Desde la encomienda de Barcelona queremos compartir las conclusiones del escritor y novelista Piers Paul Read sobre el veredicto que se puede tener de los Templarios a lo largo de la historia.
Para ello hemos seleccionado un texto del mencionado autor que fue publicado en su libro cuyo título es “The Templars”.
Recordad que el contenido de lo que publicamos en esta humilde página, no necesariamente deba ser aprobado en su totalidad por la dirección de Temple Barcelona. El propósito de tales escritos, es el de llevar la luz y la reflexión, acercando la historia de
Deseamos que su contenido os sea grato.
¿Cuál ha sido el veredicto de la historia sobre los Templarios? Desde el momento mismo de su enjuiciamiento, la opinión se dividió acerca de si había cometido o no los crímenes que se les atribuían. Dante Alighieri pensaba que eran las víctimas inocentes de la codicia del rey Felipe IV, mientras que el mallorquín Ramón Llull, poeta, místico, misionero y teórico de las Cruzadas, aunque inicialmente dubitativo, terminó aceptando que los cargos imputados contra
En los siglos siguientes, los juicios retrospectivos sobre el Temple se vieron análogamente distorsionados por consideraciones políticas: los partidarios de los papas romanos y los reyes franceses no querían admitir que los predecesores de sus soberanos hubieran perpetrado una grosera injusticia, en tanto que los demócratas y constitucionalistas tendían a describir a los Templarios como víctimas de la tiranía. Así, a principios del siglo XVI, en De occulta philosophia, de Enrique Cornelio Agrippa, se compara a los Templarios con las brujas, mientras que ya avanzado el mismo siglo, el pensador político francés, Jean Bodin, los cita, junto con los judíos, como ejemplo de una minoría marginalizada y vulnerable, expropiada luego por un rey rapaz.
En los siglos XVII y XVIII, los protestantes y escépticos usaron por igual la presunción de culpa en la causa de los Templarios como una vara con que castigar a
No obstante, con el advenimiento de
Los principales agentes de este “Templarismo” por el que los Templarios pasan del plano histórico al plano mítico fueron los francmasones, confraternidades secretas de apoyo mutuo cuyo impreciso deísmo las hacía perniciosas para
La hipótesis de los francmasones era tan fantasiosa como el Parzival. Andrew Ramsay, un jacobita escocés exiliado en Francia y que fuera director de
Según los masones germánicos, los grandes maestres de
Las especulaciones no terminaron con el siglo XVIII; de hecho, nunca fueron tan febriles como en la actualidad, creando, en palabras de Malcom Barber –el más destacado historiador británico de los Templarios- “una pequeña industria muy activa, rentable por igual para científicos, historiadores del arte, periodistas, publicistas y expertos en televisión”. Comenzando por las afirmaciones esotéricas de los masones, se sostiene que los Templarios han sido los guardianes del Santo Grial, el cáliz usado por Cristo en la Última Cena, de la línea de sangre de los reyes merovingios, descendientes de la unión de Cristo y María Magdalena, o simplemente de la más preciada reliquia de los Templarios, el Sudario de Turín.
La especulación da cuerpo a hechos aislados. En Les Templiers, Ces Grands Seigneurs aux Balancs Manteaux (1997), el escritor francés Michel Lamy retrocede hasta el abad cisterciense de Citeaux, Esteban Harding, el amigo y mentor de Bernardo de Claraval, antes de la fundación de los Pobres Soldados de Cristo en 1118. Nos recuerda que el abad Esteban buscó la ayuda de rabinos judíos para sus traducciones de los libros del Antiguo Testamento. “¿Qué razón había para ese repentino interés en los textos hebreos?”, se pregunta. Según Lamy, esos textos revelaban que había un tesoro oculto enterrado bajo el Monte del Templo. Por tal razón, el protector laico de los cistercienses, el conde Hugo de Champagne, fue a Jerusalén e incitó a su vasallo, Hugo de Payns, a establecer su orden de los Pobres Soldados de Cristo en el Monte del Templo: “Puede pensarse que los documentos probablemente llevados a Palestina por Hugo de Champagne (quien sin duda los descubrió en compañía de Hugo de Payns) tenían algún tipo de relación con el lugar que más tarde se convertiría en la morada de los Templarios.”
La misma hipótesis se encuentra en dos libros de escritores británicos, The Holy Blood the Holy Grial, de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln (1982), y en The Head of God, de Keth Laidler (1998): el ritmo lento de reclutamiento en los primeros años de
Ésa era la cabeza conocida como Bafomet, supuestamente adorada en secreto por los Templarios. Si Hugo de Payns no la encontró debajo del Templo, entonces tal vez fue María Magdalena quien la llevó a Francia, donde quedó en posesión de los cátaros, siendo guardada en su fortaleza de Montségur. Cuando Montségur estaba por caer ante los cruzados, tres parfaits escaparon con su tesoro. “¿Pero cuál era ese tesoro de los cátaros? ¿Cuánto oro y plata podáin llevar tres perfecti? No podía ser dinero… Tuvo que ser otra cosa, algo que estuvo guardado en Montségur hasta el último momento, algo que fuera esencial para el ritual que se celebraba durante el equinoccio de primavera, el día anterior a la capitulación del castillo…”, en otras palabras, la cabeza de Cristo. Y dónde podían llevarla los cátaros fugitivos sino “al único lugar de Francia que estaba fuera del alcance del rey, una organización que era en todo sentido autónoma y que compartía básicamente la misma cosmovisión gnóstica de los cátaros:
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