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jueves, 9 de abril de 2009

La ruta secreta del Almirante Colón.


Según Michel Lamy, la herencia del Temple aboga en favor a una presencia templaria en ultramar. En efecto, tras la desaparición de la Orden, los templarios de España y de Portugal entraron en otras órdenes religiosas, habiendo sido incluso algunas de ellas creadas para la circunstancia a fin de servirles de refugio y, de alguna forma, de brindarles la oportunidad de proseguir su labor; como fue el caso de la Orden de Calatrava (Castilla), la Orden de Montesa (Aragón) y la Orden de Cristo (Portugal).

Fue precisamente en esta última, donde en 1320 fue creada para tal fin. Recibió en su seno no sólo a la mayor parte de los templarios portugueses, sino también a los muchos franceses que, tras haber escapado a la redada de Felipe el Hermoso, habían logrado llegar a la fortaleza templaria de Tomar. El reino portugués fue para ellos un refugio absolutamente seguro. Tras la abolición del Temple, Tomar se convirtió en la sede de la Orden de Cristo y todos los navíos templarios del Mediterráneo que no habían sido apresados fueron a refugiarse en el puerto de Serra del Rei. Cabe destacar que los dignatarios de la Orden del Temple conservaron su rango en las nuevas estructuras.

Los defensores de la idea de que los caballeros del Temple, arribaron a América, creen que éstos trajeron a Europa cargamentos completos de metales preciosos, básicamente plata, muy corriente en México. De hecho parece que los templarios poseyeron cantidades considerables de estos metales y, sin duda, más plata que oro. Este metal era muy raro en el viejo continente.

En 1294, a causa de la falta de liquidez de los reyes, se estableció una ordenanza que prohibía la exportación de plata y obligaba a todos los sujetos en posesión de alguna vajilla de oro o de plata a entregarla a las cecas del reino de Francia. En Europa no había ninguna mina de plata en explotación, puesto que los yacimientos de Rusia y Alemania no eran todavía conocidos, siendo extrema la escasez de este metal durante este periodo, y sin embargo, durante el lapso en que existió el Temple, se pusieron en circulación monedas de plata, sin explicación aparente. Ahora bien, este metal era igualmente muy raro en Oriente. ¿De dónde provenía? ¿Quién lo traía? Lo que es seguro es que los templarios no carecían de plata. A su vuelta de Tierra Santa, repatriaron diez cargas de mulos, es decir, alrededor de quinientos kilos.

Parece ser que el Almirante Cristóbal Colón, tuvo acceso a documentos y archivos secretos que hablaban de la existencia de estos metales, siguiendo una ruta marina hacia Poniente, donde la flota templaria los utilizaba para su explotación.
Tras convencer a los monarcas de las ventajas que supondría el viaje; así la primera empresa de Colón para los Reyes Católicos: Isabel y Fernando, tal y como queda reflejado en la carta de retorno de su primer viaje, fue volver a conquistar la Ciudad Santa, aprovechándose de dichos metales preciosos. “…que de hoy en siete años yo podré pagar a V.A. cinco mil de caballo y cincuenta mil de pie en la guerra e conquista de Jerusalén, propósito sobre el cual se formó esta empresa…”

La expedición española, que surcó las aguas hacia las Américas mediante tres carabelas, llevaban en sus velas la cruz patada del Temple. Como también lo haría con posterioridad las naves portuguesas de Vasco de Gama, luciendo también el pabellón templario. ¿Era una manera de hacerse reconocer de lejos a su llegada? ¿De demostrar que tenían “legalidad” para ser bien recibidos por los templarios?

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