Queremos compartir un texto del escritor y periodista español, Jesús Ávila Granados, de su libro "La mitología templaria", que trata un tema interesante dentro de la simbología templaria: la rueda.
Esperamos sea de vuestro agrado.
Numerosos investigadores de todas las épocas (desde Nicolás de Cusa hasta fulcanelli) han coincidido en señalar la importancia cósmica de la rueda en la vida de las civilizaciones. Existen, sin embargo, numerosos tipos de ruedas a las que las culturas han rendido homenaje: la rueda de la Fortuna (el décimo arcano del tarot, símbolo de lo inestable y de lo no permanente), la rueda de la Ley, la rueda del Zodíaco, etc.
La rueda posee la perfección sugerida por el círculo, pero con cierta valencia de imperfección, pues se refiere al mundo del porvenir, de la creación continua y, por tanto, de la contingencia y lo perecedero. El mundo es como una rueda dentro de una rueda, una esfera dentro de una esfera, según el pensamiento del filósofo alemán Nicolás de Cusa (1401-1464), autor del tratado De docta ignorancia.
La rueda, como el ala, es un símbolo privilegiado del desplazamiento, de la superación de las condiciones del lugar y del estado mental que le es correlativo. Es un símbolo solar en la mayor parte de las tradiciones: ruedas encendidas desplomándose de las alturas del solsticio de verano, procesiones luminosas desarrollándose sobre las montañas en el solsticio de invierno, ruedas llevadas sobre carros con ocasión de fiestas, ruedas esculpidas sobre las puertas, ruedas de la existencia, etc. Numerosísimas creencias, fórmulas y prácticas asocian la rueda a la estructura de los mitos solares.
El simbolismo muy extendido de la rueda resulta a la vez de su disposición radiante y de su movimiento. La rueda se revela como un símbolo del mundo, siendo el cubo el centro inmóvil, el principio, y la llanta la manifestación que emana de él por un efecto de radiación. No es extraño, por lo tanto, ver en numerosas viviendas medievales, en la jamba derecha de la puerta de entrada, una rueda de seis u ocho radios grabada. Los radios indican la relación de la circunferencia con el centro. La rueda más simple tiene cuatro radios: es la expansión según las cuatro direcciones del espacio, pero también el ritmo cuaternario de la luna y de las estaciones. La rueda de seis radios remite de nuevo al simbolismo solar, también evoca el crismón de los primeros siglos del cristianismo, y puede considerarse como la proyección horizontal de la cruz de seis brazos. La rueda más frecuente tiene siempre ocho brazos: son las ocho direcciones del espacio, evocadas igualmente por los ocho pétalos del loto, con el cual la rueda se identifica. Los ocho pétalos u ocho radios simbolizan igualmente la regeneración, la renovación. No es una casualidad que uno de los símbolos más enigmáticos y emblemáticos de los templarios sea la cruz de Ocho Beatitudes, porque constituye una cruz inscrita en un círculo, provista de ocho radios. La cruz bermeja templaria, que podía ser pateada o redonda con florones, es una variante clarísima de la cruz celta, símbolo solar, expresión de fusión y mezcla; sus brazos iguales nada tienen que ver con la cruz latina del sacrificio.
Por semejanza con el círculo, la rueda es también un símbolo celeste, en relación con la noción de centro. Otro simbolismo muy cercano al de la rueda es el de la espiral, que con sus movimientos alternativos de evolución y de involución corresponde al solve et coagula.
La rueda zodiacal aparece también en todas partes. Etimológicamente, zodiaco significa “rueda de la vida”. Más tarde, el zodíaco adquiere significación solar, pero primitivamente era lunar; los antiguos babilonios lo llamaban Casa de la Luna, y los primeros árabes Cinturón de Ishtar.
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