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lunes, 10 de enero de 2011

Conociendo a Jesucristo: El Bautismo de Jesús


Desde la encomienda de Barcelona, continuamos con el nuevo apartado dedicado a conocer mejor a Jesús de Nazaret.

Como bien sabéis, ayer domingo 9 de enero. Los cristianos conmemoremos el bautismo de Jesús en el río Jordán. Para ello hemos extraído un texto del libro “Jesus Christ”, realizado por el teólogo J. R. Porter, donde nos habla precisamente de ese hecho.

Pero primeramente recuperemos y leamos el evangelio dominical de ayer, para recordar el bautismo de Nuestro Señor Jesucristo.

Desde Temple Barcelona, deseamos que el contenido sea de vuestro agrado.

El Bautismo de Cristo. El Greco (1600).

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo ( + + + )

“En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: “Soy Yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?” Jesús le contestó: “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere.” Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: “Este es mi hijo, el amado, mi predilecto”.” (Mt 3, 13-17)

El bautismo de Jesús

Los evangelios dejan claro que el bautismo de Jesús fue muy diferente a otros bautizos de Juan. En esta ocasión, el Espíritu Santo descendió sobre Jesús “como una paloma” cuando éste emergió de las aguas bautismales del río Jordán. En Marcos 1, 10 y Mateo 3, 16, el descenso del Espíritu es una visión subjetiva, experimentada únicamente por Jesús. Para Lucas, la paloma apareció “en forma corporal” (Lc 3, 22). En el Cuarto Evangelio (Jn 1, 34), el propio Bautista fue testigo del descenso. La paloma, como símbolo del Espíritu, parecería un concepto característicamente cristiano; no hay nada claramente comparable a éste en las Escrituras hebreas u otros escritos judíos.

Para los evangelistas, el bautismo de Jesús marcó su nombramiento formal como el Mesías proclamado por Juan, y fue la ocasión en que el propio Jesús fue consciente de su misión. Más adelante, en Lucas, Jesús lee un pasaje de Isaías que describe una figura ungida para la tarea de proclamar las buenas nuevas divinas (Lc 4, 18). Fue con esta figura y con esta obra con la que Jesús se identificó en su bautismo, y esto fue confirmado por una voz celestial.

En Marcos 1, 11 y Lucas 3, 22, la voz se dirige al propio Jesús, y confirma su relación única con Dios, como su amado hijo. En Mateo 3, 17 se hace una proclama pública, mientras que en el Cuarto Evangelio (Jn 1, 32) es el Bautista el que recibe a un oráculo divino que le explica el significado del descenso del Espíritu sobre Jesús. El mensaje divino combina una parte del Salmo 2, 7 (“tú eres mi Hijo”) con uno o más versículos de Isaías (Is 42, 1; 44, 2). Juntas forman una rica textura en asociaciones mesiánicas.

En algunos manuscritos primitivos de Lucas, la voz celestial no hace ninguna referencia al texto de Isaías, sino que en su lugar cita la sentencia completa del Salmo 2, 7: “Mi hijo eres tú, yo te engendré hoy”. Algunos grupos de a primitiva Iglesia sostenían que Jesús era el hijo humano de María y José y sólo se convirtió en el Hijo de Dios después del bautismo. Este herético punto de vista pudo tener que ver en las modificaciones del texto de la variante lucana, si esto representa las palabras originales del evangelista. No obstante, diversos escritores primitivos cristianos conocían esta variante y no encontraban nada herético en ella. Todavía más, todo el versículo de los Salmos se cita en Hebreos 1, 5 en referencia al Cristo preexistente y en los Hechos 13, 33 en referencia a la Resurrección. Naturalmente, el Nuevo Testamento no ve ninguna contradicción entre el nacimiento sobrenatural de Jesús (tal y como se describe en Mateo y Lucas), su preexistencia (como en el Cuarto Evangelio) y su designación como Hijo de Dios en su bautismo.

El papel de Juan en el bautismo de Jesús

Todos los evangelios relatan el bautismo de Jesús y lo consideran un suceso de gran importancia, pues autoriza a Jesús para su ministerio. Sin embargo, en algunos aspectos también suscitó un gran desconcierto en los primeros cristianos. Los discípulos de Juan el Bautista podían afirmar que la aceptación de Jesús del bautismo de manos de Juan, mediante el cual se asociaba con él y técnicamente se convertía en su seguidor, probaba la superioridad de su maestro.

En Marcos 1, 9-10 se hace un relato sencillo del bautismo, pero los otros evangelistas introducen elementos que de distintas maneras intentan disminuir la importancia de Juan en el suceso. En Mateo 3, 14-15, por ejemplo, se crea un diálogo en el que Juan afirma que es él el que debería ser bautizado por Jesús y no al revés. Jesús le asegura que sus papeles deben cambiarse temporalmente, ya que el bautismo es un acto de unión “para cumplir con toda rectitud”. Esto parece significar que formaba parte del plan divino general.

Lucas no afirma explícitamente que hubiera sido Juan el que había bautizado a Jesús (Lc 3, 21). Incluso puede haber excluido deliberadamente la posibilidad, ya que relata el encarcelamiento de Juan antes de mencionar el bautismo de Jesús. No obstante, el evangelista no pretendía seguir una cronología exacta.

El Cuarto Evangelio (Jn 1, 32-33) no dice nada sobre el bautismo de Jesús en el río Jordán, sino que sólo explica el descenso del Espíritu Santo. La declaración del Bautista en este punto de que bautizaba con agua con el fin de que el que tenía que venir “pudiera ser revelado a Israel” puede contener la interpretación del propio evangelista del bautismo de Jesús: se trató de un ato revelatorio por parte del Bautista, el cual, al igual que todo el ministerio posterior, apuntaba más allá de él hacia su gran sucesor.

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