Desde la encomienda de Barcelona abordamos nuevamente un nuevo apartado dedicado a saber el por qué
Para ello hemos seleccionado un nuevo texto del novelista Piers Paul Read de su obra “The Templars” donde nos proporciona de una manera magistral su visión de los hechos en base a testimonios de esa fogosa época.
Desde Temple Barcelona deseamos que su contenido os atrape en el tiempo.
¿Por qué los miembros de la más formidable fuerza militar del mundo occidental fueron a la muerte, en palabras de Pedro de Bologna, “como ovejas al matadero”? Una de las razones fue sin duda la avanzada edad de la mayoría de los Templarios que vivían en Francia. Después de servir un tiempo en Oriente, muchos habían regresado a Europa para ocupar puestos en la administración. Los caballeros más jóvenes fueron enviados a Chipre: en 1307, más del setenta por ciento de la fuerza templaria había sido reclutada en los últimos siete años.
En Chipre se preparaban para la acción militar: habían peleado con los sarracenos por Tortosa y esperaban una invasión de la isla por parte de los mamelucos.
La bula del papa Clemente V por la que se ordenaba el arresto de los Templarios en toda la cristiandad, Pastoralis praeeminentiae, llegó a Chipre en noviembre de 1307. El gobernante de facto en ese momento era el hermano del rey Juan, Amaury, a quien los Templarios habían respaldado cuando tomó el poder en agosto de 1306. Las órdenes del Papa ponían a Amaury en una situación incómoda. Estaba en deuda con aquéllos y, como casi todos en Chipre, seguramente consideraba falsas las acusaciones; sin embargo, tampoco quería desafiar al Papa ni tener de enemigo al rey Felipe de Francia. Por lo tanto, ordenó a sus oficiales proceder contra los Templarios, comandados por su mariscal, Ayme de Oselier.
Tras una cierta resistencia inicial, los Templarios finalmente se rindieron, y ochenta u tres caballeros, y treinta y cinco sargentos fueron puestos bajo arresto domiciliario. Sus propiedades fueron embargadas, pero los oficiales no lograron encontrar el grueso del tesoro. No se celebró ningún juicio hasta mayo, cuando llegaron a la isla dos jueces designados por el Papa. Ninguno de los acusados admitió los cargos. Se tomó declaración a testigos ajenos a
Un caballero, Jaime de Plany, fue categórico en su defensa de los Templarios, recordándole a la corte que habían derramado su sangre por Cristo y la fe cristiana, y que eran hombres tan buenos y honestos como los que se podían encontrar en cualquier orden religiosa. Percival de Mar, un genovés, contó que un grupo de Templarios, tomados prisioneros por los sarracenos, prefirió morir antes que traicionar su fe. Aunque testigos menores aludieron a la reserva del ingreso de los Templarios y a la avaricia de
El único testigo entre los latinos de Chipre que testificó en contra de los Templarios fue Simón de Sarezariis, el prior del Hospital de San Juan, pero sin aportar ninguna evidencia sólida; aludió meramente a conversaciones que había mantenido en el pasado con personas no identificadas. Con esa única excepción, los nobles testigos testificaron todos a favor de los Templarios, pese a ser partidarios del rey Enrique II.
El papa Clemente V consideró inaceptable ese resultado, y ordenó un nuevo juicio a cargo del legado papal en Oriente, Pedro de Plaine-Cassagne, obispo de Rodas, que se celebró después del asesinato de Amaury y la restauración de Enrique II, en el verano de 1310; aunque no se conservan las actas, parece que se impusieron los imperativos políticos del Papa: las crónicas registran que el mariscal Ayme de Oselier y muchos de sus compañeros Templarios murieron mientras se hallaban encarcelados en la fortaleza de Kerynia.
En Italia, los procesos contra los Templarios variaron según las lealtades políticas de los gobernantes involucrados. Carlos II de Nápoles, primo del rey Felipe el Hermoso, hasta donde se sabe por las pocas declaraciones conservadas, obtuvo las confesiones requeridas, presumiblemente gracias al uso de la tortura. En los Estados Pontificios la tortura también produjo algunas confesiones de negación de Cristo, ofensas a la cruz y adoración de ídolos; pero, en general, la inquisición itinerante conducida por el obispo de Sutri arrojó resultados mezquinos. En Lombardía, muchos de los obispos apoyaron a los Templarios, y algunos fueron lo bastante valientes como para confesarlo. Los obispos de Ravena, Rímidi y Fano no pudieron encontrar evidencia de culpa en los pocos Templarios llevados ante ellos. En Florencia confesaron seis de diez Templarios tras haber sido torturados.
En Germania, _Burchard –el arzobispo de Magdeburgo- atacó rápidamente a los Templarios, entre ellos el preceptor germánico Federico de Alvensleben. En Trier, un concilio provincial de
En una audiencia posterior, el hermano de Hugo de Salm y preceptor del Rin, Federico, se ofreció a demostrar la inocencia de
Fuera de Francia y Chipre, la presencia templaria más significativa se hallaba en España, particularmente en Aragón, donde
A mediados de octubre de 1307, el rey Jaime II había recibido una carta de Felipe IV de Francia enumerándole las iniquidades de
“Los Templarios han vivido de hecho de una manera elogiable como hombres religiosos hasta ahora en estas partes, de acuerdo con la opinión común, y ninguna acusación de error en su creencia ha surgido aquí todavía; por el contrario, durante nuestro reinado nos han brindado fielmente un gran servicio en todo lo que les hemos requerido, para eliminar a los enemigos de la fe.” (continuará)
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