Desde la encomienda de Barcelona queremos recuperar un texto del historiador francés Michel Lamy, de su libro “La otra historia de los templarios”, en el cual trata sobre algunos de los “santos templarios” caídos en el olvido, al mismo tiempo que nos habla sobre el carnaval templario.
Deseamos sea de vuestro agrado.
San Vicente: Daciano le hizo torturar. Aunque fue azotado con vergas y recibió bastonazos, no parece que sufriera por ello. Entonces, le hundieron unos rastrillos de hierro hasta el fondo de las costillas sin gran efecto. Le hicieron asar sobre una parrilla y al mismo tiempo le perforaron por todas partes con hojas metálicas. Arrojaron incluso sal en el fuego a fin de que saltara sobre cada una de sus heridas, causándole quemaduras más crueles aún si cabe. Por más que se le salían las tripas del cuerpo, él seguía sin exteriorizar ningún sufrimiento. Entonces le acostaron sobre unos rejones muy puntiagudos y le clavaron los pies a u poste. Pero unos ángeles le tomaron bajo su guarda. Dejaron de torturarle y fue entonces cuando murió. Daciano quiso vencerle tras su muerte haciéndole devorar por unos monstruos marinos. Su cuerpo fue atado a un madero y arrojado al mar. Volvió a salir de él y pudo ser inhumado. Vicente había vencido al fuego y al agua.
San Blas: curioso personaje éste, al que los templarios dedicaron particularmente la capilla de Balan, en Val-de-Loire y la de Forêt-du-Temple, en Creuse.
Tras haber recibido el episcopado, se retiró a una cueva del monte Argeo donde llevó una vida de ermitaño, alimentado por los pájaros. El emperador envió a sus soldados a apresar a Blas. Éste fue golpeado y arrojado en prisión. Ahora bien, una viuda a la que Blas había devuelto su cerdito que un lobo le había arrebatado, vino a ver al santo prisionero. Ésta había matado el cerdito y le traía los pies…y la cabeza cortada, así como también pan y una candela.
Sacaron a Blas de la prisión, le colgaron de un árbol y le desgarraron con unos rastrillos de hierro, para seguidamente encerrarle de nuevo. Siete mujeres le siguieron y fueron recogiendo por el camino las gotas de la sangre que aquél iba derramando. Luego fueron a arrojar las estatuas de los ídolos dentro de una laguna. El gobernador hizo preparar plomo fundido, unos rastrillos y siete corazas calentadas al rojo vivo y las mujeres fueron sometidas a suplicio. Tras lo cual, se les…cortó la cabeza antes de decapitar al propio Blas.
Hay que señalar asimismo que, en lengua celta, bleiz significa lobo. Está emparentado también con el vocablo germánico blasen, soplar. Por eso San Blas es el señor de las tempestades. Los marinos escandinavos celebraban su fiesta y junto con él la del lobo, el que arrebatara el cerdito en su leyenda. Estando como estaba vinculado al lobo, lo estaba también, por supuesto, a la luz que surge de las tinieblas.
Por lo que se refiere a los constructores hay que indicar que los canteros tomaron a San Blas por patrón. Fue también el de los vinateros, que le asociaron a San Vicente en sus festividades.
Digamos, por último, que, según Justiniani, un pendón de los templarios estaba adornado con una cruz de gules en cuyo centro figuraba pintada una imagen de San Blas.
San Antón: retirado al desierto, recibió la visita de numerosos demonios venidos a tentarle. En cierta ocasión quiso esconderse en una tumba para escapar de ellos, lo que no impidió sin embargo que le molieran a palos. Los diablos no cesaban de atormentarle y, de no ser por el apoyo moral de los ángeles, no habría podido resistirlo sin duda. Murió en santa paz a la edad de ciento cinco años.
Ahora bien, Antón, Blas y Vicente tienen sus fiestas el 17 de enero, el 3 de febrero y el 22 de enero respectivamente, tres fechas que están estrechamente ligadas al ciclo del carnaval.
Éste comenzaba con las “fiestas de los locos”, que venían después de Navidad. Durante las de San Esteban, San Juan y los Santos Inocentes, se producía una verdadera inversión de valores. Se recomendaba a las autoridades, con su consentimiento, y se actuaba como si el mundo estuviera “patas arriba”, como si se viviera en un mundo al revés. ¿No tenía lugar ello en el período del año en que el sol apenas si comenzaba a reanudar su carrera para salir triunfante de las tinieblas? El asno, animal de Set, era asociado a menudo a estas fiestas de los locos. Tal era también el caso del gallo, pues los locos de carnaval llevaban con frecuencia un gorro rematado en una cabeza o cresta de gallo: el coqueluchon (la caperuza).
Sin embargo, la parte más interesante de lo que constituía el carnaval propiamente dicho era la última quincena de enero y la primera de febrero con el Martes de Carnaval y todas las fiestas que le acompañaban.
Comenzaba con la de San Antón y se extendía hasta la de la “cátedra de San Pedro”, el 22 de febrero.
San Vicente y San Blas eran la ocasión para festejar el vino. Ceremonias báquicas sumamente explícitas para aquellos capaces de entender el oráculo de la diosa botella.
Acompañado de su cerdo, San Antón formaba parte de los personajes del carnaval.
Este período está simbólicamente ligado al viaje de las almas tras la muerte y todos los ritos que se desarrollan en él deben ser analizados en este sentido. Así las fiestas de los locos, en tanto que inversión, corresponden a un descenso a los infiernos, en el mundo del revés. El cerdo-materia de San Antón será sacrificado, degollado, casi ritualmente, pero el santo lleva el bastón en forma de tau. Y es el signo del tau el que, en el Éxodo y en Ezequiel, marca en la frente a los elegidos y protege del ángel de la muerte. Y Antón, el 17 de enero, puede hacer triunfar sobre los Infiernos, pues él es señor del fuego y en ese sentido cura una enfermedad llamada “fuego de San Antón”. (Ergotismo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario