Continuando con el listado de los diez progresos más importantes de la humanidad, hoy hablaremos de la repercusión de los avances tecnológicos.
Esperamos sea de vuestro agrado.
Frente a los románticos, a la clase intelectual que destroza las máquinas, a los que suplican el regreso a lo primitivo, nosotros cantamos las alabanzas de las herramientas, los motores y las máquinas, que hicieron esclavo al hombre y lo están liberando. No tenemos que estar avergonzados de nuestra prosperidad. Es bueno que las comodidades y oportunidades, que en un tiempo estaban confinadas a los nobles, hayan sido convertidas, por la empresa, en prerrogativas de todos. Era necesario extender el ocio. Estos inventos multiplicadores son los nuevos órganos con los que controlamos nuestro entorno: no necesitamos que crezcan en nuestros cuerpos, como han de hacer los animales; nosotros los fabricamos y los utilizamos, y luego los dejamos de lado hasta que volvemos a necesitarlos. Hacemos crecer unos brazos gigantescos que construyen en un mes las pirámides que en un tiempo consumieron a un millón de hombres; nos fabricamos unos grandes ojos que buscan las estrellas invisibles del cielo y unos ojos pequeños que fisgan en las células invisibles de la vida; hablamos, si queremos, con voces calladas que llegan al otro lado de los continentes y los mares; nos movemos por la tierra y por el aire con la libertad de dioses intemporales. No hay deuda de que la sola velocidad no vale nada: es un símbolo del valor humano y de la voluntad persistente que el avión tenga su más alto significado para nosotros: encadenados durante mucho tiempo a la tierra, como Prometeo, por fin nos hemos liberado y ahora podemos mirar al águila a la cara.
No, esta nueva tecnología no nos conquistará. El que la maquinaria que nos rodea nos haya derrotado en la actualidad es una cosa transitoria, un alto en nuestro progreso visible a un mundo sin esclavos. La labor humilde, que degradaba tanto al amo como al siervo, ha sido levantada de encima de los hombros humanos y colocada en unos músculos incansables de hierro y acero. Pronto cada cascada y cada viento derramarán su energía benéfica en fábricas y hogares, y el hombre quedará libre para poder dedicarse a las tareas de la mente. Lo que liberará al esclavo no es la revolución, sino la invención.
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