Desde la encomienda de
Barcelona, seguimos con el apartado destinado a conocer mejor a la figura de
Jesús de Nazaret, para los fieles cristianos, Nuestro Señor Jesucristo. Pero,
¿el término Señor, al referirnos a Jesús, es correcto? Esta vez el teólogo J.R.
Porter en su obra “Jesus Christ” nos profundiza, aún más si cabe, en algunos
términos que fueron utilizados en los evangelios procedentes de las lenguas
aramea y griega y su correspondencia a los conceptos que la Iglesia (desde sus
orígenes, o lo que es lo mismo “Primitiva”) interpretó y aceptó como correctos.
Desde Temple Barcelona
estamos seguros que su lectura no os dejará indiferentes.
Recreación
de “la pesca milagrosa”. En el evangelio de Juan, capítulo 21, versículo 7, los
discípulos declaran “Es el Señor”, en reconocimiento al poder milagroso de
Jesús.
En
varias ocasiones, en los evangelios se menciona a Jesús con el término hebreo
de rabbi o su equivalente en arameo rabbouni (Mt 26, 25; 26, 49; Mc 9, 5;
10, 51; 11, 21; 14, 45; Jn 1, 38; 1, 49; 3, 2; 4, 31; 6, 25; 9, 2; 11, 8; 20,
16). La aparición de estas palabras no griegas en los evangelios sugiere que
representan una verdadera tradición de fe preservada por los evangelistas.
Literalmente rabbi/rabbouni significa
“mi maestro” y en tiempos de Jesús se trataba de un apelativo de respeto a una
persona con autoridad, y también se empleaba para referirse al Bautista (Jn 3,
26). El Cuarto Evangelio traduce explícitamente los términos rabbi y rabbouni como “maestro” (Jn 1, 38; 20, 16), y cuando Jesús se
menciona como “maestro” (griego didaskale,
epistata) en otros pasajes de los
evangelios, probablemente representa uno de estos dos términos semíticos.
Al
igual que otros maestros, Jesús enseñaba en las sinagogas, donde exponía puntos
polémicos de la ley judía y reunía a su alrededor un grupo de estudiantes –éste
es el verdadero significado de la palabra “discípulo” (del latín discipulus, en griego mathetes, “pupilo”)-. Con frecuencia,
los entendidos han afirmado que por ende Jesús debería haber sido un “escriba”,
un intérprete de las Escrituras de gran formación y muy respetado, y han visto
evidencias de ello en el hecho de que sus seguidores y otros se dirigieran a él
como rabbi. De forma similar, algunos
intentos de considerar a Jesús como un fariseo disidente se han apoyado en el
hecho de que se le llamara de esta manera.
No
obstante, en tiempos de Jesús, el término rabbi
todavía no había adquirido el sentido que más adelante poseería de un maestro
religioso o escriba formado en la tradición farisea. Los grandes maestros
fariseos contemporáneos o cercanos a la época de Jesús –Hillel, Shammai y otros- no fueron nunca llamados rabbi. Asimismo, existen muchas razones
para creer la afirmación de los evangelios de que los métodos didácticos de
Jesús eran, de hecho, muy diferentes a los de los fariseos. Para empezar, no
existen evidencias de que recibiera formación como escriba (Mt 7, 29; Mc 1,
22). Los propios escribas cuestionaron el estatus de Jesús como maestro
reconocido (Mc 11, 27-28 y paralelos) y consideraban que sus enseñanzas
denotaban una falta de instrucción formal (Jn 7, 15).
Mientras
que el término rabbi pasó a referirse
con mayor frecuencia a los eruditos y maestros religiosos, en tiempos de Jesús
tenía una aplicación más amplia y podía también aludir a Jesús, por ejemplo,
como gran hacedor de milagros (Mc 10, 51; pero nótese NVER: “mi maestro”).
Parece ser que Jesús estaba contento de ser llamado rabbi, y que considerara la autoridad que comportaba como aplicada
a él en un único sentido. Sus seguidores “no podían ser llamados “rabbi” porque sólo existe un maestro, el
Mesías, y ellos no eran más que sus alumnos (Mt 23, 8-10).
Jesús el “Señor”
De
acuerdo con los evangelios, a Jesús se le llamaba habitualmente “señor” (griego
kurios, traducido también kyrios). Existe una considerable
controversia sobre esta palabra, especialmente en lo referente a su uso en los
Hechos de los Apóstoles y en las epístolas de Pablo. Influenciados por el hecho
de que el título “Señor” indicaba el carácter divino de Jesús, muchos
entendidos concluyeron que la aparición del término en los evangelios debía
atribuirse a la Iglesia
primitiva. Según esta teoría, el título deriva de la época posterior a Jesús:
él nunca se refirió a sí mismo como “señor” o se dirigieron a él como tal los
discípulos.
Sin
embargo, en tiempos de Jesús, kurios o
el término arameo correspondiente mar –la
frase maranatha (“ven, señor”; 1 Cor
16, 22) era, probablemente, una invocación habitual en los primeros tiempos de la Iglesia- tenían una
amplio abanico de aplicaciones. Al igual que rabbi o rabbouni,
básicamente se referían a una figura masculina con autoridad. Kurios era un título común para Dios,
pero también podía usarse para referirse al cabeza de familia (Mt 21, 30), el
amo de una gran propiedad (Mt 13, 27) o un gobernante (Mt 27, 63). La forma
vocativa kurie, utilizada como una
invocación directa (como en el caso de otras invocaciones cristianas, kyrie eleison, “señor, gracias”), podía
ser una manera educada de dirigirse a un hombre, y con frecuencia se traduce
como “señor” (Jn 4, 11; 5, 7).
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