Desde la encomienda de Barcelona, queremos tratar un tema del escritor y periodista, Jesús Ávila Granados, de su libro “La mitología templaria”; en el cual aborda un interesante tema sobre la interpretación de los templarios de sus altares sagrados.
Deseamos que el artículo sea de vuestro agrado.
El simbolismo de la montaña es múltiple, por su verticalidad se relaciona con el cielo y, al mismo tiempo, con los poderes tectónicos de la tierra; precisamente sobre sus cumbres, que suelen ser planas, en forma de altar, las civilizaciones antiguas solían alzar sus aras, como puntos de energía positiva, en donde recargar de fuerzas sobrenaturales a quienes allí subían a orar a sus divinidades. Estos lugares abundan en toda la geografía hispana, y muchos de ellos han sido perpetuados a lo largo del tiempo, gracias a los templarios, que no dudaron en levantar en tales puntos de poder sus iglesias o conventos.
El altar –ara- representa el microcosmos catalizador de todo lo sagrado, a través del cual llevar a cabo la transmisión a los fieles de las esencias más profundas del espíritu; porque el altar es el lugar en donde lo sagrado se condensa con la mayor intensidad. Todo el conjunto cósmico que representan arquitectónica, escultórica y espacialmente el templo y el universo, se reproduce en miniatura en el altar. Sobre el ara, o próximo a ella, tiene lugar el sacrificio o, lo que es lo mismo, la transformación en lo sagrado; simboliza el centro del mundo y está en estrecho contacto con el universo; por ello, en la mayoría de los casos, los altares se hallan en lugares elevados, en relación con el entorno circundante.
Los templarios, bien conocedores de la importancia de estos microcosmos sagrados, como eran los altares, elevados en los tiempos más remotos por los pueblos tanto de las civilizaciones del mundo mediterráneo como de tradición céltica y germánica, supieron muy bien hacer coincidir, en esos lugares de energía y poder, muchas de sus construcciones religiosas, sacralizándolas todavía más. Numerosos son los ejemplos que lo confirman, repartidos por toda la geografía hispana, como veremos más adelante en el apartado La geografía esotérica de la España templaria.
El ara, además, se concentra el inicio de movimiento de la espiral que, desde el centro del mundo, mueve el cosmos, simbolizando la espiritualización progresiva de todo el universo.
Desde los altares polilobulados de piedra del Antiguo Egipt (h. 2400 a.C.), hasta las construcciones judías concebidas como holocaustos (siglo VII a.C.), regadas sus piedras con el aceite sagrado (óleum), muchos fueron los modelos que sirvieron de inspiración a los templarios para concebir sus aras sagradas, en las que coincidían los espacios energéticos. Sin embargo, sus altares, lejos de la grandiosidad espacial, tuvieron otros modelos que sirvieron de inspiración a los templarios para concebir sus aras sagradas, en las que coincidían los espacios energéticos. Sin embargo, sus altares, lejos de la grandiosidad espacial, tuvieron otros modelos mucho más modestos, basados en las piedras que, en tiempos protohistóricos, los pueblos mediterráneos y atlánticos alzaron a sus divinidades, como se demuestra al ver los altares que, en forma de mesa de cinco apoyos, en bloque o tipo arca, acostumbraban a levantar los caballeros del Temple.
En el castillo del Valderrobres (Teruel), por ejemplo, fueron los templarios quienes, en el siglo XIII, envolvieron de murallas una colina que domina el meandro que allí forma el río Matarraña, sobre la cual los pueblos de la Antigüedad alzaron su ara de adoración a las divinidades celestiales. Por lo tanto, aprovecharon muy bien la roca sagrada, para, sin destruirla, asegurarse de su conservación con el recinto amurallado, para seguir manteniendo sagrado el lugar; al lado del castillo, no es extraño que se construyera la iglesia. Los calatravos, más tarde (siglo XIV) continuadores de los templarios, también mantuvieron la roca como lugar sagrado. Al norte de esta misma comarca del nordeste de Teruel, en el municipio de Calaceite, hay otra ara de poder energético, conocida como la Roca Caballera. Esta singular piedra, en forma de mesa, desprendida de una roca basculante superior, conserva sobre su losa unos diez orificios, los cuales muy bien podrían haber sido realizados para seguir las constelaciones astrales y los equinoccios y solsticios del sol y la luna, así como otros simbolismos ocultos. Esta piedra siguió siendo sagrada hasta finales del siglo XIV, por los calatravos, continuadores de las pautas establecidas por sus antecesores los templarios, quienes celebraron misas en este altar hasta su condena por la Iglesia.
En la iglesia templaria de San Pedro de Caracena (Soria), en el altar, tras la caída en desgracia de la Orden del Temple, se grabó una inscripción condenatoria por la Iglesia: Pertenebat ad malam sectam (“perteneciente a la secta mala”), calificando de esta forma a los templarios como heréticos; con ello, además, el cristianismo condenaba, de algún modo, a quienes orasen en ese altar, considerado por el ministerio eclesiástico como impío.
Buenas tardes,
ResponderEliminarDesconozco los antiguos usos de la roca Caballera de Calaceite, pero por nuestras averiguaciones, no se puede decir que las marcas que hay en ella esten alineadas con las salidas del sol en los solsticios.
Si que parece que haya otras coincidencias geometricas, pero puede que sean solo coincidencias.
Se puede consultar algo de nuestra informacion grafica en youtube.
Un saludo.