Continuando con la lista de los diez progresos más importantes de la humanidad, hoy le toca el turno a la ciencia. Deseamos desde la encomienda de Barcelona, que sea de vuestro agrado.
Buckle tenía razón en gran medida: progresamos sólo en conocimiento y estos otros dones están enraizados en el lento esclarecimiento de la mente. Aquí, en la nobleza sin títulos de la investigación y en las silenciosas batallas que se libran en los laboratorios, hay una historia ideal para equilibrar las trapacerías de los políticos y la fútil barbarie de la guerra. Aquí el hombre se halla en su mejor momento y a través de la oscuridad y de la persecución, va subiendo sin cesar hacia la luz. Véale de pie en un pequeño planeta, midiendo, pesando, analizando constelaciones que no puede ver; prediciendo las vicisitudes de la Tierra, el sol y la luna, y siendo testigo del nacimiento y la muerte de los mundos. O aquí hay un matemático que en apariencia no es nada práctico, siguiendo la pista a nuevas fórmulas a través de laboriosos laberintos, limpiando el camino para una interminable cadena de inventos que multiplicarán el poder de su especie. He aquí un puente: cien mil toneladas de hierro suspendido de cuatro cuerdas de acero que cuelgan valientemente de costa a costa y soportando el paso de innumerables hombres; se trata de una poesía tan elocuente como las que Shakespeare pudo escribir jamás. O piense en ese edificio que parece una ciudad y que se alza atrevido hacia el cielo, protegido contra toda fuerza por el valor de nuestros cálculos y brillando como el granito repleto de diamantes de la noche. En la física hay nuevas dimensiones, nuevos elementos, nuevos átomos y nuevos poderes. Aquí, en las rocas, está la autobiografía de la vida. Aquí, en los laboratorios, la biología se prepara para transformar el mundo orgánico, tal como la física transformó la materia. En todas partes se encuentra uno estudiando a esos hombres sin pretensiones y sin recompensa; uno casi no puede entender dónde encuentra su devoción, su fuente y su alimento; morirán antes de que los árboles que plantan den fruto para la humanidad. Pero siguen adelante.
Sí, es cierto que esta victoria del hombre sobre la materia todavía no ha igualado a ninguna victoria del hombre sobre sí mismo. En este caso, el argumento para el progreso tropieza de nuevo. La psicología casi no ha empezado a comprender, y mucho menos a controlar, la conducta y el deseo humano; está mezclada con misticismo y metafísica, con psicoanálisis, conductismo, mitología glandular y otras enfermedades de la adolescencia (declaraciones cuidadosamente modificadas, hechas únicamente por psicólogos de los que nadie oye hablar jamás; en muchos países, la pasión democrática por declaraciones extremas convierte cada ciencia en una moda). Pero la psicología vivirá más que estas enfermedades y tormentas; madurará, como las ciencias más antiguas, por las responsabilidades que acomete. Si llegara otro Bacon para hacer un mapa de su territorio, aclarar los métodos y objetivos adecuados de su ataque y señalar los “frutos y poderes” que ganara, ¿quién de nosotros –sabiendo las sorpresas que da la historia y la tenacidad de los hombres- se atrevería a establecer límites a los logros que pueden resultar de nuestro creciente conocimiento de la mente? Ya en nuestros días, el hombre está dando la vuelta completa partiendo de su entorno rehecho y empezando a volver a hacerse a sí mismo.
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