Queremos compartir desde la encomienda de Barcelona, un texto de uno de los mayores escritores sobre espiritualidad más importante de inicios del siglo XX, el Sr. Emmet Fox.
En este caso le corresponde el turno a la Oración de oraciones: El Padrenuestro; recogida del libro “El Sermón de la Montaña”, cuya primera edición fue publicada en el año 1934.
Desde este humilde rincón deseamos que sea de vuestro agrado.
Imagen de Emmet Fox
El Padrenuestro es el más importante de todos los documentos cristianos. Fue concebido cuidadosamente por Jesús con ciertos fines muy precisos. Es por eso que el Padrenuestro es la más conocida y citada de todas sus enseñanzas. En efecto, es el denominador común de todas las iglesias cristianas. Cada una, sin excepción, usa el Padrenuestro, siendo tal vez el único terreno en el que todas coinciden. A cada niño cristiano se le enseña el Padrenuestro, y cada cristiano que ora lo dice casi todos los días. Es probable que su uso exceda al de casi todas las oraciones juntas. El que trata de seguir el Camino trazado por Jesús debe sin duda usar el Padrenuestro todos los días, y usarlo inteligentemente.
Para llevar a cabo esto, hemos de entender que el Padrenuestro es una totalidad orgánica cuidadosamente organizada. Muchas personas la dicen rápidamente como loros, olvidando la advertencia de Jesús de que no incurriésemos en repeticiones vanas; y, por supuesto, así no es posible sacar ningún provecho de ella.
La Gran Oración es una fórmula compacta para el desarrollo del alma. Fue compuesta con infinito cuidado para ese fin, de manera que aquellos que la usen regularmente comprendiéndola, experimenten un verdadero cambio en el alma. No hay más progreso que este cambio, llamado en la Biblia “nacer de nuevo”. Y es este cambio en el alma la única cosa que importa. La mera adquisición por la vía intelectual de conocimientos nuevos, no opera cambio alguno en el alma; el Padrenuestro está preparado especialmente para efectuar ese cambio, y jamás deja de hacerlo cuando se usa regularmente.
Cuanto más se analiza el Padrenuestro, tanto más maravillosa parece su construcción. Responde a la necesidad de cada persona en cualquier plano que se encuentre. No solamente ofrece un rápido desarrollo espiritual a aquéllos que han avanzado lo bastante para captarlo, sino que también en su sentido superficial provee a los más sencillos y hasta a los más materialistas, lo que necesiten en el momento, con tal que usen la Oración sinceramente.
Esta oración, la más grande de todas, tiene aún otra finalidad no menos importante. Jesús previó que, en el curso de los siglos, su enseñanza sencilla y primitiva sería gradualmente cubierta por toda suerte de cosas exteriores que nada tiene que ver con ella. Previó que hombres que no le habían conocido, confiando, sinceramente sin duda, en su propia mente limitada, construirían teologías y sistemas doctrinales, ofuscando la simplicidad directa del mensaje espiritual, y en realidad levantando una muralla entre Dios y el hombre. Él compuso la Oración de tal manera que pasaría a través de las edades sin sufrir alteración. La ordenó con acierto perfecto, a fin de que no pudiese ser torcida o distorsionada, ni adaptada a ningún sistema hecho por hombres; a fin de que llevase realmente dentro de sí todo el mensaje cristiano, y que sin embargo no presentase en la superficie nada que pudiera atraer la tentación de los que tuvieran el hábito de cambiarlo todo. Así, a través de todas las vicisitudes de los siglos de historia cristiana, esta oración ha llegado hasta nosotros en toda su prístina pureza.
La primera cosa que notamos es que la Oración se divide naturalmente en siete cláusulas. Esto es muy característico de la tradición oriental. El número siete simboliza la perfección del alma individual, así como el número doce simboliza la armonía de todos los miembros de un grupo. En el uso corriente encontramos muchas veces una octava cláusula añadida –“Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria”- pero aunque ésta, es una excelente afirmación, no es en verdad una parte de la Oración. Las siete cláusulas están unidas con el mayor cuidado, en perfecto orden y secuencia, y contienen todo lo que el alma necesita para su propia vida.
Hasta aquí llega el interesante texto introductorio de Emmet Fox, quien fuese Ministro de la Ciencia Divina.
Ciertamente, han habido muchos autores que han tratado con profundidad el Padrenuestro, línea a línea, tal y como publicase el Sr. Fox allá por el año 1934. También lo ha hecho el actual Papa Benedicto XVI, donde apreciamos algunas diferencias con respecto a Emmet Fox, en su libro “Jesús de Nazaret”, y donde tales puntos de vista serán tratados próximamente en esta página, debido a la importancia que tiene para todos los cristianos el “Padrenuestro”.
Nosotros no vamos ni a polemizar, ni a dar nuestra particular visión sobre la Oración que Jesús trasmitió a sus discípulos para poder dirigirse al Padre. Pero sí que vamos a recuperar el Padrenuestro que rezaban todos los templarios, allá donde estuviesen. Existe una diferencia importante en la añadidura del “octavo precepto” que se utiliza en la actualidad, tal y como refleja Fox en su libro: “Porque tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria”. Los caballeros de la Orden del Temple, al concluir la oración en latín, añadían “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”; mientras se santiguaban.
A continuación, os facilitamos el Padrenuestro que rezaban los templarios, divididos en los siete preceptos que Jesús dio a conocer, junto con el octavo, que no es más que una alusión a la Santísima Trinidad, representado en el abrazo trinitario que se intercambiaban los templarios a modo de saludo (vulgarmente conocido como Triple Abrazo Templario):
1.Pater Noster, qui es in caelis:
2.Sanctificetur Nomen Tuum;
3.Adveniat Regnum Tuum;
4.Fiat voluntas Tua, sicut in caelo et in terra.
5.Panem nostrum quotidianum da nobis hodie;
6.Et dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
7.Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a Malo.
8.In nómine Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti. [Amén].
Traducción:
1.Padrenuestro, que estás en los cielos:
2.Santificado sea tu Nombre;
3.Venga a nosotros tu Reino;
4.Hágase tu voluntad así en el cielo y en la tierra.
5.El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy;
6.Y perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores;
7.Y no nos dejes caer en la tentación, y sí líbranos del Maligno.
8.En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. [Así Sea].
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