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viernes, 7 de enero de 2011

Una visión general sobre los templarios: IIª parte


Desde la encomienda de Barcelona, continuamos con la segunda parte de la visión general que tiene sobre los templarios la historiadora inglesa y especialista en la Orden del Temple, Mrs. Helen Nicholson, que hemos seleccionado algunas partes de su libro “The Knights Templar”.

Desde este vuestro rincón, deseamos que su contenido os sea de interés.

[…] En las crónicas encontramos otros testimonios de las actividades llevadas a cabo por la orden. Las redactadas entre los siglos XII y XIV recogían acontecimientos recientes y ofrecían un comentario acerca de los mismos. La calidad difiere entre unas y otras. Los cronistas tendían a moralizar sobre el terrible estado en que se veía inmerso el mundo y tenían una visión más bien pesimista de la situación en Tierra Santa y las actividades de las órdenes militares. Los anales proporcionaban una exposición de los acontecimientos año por año, pero sin apenas comentarios sobre los mismos. A partir del siglo XII disponemos también de historias, que difieren de las crónicas en que se centran en un acontecimiento en concreto (como, por ejemplo, una cruzada) o en un tema determinado (como, por ejemplo, la historia del reino de Jerusalén de Guillermo de Tiro). […]

[…] Las historias resultan sumamente interesantes cuando incluyen la propia experiencia del autor en el mundo de los templarios. Podemos encontrar más material relacionado con el Temple en obras de carácter satírico y moralizador que muestran cómo sus autores veían la orden cómo esperaban que el público se relacionara con ella. […]

[…] Las opiniones más positivas acerca de los templarios aparecen en los relatos de los peregrinos, en los que los peregrinos a Tierra Santa describían lo que habían visto y lo que los futuros peregrinos iban a encontrarse, y en la literatura de ficción –tanto novelas épicas como libros de caballerías-, en la que los templarios ayudan al héroe en sus batallas contra el musulmán y en algunos casos incluso ayudan al héroe y la heroína en su historia de amor.

También disponemos de algunos testimonios referidos exclusivamente a los templarios. Se ha conservado la Regla de la Orden, donde están incluidas muchas “costumbres” y “valoraciones” que, según se afirma, recogen incidentes reales en el seno de la institución. Aunque incompleta, la pesquisa judicial de 1185 de las posesiones del Temple en Inglaterra nos proporciona mucha información acerca de las propiedades de la orden y de los ingresos con los que se suponía que contaba por aquel entonces. […]

[…] Algunos historiadores, después de leer las “confesiones” de los templarios de Francia, se han preguntado si tal vez habría algo de verdad detrás de las acusaciones lanzadas contra la orden –por ejemplo, que la acusación de que los templarios negaban a Cristo pudiera referirse a una especie de prueba de obediencia durante la ceremonia de admisión-, pero los informes de los juicios celebrados fuera de Francia ofrecen una versión muy distinta de la historia. Allí donde no era utilizada la tortura, los templarios negaban con vehemencia todas las acusaciones, y cuando les comunicaban que los hermanos de Francia habían confesado, respondían que estaban mintiendo. […]

[…] Los testimonios arqueológicos son muy numerosos, pues la orden tenía casas repartidas por toda Europa, así como en Oriente. Algunos restos arqueológicos han sido estudiados, pero buena parte de ellos todavía deben ser investigados. Siete siglos de guerras y “mejoras” han dejado, lógicamente, su huella. Algunas iglesias de los templarios siguen funcionando como centros de culto, por lo que los trabajos de excavación que pueden realizarse son bastante limitados. Pero en determinados lugares –como, por ejemplo, Larzac, en el Languedoc, y Cressing, en Essex- la investigación arqueológica permite aumentar nuestros conocimientos de la Orden del Temple. […]

[…] Existen muchos mitos acerca de los templarios. Por ejemplo, no es cierto que fueron hallados culpables de las acusaciones en 1312; el papa Clemente V declaró en realidad que los cargos no habían sido probados, pero disolvió la orden porque había quedado tan desprestigiada que era imposible que siguiera funcionando. Los templarios no eran monjes, aunque tomaban los tres votos monásticos de pobreza, castidad y obediencia; más bien eran unos individuos religiosos que seguían una regla religiosa de vida y vestían un hábito característico, pero que, a diferencia de los monjes, no vivían enclaustrados, y su propósito consistía no en rezar y librar batallas espirituales, sino en combatir físicamente en defensa de la Cristiandad. Sus casas de Europa no tenían grandes murallas que los aislaran de los intrusos, excepto las de las regiones peligrosas que carecían de un gobierno central fuerte que mantuviera la ley y el orden (parecían más casas solariegas que monasterios). Los naipes no fueron introducidos por los templarios en Europa; no llegaron al viejo continente hasta finales del siglo XIV, y aparecen citados en las fuentes en la década de 1370, cincuenta años después de la desaparición de la Orden del Temple. No existe prueba alguna de que los templarios poseyeran conocimientos de ciencias, y por supuesto tampoco de magia: la magia medieval era una ciencia sumamente culta, escrita y ejecutada en latín, mientras que los templarios eran en general individuos notablemente incultos (según parece, esta característica se debía a una política deliberada, pues se consideraba que los hermanos cultos podían llegar a resultar problemáticos). […]

