Desde la encomienda de Barcelona hemos querido compartir con todos vosotros la importancia que tuvo
Para ello hemos seleccionado un texto de la historiadora y especialista en
Desde Temple Barcelona estamos convencido que su contenido os fascinará.
Al igual que en los estados cruzados, el concepto de orden militar resultó atractivo a los ojos de los monarcas de la península Ibérica, que carecían de las fuerzas necesarias para defender sus fronteras y, no obstante, debían mantener escaramuzas constantes con el enemigo, como hacían los francos en Oriente. Había dos excepciones: poner territorios en manos de las órdenes militares que habían sido establecidas en Oriente, y pedirles a cambio su ayuda en la península Ibérica, o fundar órdenes militares locales.
Los templarios recibieron sus primeras tierras en la península entre 1120 y 1140. Las primeras donaciones se produjeron en Portugal. En 1128 la condesa Teresa de Portugal (1097-1128) cedió a la orden el castillo de Soure, que unos años antes había sido conquistado a los musulmanes y había sido repoblado. Al igual que hacía en Oriente, la orden proveyó sólo una parte de las defensas de la región circundante a la ciudad de Coimbra, mientras que por su parte el hijo y sucesor de la condesa Teresa, Alfonso Henriques, conde de Portugal (1114-1185), construyó el castillo de Leirena de cuya custodia se encargaron sus propias guarniciones. Hasta comienzos e la década de 1140 no hay ninguna prueba de que los templarios emprendieran verdaderas operaciones militares en Portugal; el primer testimonio de la participación de los templarios de Soure en una acción militar data de 1144. En 1147 los templarios de Soure enviaron sus tropas en ayuda del conde Alfonso Henriques para emprender el asalto de la ciudad de Santárem, que estaba en poder de los musulmanes. La empresa fue un éxito. Los templarios recibieron las iglesias de Santárem en recompensa por la ayuda prestada. Tras la toma de Lisboa en 1147, la ciudad fue convertida en sede episcopal, y los templos de Santárem pasaron a depender del obispo lisboeta; los templarios fueron compensados con el castillo de Cera, a orillas del Tomar. El maestre de
La del Temple pasó a ser una orden bien establecida en Portugal, y mantuvo unas estrechas relaciones con los príncipes de este país. Coincidiendo con los primeros tiempos de los templarios en Portugal, el conde Alfonso Henriques se califica a sí mismo de “hermano de vuestra fraternidad”, lo que indica que se había convertido en asociado o cofrade de la orden. Esto significaba que, además de protegerla y apoyarla, había decidido realizar donaciones a la orden con regularidad, y que por su parte los hermanos rezarían por él y lo harían partícipe de los beneficios espirituales derivados de las buenas obras que llevaran a cabo. El hijo de Alfonso Henriques, Sancho I (1185-1211), cedió gran cantidad de tierras a los templarios y utilizó el castillo que éstos tenían en Tomar como depósito seguro de sus tesoros. En 1216 el papa Inocencio III (1198-1216) decidió que los castillos de Montémor-o-Velho y Alenquer, por aquel entonces objeto de disputa entre el rey Alfonso II (1211-1223) y dos de sus hermanas, Teresa y Sancha, debían ser puestos en manos de los templarios por considerarlos parte interesada neutral y digna de confianza; la entrega se levó a cabo en 1123. Los templarios apoyaron a Sancho II (1223-1245) durante la rebelión que, en contra del monarca, encabezó su hermano Alfonso, conde de Boulogne; el maestre de la orden en Portugal, Martín Martins, era amigo de la infancia de Sancho. Pero la rebelión triunfó, Sancho perdió el trono, y más tarde los templarios perdieron diversas tierras por haber apoyado al rey depuesto.
Las donaciones en el este peninsular se produjeron con más lentitud que en el oeste, aunque siguieron un patrón similar. Probablemente ya en 1130 los templarios poseyeran tierras en Aragón. En 1131 Ramón Berenguer III, conde de Barcelona y marqués de Provenza, se unió a
Ramón Berenguer IV pretendía a todas luces convencer a la orden de que le prestara un apoyo militar activo, pero ésta se mostró remisa. En aquellos momentos la orden ni siquiera poseía castillos en el reino de Jerusalén y carecía de los hombres necesarios para emprender operaciones militares desde las fortalezas de la península Ibérica. A comienzos de la década de 1130 sus propiedades en la península Ibérica eran exclusivamente una fuente de ingresos. Ramón Berenguer IV pudo ejercer más presión sobre los templarios cuando se convirtió en príncipe de Aragón, pero incluso entonces tuvo que esperar hasta 1143 para convencer a la orden de que se comprometiera a emprender acciones militares en la península Ibérica, más o menos por la misma época en que la orden empezó a desarrollar actividades militares en Portugal.
Otros gobernantes realizaron donaciones a sus propias órdenes militares y ls órdenes supranacionales. Alfonso I de Aragón (1104-1134) soñaba con ir a las cruzadas de Tierra Santa y fundó su propia orden militar en Monreal del Campo (1126-1130). Sin embargo, la orden no prosperó, aparentemente por carecer de recursos necesarios para funcionar con eficacia. En 1131 Alfonso redactó su testamento. No tenía herederos. En sus últimas voluntades legaba su reino al Santo Sepulcro de Jerusalén, a
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