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viernes, 21 de enero de 2011

Los orígenes de la Orden del Temple: Iª parte


Desde la encomienda de Barcelona, continuamos nuevamente sobre la visión que nos ofrece la historiadora y especialista en la Orden del Temple, Helen Nicholson, sobre el origen de la famosa Orden.

Para ello hemos seleccionado un texto de su libro “The knights Templar”, donde de manera sencilla y agradable, nos facilita una serie de datos importantes para poder seguir la estela de los pobres caballeros de Cristo.

Desde Temple Barcelona, deseamos que su contenido lo encontréis fascinante.

Después de que las fuerzas de la primera cruzada conquistaran la ciudad de Jerusalén el viernes, 16 de julio de 1099, y derrotaran a las tropas de refuerzo egipcias que llegaron demasiado tarde para evitar la caída de la ciudad, la mayoría de los cruzados regresó a Europa, llevando con ellos historias de privaciones y peligros, milagros y victorias; hubo quien llevó consigo reliquias santas adquiridas en los viajes, aunque fueron pocos los que obtuvieron alguna riqueza. En el territorio recién conquistado sólo tuvieron alguna riqueza. En el territorio recién conquistado sólo quedó una pequeña parte del ejército, no suficiente para dominar la región. El clérigo Foucher de Chartres, en su calidad de miembro de la primera generación de colonos, escribió que en 1100 únicamente quedaron trescientos caballeros y trescientos soldados de a pie en las proximidades de Jerusalén. Era demasiado poco para proteger el país.

Los cruzados consideraban sus conquistas una parte de la Cristiandad que fue conquistada temporalmente por el Islam, pero que ahora había sido devuelta a sus verdaderos propietarios. Jerusalén, una ciudad amurallada erigida sobre una colina rodeada por los profundos valles de unas montañas de gran altitud, era (y es) centro de las tres grandes religiones “del libro”: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Para los judíos, está situada sobre la colina en la que Abraham, padre de la nación, estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac, que fue salvado cuando Dios envió un carnero para ser sacrificado en su lugar (Génesis 22). También es la primera ciudad conquistada por el rey David, en la que su hijo, Salomón, erigió un gran templo para el único Dios; en su sanctasanctórum fue depositada el Arca de la Alianza, el cofre portátil de madera que guardaba en su interior las tablas de piedra en las que había esculpidas las leyes dadas por Dios a Moisés en el monte Sinaí. Bajo el dominio romano, Jerusalén siguió siendo un símbolo de la nación hebrea: los judíos continuaron viviendo en la ciudad que se había convertido en centro de peregrinación.

Como ciudad en la que Cristo había debatido en el Templo y en la que había predicado, había sido condenado a muerte y había resucitado entre los muertos, Jerusalén era también centro de peregrinación de los cristianos. En 326 la emperatriz Elena, madre de Constantino el Grande (emperador único entre 324 y 337), llegó a Jerusalén en peregrinación y descubrió los restos de la “Vera Cruz”. El Imperio Romano estaba gobernado por aquel entonces por una dinastía cristiana, después de que Constantino se hubiera convertido en 312. En Jerusalén fueron erigidos impresionantes santuarios cristianos en los lugares significativos de la pasión, muerte, sepultura y resurrección de Cristo, con una gran rotonda, la anastasis, en el emplazamiento de la supuesta tumba vacía, la iglesia del Santo Sepulcro. Estos lugares estaban emplazados en sus orígenes fuera de la ciudad antigua, pero, tras la revuelta de los judíos contra Roma en 66 d.C., Jerusalén fue destruida en 70 d.C. por los conquistadores romanos. Cuando fue reconstruida, esos lugres formaron el núcleo de la nueva ciudad. Los peregrinos cristianos viajaban a Jerusalén para visitar los Santos Lugares o para asentarse allí de forma permanente. Eso fue relativamente fácil mientras Jerusalén siguió formando parte del Imperio Romano. […]

[…] Cuando el califa musulmán Omar I ibn al-Khattab (634-644) llegó a Jerusalén en 638, quedó asombrado por el estado que presentaba el Monte del Templo. Para los musulmanes, es el emplazamiento desde el cual el profeta Mahoma ascendió a los cielos en su “viaje nocturno”, y constituye el tercer lugar más sagrado del mundo después de La Meca y Medina en Arabia. Se procedió a su limpieza, y entre 688 y 692 el décimo califa, ‘Abd al-Malik ibn Maruan, construyó la Cúpula de la Roca en el centro de aquel lugar. Se trata de una cúpula dorada de plano octogonal. En 709 (o poco después) al-Walid (705-715) mandó erigir en el extremo sur del lugar una pequeña mezquita de planta rectangular. Esta mezquita venía a simbolizar el punto más alejado de La Meca y Medina que había alcanzado el profeta en su viaje nocturno, y pasó a llamarse “al-Aqsa”, “la más remota”.

Los cristianos continuaron peregrinando a Jerusalén durante el dominio de los musulmanes, cuyos caudillos, en su mayoría, siguiendo las instrucciones del profeta, no tenían ningún inconveniente de su raza y credo. Pero surgieron algunos problemas: en 1009 el califa al-Hakim Bi-amr Allah (996-1021) destruyó la iglesia del Santo Sepulcro y persiguió a los no musulmanes. El centro de culto fue reconstruido, y las peregrinaciones siguieron durante todo el siglo XI, pero el viaje a Oriente resultaba cada vez más difícil debido al avance hacia Occidente desde Asia central de los turcos selyúcidas. Hasta entonces buena parte del viaje a Jerusalén podía realizarse por tierra sin abandonar territorio cristiano, pero tras las derrotas sufridas por el Imperio bizantino a manos de los turcos selyúcidas, los peregrinos se verían obligados a recorrer territorios fronterizos. Se hizo indispensable viajar con armas. Ese tipo de problemas fue uno de los factores que impulsaron en 1095 al papa Urbano II a hacer un llamamiento a los soldados europeos de Occidente, lo que daría lugar a la primera cruzada.

Los cruzados reclamaban Jerusalén para la Cristiandad, no sólo porque era el lugar donde Jesús había vivido, muerto y resucitado, sino también porque se sentían los herederos del Imperio Romano. Identificaban muchos de los lugares sagrados del país que habían conquistado con emplazamientos citados en la Biblia. En Jerusalén identificaban la Cúpula de la Roca con el “Templo del Señor” del Nuevo Testamento y la mezquita de al-Aqsa con el “Templo de Salomón”, sin darse cuenta de que los edificios originales habían sido destruidos varios siglos atrás. Establecieron señoríos y sus propias administraciones: un rey en Jerusalén, nuevos patriarcas católicos en esa ciudad y en Antioquía junto a los ortodoxos sirios ya existentes y una red de arzobispos y obispos católicos a lo largo y ancho de su nuevo territorio. Surgieron así cuatro grandes señoríos seculares en torno a las principales ciudades: el principado de Antioquía (actualmente Antakya), el condado de Edesa (actualmente Urfa), el condado de Trípoli (actualmente Tarábulus) y el reino de Jerusalén. En la actualidad, los historiadores denominan a esos lugares “los estados cruzados”, aunque sus habitantes no eran cruzados. Los colonos y los cruzados originales recibían el nombre de “francos”, porque los primeros cruzados procedían de las regiones de Europa occidental habitadas o controladas por el pueblo germánico de los francos: Renania, Francia septentrional, central y meridional y la isla de Sicilia. Eran cristianos católicos romanos o “latinos”. Fin de la primera parte.

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