[…] La orden disponía de numerosos recursos en tierras, pero siempre iba escasa de capital líquido, que era necesario para invertir en fortificaciones y personal en Oriente. De ahí que sus casas en Occidente fueran siempre muy pequeñas en comparación con las de otras órdenes religiosas (excepto en los lugares donde desempeñaban un importante papel político, como en París, donde el Temple era la oficina del tesoro del rey). […]

[…] Los templarios no contribuyeron a la construcción de catedrales o castillos en Occidente, pues apenas tenían dinero suficiente para financiar sus propias fortificaciones en Oriente.

La Orden del Temple no fue una organización particularmente secreta, no más que otras órdenes religiosas de la época y sin duda no más que las otras dos grandes órdenes religiosas, la del Hospital de San Juan y la de los caballeros teutónicos. Se suponía que en sus ceremonias de admisión no podía haber intrusos, pero eso era algo normal tratándose de una orden religiosa. Las actas de los juicios revelan que, de hecho, en algunas ocasiones a sus ceremonias asistieron intrusos. Como es lógico, se suponía que las reuniones de los capítulos de todas las órdenes religiosas tenían que ser secretas porque la gente de fuera no debía saber los problemas internos de la orden. ¿Qué compañía internacional moderna permitiría que unos intrusos asistieran a sus reuniones de junta directiva sin haber sido invitados? Tal vez los templarios hicieran un hincapié especial en la necesidad de evitar que las personas que no eran miembros de la orden asistiesen a sus reuniones de capítulos, pero no hay evidencia de ello. […]

[…] Al final la Orden del Temple fue disuelta en 1312, dejando así de existir. Es cierto que las nuevas órdenes militares religiosas de la península Ibérica, las órdenes de Cristo y de Montesa, sucedieron a los templarios y heredaron sus posesiones, pero su objetivo era mucho más limitado que el de la orden original, sus operaciones quedaban restringidas a una sola zona y mantenían un estrecho vínculo con el rey, a diferencia de la Orden del Temple que se consideraba, al menos en la teoría, independiente. La Orden del Temple no pudo continuar adelante después de que el papa la dejara sin reconocimiento eclesiástico y sin sus propiedades. Su estructura organizativa había sido destruida; ya no podía seguir reuniendo dinero ni funcionar como una institución. Y, como he indicado anteriormente, ya no disponía de sus oficiales principales para dirigirla.

Es cierto que determinadas casas de los templarios “resistieron” en aquellas regiones en las que los señores seculares sentían simpatía por la orden y hostilidad a las injerencias de extraños. Por ejemplo, en Brunswick, en lo que es ahora el noroeste de Alemania, Otto von Brunswick, comendador de la casa de los templarios en Supplingenberg y miembro de la alta nobleza, siguió siendo señor secular de Supplingenberg tras la disolución de la orden; sólo a su muerte pasó la encomienda a manos de los hospitalarios. En Mühlen, en un convento de monjas de Renenia perteneciente a los templarios, las hermanas protestaron al verse transferidas a la Orden del Hospital y quisieron seguir siendo del Temple. Algunos caballeros templarios optaron por la huida: en 1313 el rey Jaime II de Aragón escribió al obispo Pons de Lleida que el antiguo hermano templario Bernard des Fons, embajador por aquel entonces del alcalde de la ciudad de Túnez, había llegado a Aragón en una legación. Evidentemente, Bernard había encontrado una nueva carrera entre aquellos a los que originalmente había jurado combatir si se atrevían a atacar a los cristianos, y ahora se dedicaba a su antigua vocación de salvaguardia de la Cristiandad por unos caminos muy distintos. El rey Jaime no dice que Bernard se hubiera convertido al islam, y como los caudillos musulmanes no tenían ningún problema a la hora de dar trabajo a aun cristiano, probablemente Bernard seguía profesando su religión de siempre. Sin embargo, ahora era un antiguo templario; no podía seguir siendo un caballero de la orden porque el Temple había dejado de existir. Algunos autores han especulado con la posibilidad de que en ciertas regiones apartadas como Escocia, los templarios habrían podido sobrevivir como orden. No obstante, nunca hubo muchos templarios en Escocia ni siquiera durante el período de máximo apogeo del Temple, y las guerras angloescocesas habían mermado todavía más el número de caballeros. En 1338 los hospitalarios se lamentaban de haberse quedado sin posesiones en Escocia: todas habían sido destruidas en la guerra. Lo mismo habría sucedido a los templarios. Las conexiones inglesas de los templarios escoceses probablemente hiciera de Escocia el lugar menos apropiado en el que refugiarse en 1312, tras la rebelión y coronación de Robert Bruce en 1306 y la continuación de la guerra contra los ingleses. Las órdenes “templarias” modernas se remontan tan sólo a los movimientos románticos de los siglos XVIII y XIX. […]

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