© 2009-2019 La página templaria que habla de cultura, historia y religión - Especial 'Proceso de los templarios'

jueves, 17 de marzo de 2011

Organización y gobierno de los Templarios: IIIª parte


Desde la encomienda de Barcelona seguimos con el apartado dedicado a la organización del Temple y cuyo texto hemos extraído del libro “The Knights Templar” de la historiadora y especialista en la Orden del Temple, Mrs. Helen Nicholson.

Desde Temple Barcelona deseamos que su lectura os sea reconfortante.

En muchas cartas aparece una lista de testigos que estuvieron presentes cuando se llevó a cabo la donación, y que posteriormente podían testificar que la cesión se realizó según lo indicado en el documento. Esos testigos eran miembros del Temple y personas ajenas a la orden. En las casas más grandes se haría constar en las cartas únicamente los nombres de los principales templarios presentes, y los de inferior categoría serían indicados como “otros”. Por ejemplo, el 11 de agosto de 1198, en la encomienda de Rourell, Cataluña, un tal Berenguer Durán, que dice ser un asociado de la Orden del Temple, donó una parcela de tierra, en parte cultivada, que se encontraba en Robarroja. La cedía a doña Ermengarda d’Oluja, hermana de la Orden del Temple y por aquel entonces preceptrix (comendadora) de la casa de Rourell, y al hermano Raimón de Solsona, al hermano Juan, al hermano Guillermo Escansset, a Titborgs (una mujer) y a los hermanos y hermanas presentes y futuros. Al parecer, la casa de Rourell era muy grande y había en ella muchos hermanos para nombrar en la carta a todos los presentes, pero al menos hubo nueve.

La calidad de vida en una encomienda variaba dependiendo de la zona en que estaba y de su importancia. excepto en regiones sin leyes en las que reinaba la anarquía, como, por ejemplo, Irlanda y el sur de Francia, las casas no estaban protegidas por una muralla como los monasterios. Cuando estaban situadas lejos de las zonas fronterizas de la Cristiandad, no tenían depósitos de armas, lo que significaba que los hermanos quedaban expuestos a posibles ataques de sus vecinos violentos. La encomienda no era un lugar donde abundaran las riquezas; en su mayoría eran pequeñas, y todos los recursos que tenían eran enviados a Oriente.

Cuando a partir de octubre de 1307 los templarios comenzaron a ser detenidos, los funcionarios reales elaboraron un inventario de lo que encontraron en cada casa. Las capillas estaban muy bien provistas de objetos de plata y de los libros necesarios para los servicios y el mantenimiento de la vida religiosa: los maestres del Temple se sentían justamente orgullosos de la calidad de la observancia de los principios religiosos de su orden. Pero las casas propiamente dichas no estaban generalmente bien provistas de las comodidades de la vida, incluso en una época como aquélla, que no se caracterizó por la ostentación de mobiliario. El nivel de vida de los templarios era muy parecido al de los campesinos, que eran sus arrendatarios. En el inventario correspondiente a la pequeña casa de Llanmadoc, en la península de Gower, al sur de Gales, no aparece ningún tipo de mueble; tan sólo unos pocos utensilios de cocina y unos cuantos animales de establo, entre ellos dos bueyes muertos. También se encontraron objetos rotos por el suelo. Se suponía que el comendador, tras quedarse con lo imprescindible, debía enviar todos los ingresos sobrantes al maestre provincial para que éste los hiciera llegar a Oriente, en vez de utilizarlos para hacer la vida más confortable a los templarios.

La encomienda era la unidad básica de vida para los miembros de la orden en Europa. Los moradores de las encomiendas eran de distinta condición: unos eran templarios profesos, otros eran asociados o pensionistas de la orden y luego estaban los criados, que podían ser individuos libres contratados o siervos de la gleba. Los profesos eran capellanes, caballeros, sargentos o hermanos sirvientes (armados o no) y hermanas. Habían hecho los tres votos monásticos de pobreza (ningún bien personal), castidad (abstinencia sexual) y obediencia (a Dios por medio del maestre de la orden, su comendador más inmediato y la Regla de la orden). Los miembros asociados no habían hecho estos tres votos. […]

