leyenda dorada de Santiago de la Vorágine, obra contemporánea a los templarios, encontramos este curioso pasaje concerniente a san Juan Bautista:

“Juan es llamado Lucifer o estrella de la mañana, porque fue el término de la noche y de la ignorancia y el comienzo de la luz de la Gracia.”

Santiago de la Vorágine dice también:

“Realizó el oficio de los tronos: la función asignada a estos espíritus es la de juzgar. Juan juzgó a Herodes cuando le dijo: “No puedes lícitamente tener como tuya a la mujer de tu hermano”.”

Curioso si se piensa a contrario que Set ardía de deseos por Isis, la mujer de su hermano Osiris. Dos Juanes en los dos solsticios y dos rostros de Jano, uno para la luz y otro para las tinieblas.

Decididamente, ¿cuáles pudieron ser las relaciones de los templarios con este mundo del revés? Para Alain Marcillac:

“Podría deducirse que la palabra baphomet representa la piedra de Beth-El, que sirve para retener al diablo en el Tehom. En consecuencia, los templarios habrían sido, al menos simbólicamente, los vigilantes o los guardianes del diablo para permitir a la Humanidad elevarse hacia las alturas de la verdadera espiritualidad.

¿Guardianes los templarios del diablo, impidiéndole salir pero domesticando sus poderes mejor que Salomón, a fin de que la germinación de la tierra tuviera lugar? ¿Los templarios, durante cuya existencia no se padeció ninguna hambruna? Después de todo, San Pedro tiene dos llaves. Si una abre la puerta del Paraíso, la otra puede abrir la de los infiernos. ¿Se encierra en esto el secreto o una parte del secreto encontrado por Hugues de Payns y sus amigos en el emplazamiento del Templo de Salomón en Jerusalén?

En efecto, afirma una tradición judaica que la Roca de Jerusalén se hunde en las aguas subterráneas del Tehom. En la Mishna, se dice que el Templo se encuentra encima del Tehom, del que Alain Marcillac recuerda que es similar a Apsu, en Jerusalén, la Roca del Templo cierra la desmbocadura del Tehom. No hay que olvidar tampoco al hombre que descendió al interior de un pozo en tiempos de Omar. Vio en su fondo una puerta, franqueó el umbral y descubrió un paisaje lujuriante. Se trajo una hoja y fue a advertir de ello a Omar, pero no volvieron a encontrar jamás la puerta. Sin embargo, su recuerdo vegetal nunca se marchitó.

Los templarios estaban instalados en ese lugar. Fue a partir de allí cuando comenzó toda su aventura, con la ayuda de los rabinos contratados por Étienne Harding y sus cistercienses. ¿No se habrían convertido así los templarios en los guardianes del diablo? Vigilantes que tuvieron quizá la tentación de utilizar en su provecho unas fuerzas que creyeron poder dominar, lo cual es la base misma de la magia.

¿Qué importa en este caso que se crea o no en el diablo? ¿No bastaría que ellos hubieran creído en él?

Se lee en el Apocalipsis:

“Vi un ángel que descendía del cielo, trayendo la llave del abismo y una gran cadena en su mano. Tomó el dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y la encadenó por mil años. Le arrojó al abismo y cerró, y encima de él puso un sello para que no extraviase más a las naciones hasta terminados los mil años, después de los cuales será soltado por poco tiempo.”

Y el cordero caro a san Juan Bautista está echado sobre el libro del Apocalipsis de San Juan Evangelista, cerrado con siete sellos que deben permanecer cerrados hasta que sea llegada la hora. En ese momento sin duda, los dos rostros de Jano se mirarán el uno al otro. En cualquier caso, es probablemente en ambos Juanes en quienes hay que buscar el secreto de los dos templarios montados sobre un mismo corcel, y más allá la mirada horripilante de la cabeza cortada de san Juan Bautista, depositada sobre su bandeja como el Grial sobre el tajo.

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