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miércoles, 5 de enero de 2011

Una visión general sobre los templarios: Iª parte


Tal y como os prometimos, empezamos nuevo temario recopilando un texto de la historiadora y especialista británica en el estudio de la Orden del Templo de Salomón, Helen Nicholson.

Tal y como refleja en su libro “The Knights Templar”, sus textos constituyen una historia “nueva”, “porque están basadas en los trabajos académicos más recientes acerca de la Orden del Temple”.

Desde la encomienda de Barcelona, iremos seleccionando el contenido que consideremos más interesante para nuestros lectores.

Deseamos que desde este humilde rincón, podamos contribuir con ayuda de especialistas medievales, a arrojar más luz sobre la historia de estos fabulosos monjes-guerreros.

[…] Se ha dicho que los caballeros templarios no fueron algo excepcional y que desde muchos puntos de vista fueron verdaderamente individuos muy corrientes. Esto es cierto, pero también es uno de los factores que hace que sean muy interesantes. Sabemos poquísimas cosas acerca de la gente corriente de los siglos XII, XIII y comienzos del XIV. La mayoría de los hermanos de la Orden del Temple o bien procedían de los estratos inferiores de la caballería o bien no tenían ningún tipo de ascendencia caballeresca; muchos de ellos eran artesanos o individuos que llevaban a cabo labores habituales del campo, como, por ejemplo, el pastoreo de ovejas y reses.[…]

[…] Encontramos gentes que no tuvieron que viajar muy lejos para unirse a una casa religiosa; que permanecieron en la misma zona durante toda su vida, junto a los suyos. Se mantenían fieles a su familia, a sus viejos señores y su rey, incluso después de unirse a la Orden del Temple, cuando se suponía que debían dejar atrás sus viejos lazos. Eran gente devota, con una fe muy simple basada en Cristo como soberano (Con Dios Padre omnipotente como telón de fondo) y la madre y novia de Cristo, la Bendita Virgen María, como patrona y señora de la orden, que la protegía como una reina medieval habría protegido sus órdenes religiosas y a sus caballeros favoritos. Su más anhelado deseo consistía en dejar sus vidas en el campo de batalla en la guerra contra el mal, en la defensa de la Cristiandad contra sus enemigos, al servicio de sus soberanos divinos para así ganarse la recompensa de la vida eterna en el cielo coronados con la aureola del martirio. […]

[…] Al margen de las fronteras, la orden en Europa se concentró en reunir dinero para la guerra contra el musulmán, hasta tal punto que mucha gente de la época veía a los templarios más interesados en el dinero que en cualquier otra cosa. A los templarios no les interesaban las mujeres, decían esas personas, sólo el dinero. En nuestros días resulta fácil simpatizar con los templarios y verlos como los desvalidos perseguidos, como los idealistas puros que fueron destruidos por un gobierno autocrático que actuó para satisfacer sus propios intereses. Pero a comienzos del siglo XIV los templarios no eran considerados en Europa unos intrusos, sino que se hallaban en el centro del poder establecido. […]

[…] Es muy difícil estudiar la historia de los templarios sin tener siempre en la mente de uno la suerte final que corrieron los hermanos: fueron detenidos, se les imputaron falsas acusaciones, algunos fueron quemados en la hoguera por retractarse de las confesiones que habían hecho bajo la presión del interrogatorio, incluida la tortura; otros sirvieron durante el resto de sus días en distintas casas monásticas, ya perdida su vocación original de caballeros de Cristo; y hubo otros que regresaron a la vida secular, mientras que las posesiones de la orden fueron entregadas a su rival, la Orden del Hospital de San Juan. Treinta y tantos años después, el papa Clemente VI se quejaría de que los hospitalarios habían hecho muy poco con las tierras de los templarios en la guerra contra el musulmán y que decidía retirárselas y utilizarlas para la creación de una nueva orden militar (como ya se había hecho en Valencia y Portugal). […]

[…] Los hospitalarios consiguieron sobrevivir, pero la suya era una institución reservada. En 1312 no tenían la opinión pública a su favor, pero el papa Clemente V quería conservarlos para que siguieran emprendiendo la defensa de la Cristiandad frente al musulmán, y su sagaz maestre Foulques de Villaret sabía manejar los asuntos de la orden con la suficiente astucia como para ofrecer al rey de Francia muy pocas oportunidades de arremeter contra su orden como había hecho con la del Temple. […]

[…] Los templarios, con sus barbas y con sus largas túnicas oscuras y sus capas blancas, con la cruz roja en el lado izquierdo y la capucha oscura que cubría su cabeza, eran personajes habituales en todas las cortes de los reinos católicos de Europa y de los estados cruzados de Tierra Santa (u “Oriente latino”). Sus oficiales o hermanos de servicio, figuras mucho más habituales que la de los caballeros y vestidos todo de negro, a menudo eran confundidos con los hermanos del Hospital de San Juan, que también iban de negro, pero con una cruz blanca en el manto en lugar de la roja de los templarios. En Alemania y en las regiones del este de Europa, a partir de finales del siglo XII, los caballeros del Temple solían ser confundidos con los de la Orden Teutónica, cuyos caballeros vestían una túnica negra con una capa blanca que llevaba una cruz negra. Cuando no sabían distinguirlos, la gente de la época se refería a todos ellos como “templarios”. […]

[…] Existen muchos mitos y creencias populares relacionadas con la Orden del Temple. El primero de ellos es que se han conservado poquísimos testimonios de la institución. En realidad han llegado a nuestras manos numerosas evidencias. Es cierto que el archivo central de la orden se ha perdido: originalmente tuvo su sede en el cuartel general de los templarios primero en Jerusalén, luego en Acre y más tarde (a partir de 1291) en Chipre. Tras la disolución de la orden por el papa Clemente V en 1312, el archivo pasó a manos del Hospital de San Juan. Presumiblemente se quedó en Chipre y fue destruido cuando los turcos otomanos conquistaron la isla en 1571 junto con los documentos de los hospitalarios relacionados con la plaza fuerte. […]

[…] La pérdida del archivo central de los templarios significa que no podemos conocer con exactitud cuáles fueron sus propiedades y privilegios en los estados cruzados y en Chipre. Sin embargo, todo lo relacionado con las propiedades y privilegios que disfrutaron los hospitalarios se conserva en los archivos de su orden, mientras que las bulas papales de los templarios se encuentran recogidas en los registros del papado en el Vaticano. En otras palabras, la pérdida de su archivo central ha significado la pérdida de determinados documentos de gran importancia, pero no la de todos ellos. […].Fin de la primera parte.

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