[…] La mayoría de los individuos que vivían en una encomienda en Occidente nunca entraron en combate contra el musulmán [excepto los que vivían en la península Ibérica], y tampoco se esperaba que lo hicieran. El papel de los capellanes era ofrecer ayuda espiritual a los miembros de la orden, decir misa y rezar. Los clérigos no debían mancharse las manos de sangre, de modo que se suponía que los capellanes no tenían que hacer uso de las armas. Los sargentos o hermanos sirvientes que no tomaban las armas hacían trabajos manuales de carpintería, herrería y albañilería, además de encargarse del cuidado de los animales. El cometido de los miembros asociados y las hermanas era rezar: la suya era una guerra espiritual, la guerra de todas las personas religiosas.

En virtud de la bula papal Omne Datum Optimum de 1139, se permitía que la orden tuviera hermanos clérigos que no dependieran de la autoridad del obispo local. Estos clérigos gozaban de una gran consideración entre los miembros de la orden, cuyos estatutos y retrais hacen constantes alusiones a ellos. No era necesario que pertenecieran a una familia de caballeros para ser nombrados capellanes.

Los demás miembros de la orden eran legos, a diferencia de las órdenes monásticas tradicionales en las que la mayoría de los hermanos profesos serían monjes. Los hermanos caballeros eran los más prominentes, aunque su número fuera muy inferior al de los hermanos sargentos. En teoría, eran los únicos que podían ocupar los cargos más importantes de la orden, aunque en la práctica algunos hermanos sargentos también lo hicieron. Jochen Burgtorf, por ejemplo, ha señalado que Pedro de Castellón, tesorero de la orden a comienzos del siglo XIV, era un hermano sargento, no un hermano caballero.

Hemos señalado que, cuando se creó la Orden del Temple, algunos comentaristas la consideraron representante de lo que una caballería debía ser en realidad: era la forma más perfecta de una caballería. Fuera o no acertada esa observación, lo cierto es que los ideales de la caballería no dejaron de evolucionar después de que se creara la orden, y a comienzos del siglo XIII, los caballeros afirmaban que podían servir a Dios como individuos por el simple hecho de ser caballeros y que no necesitaban ingresar en una orden religiosa. El ideal de los templarios de trabajar para Dios en comunidad seguía siendo aceptado como una forma que tenían los caballeros de servir a Dios, pero evidentemente no la única.

Los templarios, más que incidir en el desarrollo de la caballería, se vieron afectados por él. Su imagen fue uno de los aspectos que más sufrió esa influencia. La cultura de la caballería exigía que un caballero tuviera un elevado grado de autoestima. Las personas ajenas a ella lo consideraban un exceso de orgullo. Todas las órdenes militares supranacionales fueron acusadas de exceso de orgullo, un pecado muy propio de la caballería. La política de admisión de caballeros que seguía la orden fue otro de los aspectos que sufrió esa influencia. En el siglo XIII, como convertirse en caballero resultaba cada vez más difícil y oneroso, pocos hombres estaban preparados para ello. Como únicamente los nobles podían afrontar ese gasto, la caballería tenía que ser un signo de nobleza. No todos los caballeros pertenecían a la alta nobleza, pero todos se consideraban miembros de un estrato social superior al de los mercaderes, que se veían obligados a mentir y a engañar para hacer dinero, y al de los clérigos, que nunca se ensuciaban las manos. Durante el siglo XIII, las órdenes militares empezaron a insistir en que únicamente los hijos de caballeros o hijas de caballeros podían ingresar en la orden en calidad de hermanos caballeros, y las sentencias recogidas en la Regla del Temple hablan del caso de un hermano caballero que fue degradado porque por sus venas no corría sangre de caballero.

Los hombres de condición social inferior ingresaban en las órdenes militares para mejorar en la vida. Los hermanos fueron utilizados a menudo como funcionarios de reyes y papas, y los comendadores y oficiales podían llegar a ejercer un poder y una autoridad notables. Para un joven guerrero perteneciente a una familia no noble de caballeros o a una familia de condición social ligeramente inferior a la de un caballero, estas órdenes suponían una vía de ascensión en la escala social por medio del trabajo constante y la dedicación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario