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viernes, 24 de septiembre de 2010

Personajes de la Biblia: Simón Pedro


Queremos hoy viernes, compartir un texto del profesor de teología, J.R. Porter, en la sección que hemos llamado: “Personajes de la Biblia”. Esta vez hemos elegido dos hechos importantes recogidos en el Nuevo Testamento; la conversión de Cornelio ante el apóstol San Pedro y el debate sobre si todos los alimentos son puros para los hombres.


Para ello, el texto lo hemos extraído del libro “La Biblia”, efectuado por el profesor de teología, citado anteriormente.


Desde la encomienda de Barcelona, confiamos que su lectura la encontraréis interesante.


Escena de la prédica de Pedro ante el centurión Cornelio.


En Hechos 10 se cuenta que, en Cesarea, Pedro convirtió al centurión romano Cornelio. Para el autor de Hechos fue un hito importante en la difusión del mensaje cristiano: la narración de Lucas atribuye a Pedro la difusión de la misión a los gentiles y muestra la habilidad con que defendió sus actos pese a las objeciones de los judeocristianos de Jerusalén.


El relato de Lucas se ocupa de dos cuestiones afines a las que la Iglesia tuvo que hacer frente en su primera época. Una se refería a si los no judíos podían convertirse en miembros de la Iglesia y en qué condiciones. Para los judeocristianos –por ejemplo, para la más antigua comunidad de Jerusalén-, el único elemento que distinguía a los cristianos de los judíos era el reconocimiento de Jesús en tanto que Mesías. Seguían sometidos a la Ley judía y los gentiles que se convertían en creyentes debían aceptar la totalidad de sus disposiciones, sobre todo la circuncisión. Este asunto fue una grave fuente de conflictos para los no judíos y un tema con el que Pablo tuvo que lidiar, concretamente en la carta a los Gálatas.


La otra cuestión se refería a con quiénes se compartía la mesa. En esta fecha, las reglamentaciones insistían en la ingestión de carne kosher, y la estipulación de los animales que podían comerse era una característica fundamental del judaísmo. Además, los judíos tenían prohibido compartir la mesa con los gentiles que no respetasen dichas reglas. Este aspecto creaba problemas cuando los judíos y los cristianos gentiles se reunían, sobre todo en relación con la eucaristía o cuando compartían la comida.


Algunos integrantes de la primera Iglesia consideraron que Jesús había establecido un nuevo orden que superaba la aplicación estricta de las leyes de la alimentación judía. En el Evangelio según Marcos, Jesús afirma “que nada de los externo que entra en el hombre puede contaminarlo” (Mc 7, 18), lo que el evangelista interpreta en los siguientes términos: “con lo cual declaraba puros todos los alimentos” (Mc 7, 19). Pablo adoptó la misma postura, aunque respetó la conciencia de lso que pensaban de otra forma. Antes del encuentro con el gentil Cornelio, Pedro tiene una visión en la que ve un gran mantel que desciende del cielo. Contiene “toda clase de cuadrúpedos y reptiles de la tierra y aves del cielo” (Act 10, 11-12), en síntesis, todo el reino animal. La voz divina proclama que todos los animales son puros (Act 10, 15). En Hechos, esta anulación de las leyes de la alimentación significa que ya no existe distinción entre los judíos y los gentiles. Pedro visita a Cornelio y le dice: “Vosotros sabéis que está prohibido a un judío juntarse o acercarse a un extranjero (gentil), y sin embargo, Dios me ha hecho ver que a ningún hombre se debe considerar profano o impuro” (Act 10, 28).


De todos modos, la verdadera justificación del ingreso de los gentiles en la Iglesia corresponde a que sobre ellos desciende el Espíritu Santo. Hechos incluyen el momento en que, mientras Pedro predica a Cornelio, sus amigos y familiares, “descendió el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra” (Act 10, 44). Los creyentes circuncisos –es decir, los judíos- que acompañan a Pedro se sorprenden de los presentes “porque los oían hablar en lenguas y alabar la grandeza de Dios”, señal de que “sobre los gentiles se hubiera derramado el don del Espíritu sucede al bautismo, aunque en esta ocasión excepcional lo precede.


Para el autor de Hechos, el resultado del encuentro de Pedro con Cornelio sirve para que el primero y Pablo aúnen esfuerzos en su misión ante los gentiles y culmina en la reunión del concilio apostólico de Jerusalén, descrito en el capítulo 15. Con anterioridad se relata la evangelización de los gentiles de Antioquía por parte de los refugiados de la persecución (Act 11, 20). Deseosa como siempre de supervisar todas las actividades misioneras, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía con la categoría de emisario. Éste aprobó lo que estaba ocurriendo (Act 11, 22-23) y posteriormente trasladó a Pablo a Antioquía para que le ayudase a predicar el evangelio. No obstante, los problemas se desataron cuando Bernabé y Pablo retornaron a Antioquía tras el primer viaje misionero (Act 14, 26). Algunos judeocristianos llegaron a Antioquía e insistieron en la necesidad de la circuncisión, presionando a Pablo y a Bernabé para que se trasladasen a Jerusalén y resolvieran la cuestión en el seno de la Iglesia, en aquel momento dirigida por el apóstol Santiago, el hermano de Jesús (Act 15, 1-2).


Pedro vuelve a aparecer y se dirige al concilio apostólico para que aborde la cuestión de la circuncisión. Se presenta bruscamente, tras permanecer ausente de la narración desde el dramático relato de su detención y fuga de la cárcel, al final el cual dice, misteriosamente, que salió “y se fue a otro lugar” (Act 12, 3-17). En presencia de los apóstoles y los ancianos de la Iglesia, Pedro se refiere a su propia vocación para predicar ante los gentiles y sostiene que Dios “lo ratificó, dándoles el Espíritu Santo como a nosotros” (Act 15, 8), presunta referencia a la conversión de Cornelio. Pone en duda la necesidad de imponer exigencias específicas a los no judíos (Act 15, 9-12). Luego hablan Bernabé y Pablo, que explican su misión a los gentiles (Act 15, 12). A modo de respuesta, el concilio decreta que los conversos gentiles no están obligados a circuncidarse, aunque adopta una línea de conducta más estricta en lo que a los alimentos se refiere. Los cristianos gentiles deben abstenerse de los alimentos consagrados a los ídolos y respetar la prohibición judía clave sobre la ingestión de carne que no ha sido desangrada. El concilio incorpora otra exigencia: la abstención de la fornicación, que probablemente alude a la inmoralidad sexual en un sentido amplio (Act 15, 19-20).

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