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jueves, 9 de septiembre de 2010

Símbolos cristianos: el Agua


Continuamos desde la encomienda de Barcelona con el apartado dedicado a los símbolos propios del cristianismo. Hoy le toca el turno al agua.


Deseamos que su lectura la encontréis amena.


A nadie de nosotros se nos escapa la importancia que tiene el noble líquido universal para la vida. Sin este fluido, desde el punto de vista biológico, sería imposible que existiese vida en nuestro querido planeta.


El agua también nos sirve no sólo para sobrevivir, sino que también la hacemos servir para limpiar nuestro cuerpo. Es por tanto un elemento purificador, que los cristianos utilizamos también en nuestro primer sacramento: el bautismo.


Jesús, era consciente que a la hora de explicar las palabras y el objetivo del “Padre”, debía utilizar elementos y escenas conocidos, para que los conceptos fuesen comprendidos fácilmente. Buena muestra de ello en relación a las enseñanzas de Jesús con el agua, fue la conversación que el cuarto evangelio recoge:


Jesús dijo a la samaritana: “Todo el que bebe de esta agua volverá a tener sed; en cambio, el que beba del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed sino que esa agua se convertirá en su interior en un manantial capaz de dar vida eterna”. Exclama entonces la mujer: “Señor, dame de esa agua; así ya no volveré a tener sed”.(Jn 4, 13-15)


Reflexionemos sobre estas palabras de Jesús a la samaritana. Para ello tendremos en cuenta las palabras que dedica nuestro actual Papa Benedicto XVI a este texto apostólico.


Inmediatamente después, en el capítulo 4, encontramos a Jesús junto al pozo de Jacob: el Señor promete a la Samaritana un agua que será, para quien beba de ella, fuente que salta para la vida eterna (cf. 4,14), de tal manera que quien la beba no volverá a tener sed. Aquí, el simbolismo del pozo está relacionado con la historia salvífica de Israel. Ya cuando llama a Natanael, Jesús se da a conocer como el nuevo y más grande Jacob: Jacob había visto, durante una visión nocturna, cómo por encima de una piedra que utilizaba como almohada para dormir subían y bajaban los ángeles de Dios. Jesús anuncia a Natanael que sus discípulos verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre Él (cf. 1, 51). Aquí, junto al pozo, encontramos a Jacob como el gran patriarca que, precisamente con el pozo, ha dado el agua, el elemento esencial para la vida. Pero el hombre tiene una sed mucho mayor aún, un sed que va más allá del agua del pozo, pues busca una vida que sobrepase el ámbito de lo biológico. (Jesús de Nazaret, pág. 252-253 – Joseph Ratzinger).


Continuemos todos pidiéndole a Nuestro Salvador, que cada día nos otorgue una gota del Agua de la Vida.

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