Desde la encomienda de
Barcelona queremos compartir con todos vosotros un nuevo capítulo destinado a
conocer un poco más sobre los aspectos sociales y económicos de los templarios.
Para ello hemos
recogido un capítulo del libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”, donde su
autor, Alain Demurger, nos explica detalles importantes sobre la posible
legítima herencia del reino de Aragón a la Orden del Temple.
Desde Temple
Barcelona, os proponemos su lectura.
“Doy
también y cedo a la misma milicia, con el asentimiento de mi hijo Ramón, y con
la aprobación de mis barones, en manos del mismo Hugo, el castillo fortificado
llamado Grayana (o más frecuentemente Grañana), situado en mi marca, en
contacto con los sarracenos, con los caballeros que sostienen para mí ese
castillo y con las poblaciones que lo habitan…”
Esta
carta del conde de Barcelona Ramón Berenguer III está fechada el 14 de julio de
1130, el conde anuncia también en ella su voluntad de hacer don de su persona
al temple y, en efecto, al año siguiente fallece en la casa de los templarios
de Barcelona. Tan importante donación, de la que el Temple no se hizo cargo de
inmediato, suscitó otras. Entre 1128 y 1136, se cuentan treinta y seis en
España (y seis en Portugal).
Pero
hay que detenerse sobre todo en el espectacular testamento del rey de Aragón y
de Navarra Alfonso I el Batallador. En 1131, hace su testamento de Bayona,
dejando su reino a las tres órdenes internacionales de Tierra Santa: el Temple,
el Hospital y el Santo Sepulcro. Tres años más tarde, poco antes de su muerte
confirma el legado. Cierto que Alfonso I no tenía herederos. Pero la donación
parece incomprensible. A los historiadores les ha costado siempre trabajo
explicarla. Se ha visto en ella la prueba de la popularidad extraordinaria de
las órdenes nacidas de la cruzada. O bien, el deseo del Batallador de confiar
en buenas manos la tarea de la Reconquista contra los musulmanes españoles y de
comprometer en ella a las órdenes de Palestina, aunque fuese contra la voluntad
de éstas. Más a menudo, sin embargo, se ha considerado este acta extraña como
una prueba de una carencia absoluta de sentido político por parte de Alfonso I,
a no ser que se tratase del síntoma de su excesiva inclinación a la utopía. Y
los historiadores alaban la prudencia de las órdenes militares que rechazaron
el envenenado regalo.
De
hecho, tal vez constituyese una maniobra de una extrema sutileza. Quizás
Alfonso quiso utilizar las órdenes como peones en la búsqueda de una solución
satisfactoria para la sucesión de Aragón. No tenía la menor intención de que se
ejecutase el testamento. Así lo piensa Elena Lourie. Veamos cómo justifica su
idea.
Aunque
sin hijos, ya que sin duda es estéril, Alfonso I tienen una hermano, Ramiro. Monje,
abad y obispo electo, Ramiro todavía no ha sido ordenado sacerdote. Claro que
se pueden pedir al papa las dispensas necesarias para “laicizar” a Ramiro, pero
cabe dudar de que las conceda. En efecto, el reino de Aragón es vasallo de la
Santa Sede , y el papa, al comprobar la
falta de herederos, acaso aproveche la ocasión para designar un rey de su
elección, a lo cual tiene derecho en tanto que señor. Su elección recaerá
seguramente sobre el rey de Castilla y León, Alfonso VII, que, para colmo,
tiene miras hegemónicas sobre el conjunto de la España cristiana (por el
momento). Pero da la casualidad de que los aragoneses no le quieren. Y su rey
tampoco. Gracias a su sorprendente testamento, Alfonso I neutraliza al papa y
le impide forzar la candidatura del rey de Castilla. La toma de posesión del
reino de Aragón por tres órdenes organizaría un rompecabezas tal que daría
tiempo a Ramiro para salir de su convento –con dispensa o sin ella-, casarse y
tener un heredero. Los aragoneses le reconocerían con entusiasmo, y el papa se
vería obligado a aceptarle. Y así fue como sucedieron las cosas, en efecto. Por
lo tanto, se trata de un razonamiento esclarecedor, que no contradice, sin
embargo, una de las razones invocadas tradicionalmente para explicar el
testamento: la voluntad del rey de Aragón de implicar más al Temple en la Reconquista. Al
Temple únicamente, porque, como señala Elena Lourie, el texto del testamento
está claro. Ni el Santo Sepulcro ni el Hospital se consideran como órdenes
militares. Ahora bien, el Temple no parece muy dispuesto a comprometerse a
fondo en la Reconquista española. Vacila, como hemos dicho, en tomar posesión
del castillo fronterizo de Grañana, del que se le ha hecho donación “para la
defensa de la cristiandad conforme a la finalidad para la que ha sido fundada
la orden”. El Temple vacila. Defensa de la cristiandad, desde luego, pero en
Tierra Santa…
Maniobra
sutil o no, el testamento fue letra muerta. Ramiro se convirtió en rey y, más
tarde, en 1137, organizó la unión de Aragón y Cataluña en manos del conde Ramón
Berenguer IV. Eso no impide que el testamento fuese un hecho real y que las
órdenes beneficiarias pudieran sentirse tentadas a conseguir que se aplicase.
De hecho, conscientes de que la carga resultaba demasiado pesada para ellas, se
contentaron con sacar partido de su renuncia. El maestre del Hospital dirigió
las negociaciones en nombre de las tres órdenes. Dichas negociaciones
desembocaron en la carta de 1143, que prevé expresamente la participación de
las órdenes del Temple y del Hospital en la Reconquista:
“Para
la defensa de la Iglesia
de Occidente que está en España, para la derrota futura y la expulsión de la
raza de los moros […], he decidido que se creará una milicia a imitación de la
milicia del Templo de Salomón que defiende la Iglesia oriental, sujeta
al Temple y siguiendo la regla de esta milicia y su costumbres.”
Así
se expresa el rey. A cambio de esta participación, concede privilegios
importantes: la quinta parte de todas las tierras conquistadas con el concurso
de las órdenes.
El
texto señala, pues, la entrada “oficial” del Temple en la obra de la
Reconquista española. La orden acepta combatir en un frente distinto al de los
Santos Lugares.
Hugo
de Payns murió antes de la conclusión de esta negociación, el 24 de mayo de
1136 (quizá 1137). Su sucesor, Roberto de Craon, se interesó de cerca por las
cuestiones españolas y, después de él, muchos maestres del Temple ejercitaron
sus armas en España. Cierto que en ella asistían a una ruda, pero buena
escuela.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario