Queremos tratar un aspecto importante sobre
Para ello hemos encontrado interesante compartir con todos vosotros un texto del sacerdote y monje cisterciense, licenciado en Teología, padre Francisco Rafael de Pascual. El libro donde publicó el siguiente texto, fue “Codex Templi”.
Deseamos desde la encomienda de Barcelona, que su lectura sea de vuestro agrado.
La espiritualidad auténtica y genuina destemple está en el tratado de San Bernardo sobre
Cuando Hugo de Payns recurre a San Bernardo, no lo hace sin pensar; el Císter representaba entonces el argumento más seguro al que aferrarse para avalar y solventar una nueva aventura espiritual en
La organización del Císter y su monasterios presentaba un atractivo mayor que el meramente militar y logístico de las milicias de entonces. La estructura de gran unidad de
En segundo lugar, la orden cisterciense contaba con una espiritualidad y una mística fundamentadas en la Biblia, en una antropología del crecimiento espiritual y del combate contra el mal muy acordes con los ideales de las cruzadas y de la defensa de la cristiandad. La interpretación mística y alegórica de las Escrituras había calado profundamente en los caballeros que partían para las cruzadas, los que estaban deseosos de hacerlo y en los que volvían de ellas.
En tercer lugar, la espiritualidad cisterciense no era en absoluto “evasiva”, sino muy enraizada en las experiencias y realidades del hombre medieval. El Temple pronto imitaría muchas notas de esta espiritualidad: los rituales de iniciación y emisión de votos, el gusto por la dimensión sobrenatural y mística de la vida humana y sus acciones, el amor a las virtudes heroicas y la exaltación de la muerte y el Más Allá.
No es una mera coincidencia que
Respecto a esa “nueva milicia” surgida en Jerusalén, Bernardo de Claraval la considera “nueva” porque no se corresponde con ninguna de las dos alternativas conocidas de milicias: la puramente secular, que se enfrenta “con las armas a un enemigo poderoso”, según sus propias palabras, y la puramente espiritual, que presenta “batalla al mal y al demonio con la firmeza de la fe”, que San Bernardo ve representada por los monjes.
El elemento distintivo de esa “nueva milicia” reside en la conjunción de ambos objetivos, “combatiendo a la vez en un doble frente, contra los hombres y contra las fuerzas del mal”.
Del soldado de esta milicia, Bernardo dice que “ciñe la espada, valiente, y actúa noblemente en su lucha espiritual, […] que reviste su cuerpo con la armadura de acero, y su espíritu con la coraza de la fe, […] es el verdadero héroe que puede luchar con seguridad en todo trance; […] defendiéndose con esta doble armadura, no puede temer ni a los hombres ni a los demonios…”.
San Bernardo alaba aquí realmente la excepcionalidad de la nueva milicia, consistente en la integración o yuxtaposición de lo religioso y lo temporal.
Nótese que a las expresiones tan corrientes en las epístolas de San Pablo, evocadoras de una “milicia espiritual” (“coraza de la fe” o “de la justicia”, “yelmo de la esperanza”, o “de la salvación”, “armadura de Dios”, “escudo de la fe”, “espada del espíritu”), siempre en sentido simbólico, San Bernardo agrega aquí la “armadura de acero”, como referente de la lucha real por la vida en el mundo.
Por otra parte, ciertamente, esa “integración” o “yuxtaposición” del monje y del soldado expresa claramente la “novedad” que San Bernardo ve y admira en la “nueva milicia”, como dijimos al principio. Y en cuanto a la coexistencia de “la mansedumbre del monje con la intrepidez del soldado”, puede considerarse perfectamente lógica dentro de esa integración y del “ora et labora” benedictino.
Es decir, San Bernardo ve a los caballeros templarios imbuidos de “celo del Templo”, que es lo contrario de la desidia o el relajamiento; los considera convencidos de la indignidad de amparar intereses extraños en lo que debe ser, por encima de todo, casa de oración y de unión con Dios. Y convencidos también de que, frente a aquella profanación de los mercaderes del Templo, era “ más indigna e intolerable la profanación del santuario por los actuales infieles”. Hoy podría decirse exactamente lo mismo, pensando en la actual hipocresía y permisividad, y en los subterfugios tan propios de nuestra época, que, en nombre de la libertad, de los derechos humanos, etcétera, tratan de justificar lo injustificable.
En cuanto a
Antes del ingreso, se le dice al pretendiente, entre otras cosas: “No debéis buscar la compañía de
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