Desde la encomienda de
Barcelona, proseguimos con el objetivo de saber un poco más la figura de Jesús
el Cristo. Por ello volvemos a recoger un nuevo escrito recogido de la obra
“Jesus Christ”, efectuada por el teólogo protestante J.R. Porter, donde nos
facilitará la visión que algunos han tenido sobre un hipotético Jesús liberador
del pueblo de Israel, en contraposición con el Jesús Hijo que está por encima
de todo poder mundano.
Desde Temple
Barcelona, os recomendamos su atenta lectura.
El
fragmento del "Titulus Crucis", nombre que recibe el rótulo que
Pilatos puso sobre la cruz de Jesús con la inscripción INRI (Iesus Nazarenus Rex
Iudaeorum) pero no es el original hallado por Elena, sino una copia de la Edad
Media, como han demostrado estudios de Carbono 14, que data su creación entre
los siglos X al XII
Desde
finales del siglo XVIII, algunos eruditos han afirmado que Jesús defendía la
resistencia armada para liberar a los judíos del yugo romano, y estaba
relacionado con uno o más grupos que se hallaban activamente comprometidos con
esta lucha. En ocasiones, directa o indirectamente, con grupos revolucionarios
de la época. Por ejemplo, una explicación del misterioso nombre “Iscariote”
dado al discípulo que traicionó a Jesús le relaciona con los sicarios, judíos
fanáticos que asesinaban a los sospechosos de simpatizar o colaborar con
romanos.
Uno
de los discípulos se conoce como Simón el Zelota (Lc 6, 15; Act 1, 13). Los
zelotes estuvieron detrás de la gran revuelta judía de 66-70 d.C., y es
probable que existieran antes (entre los líderes zelotes había hijos de Judas
el Galileo, el cual lideró una rebelión en Galilea en el año 6 d.C. en protesta
por un censo romano). Se ha asegurado que algunos dichos de Jesús son un espejo
de la filosofía zelote, como su afirmación de que no había venido a llevar la
paz sino la división (Lc 12, 51), o su instrucción a sus seguidores en la
Última Cena de comprar una espada (Lc 22, 36). Pero los zelotes sostenían que
los hombres debían ayudar a Dios a establecer el reino mesiánico, mientras que
el tono general de la doctrina de Jesús era que el reino sería traído
únicamente por Dios. El término “zelote” aplicado a un discípulo podría
implicar simplemente que era un celoso seguidor de la ley judía.
Con
toda probabilidad, la evidencia más importante de las tendencias revolucionarias
atribuidas a Jesús es el hecho de que el prefecto romano le sentenció a muerte
por una acusación de índole política, el haberse proclamado “rey de los
judíos”, una pretensión mesiánica. Según Lucas, el sanedrín acusó a Jesús ante
Pilatos de “pervertir la nación, vetando dar tributo al emperador, diciendo que
él es el Mesías, el rey” (Lc 23, 2). No hay duda de que la acusación de que
Jesús había afirmado ser un rey es auténtica, tal y como indica la inscripción
de la cruz. Pero esto no significa que la acusación estuviera justificada, como
tampoco lo estaba la de que Jesús había prohibido el pago de los impuestos
romanos, loo que era ciertamente falso (Mt 22, 17-21). La inscripción puede
indicar sólo que Pilatos se apoyó en la afirmación del sanedrín de que Jesús
pretendía la condición real y causaba intranquilidad política. Un prefecto
romano debía mantenerse en buenas relaciones con el gobierno judío, el cual
podía provocarle fácilmente problemas en Roma.
Es
probable que la imagen de los evangelios se viera influenciada por posteriores
altercados entre cristianos y judíos, pero incluso aunque esto fuera así,
parece claro que los ataques de Jesús no eran políticos sino religiosos. No le
preocupaba cómo se gobernaba a los judíos o quién lo hacía, sino aquellos
colegas judíos –especialmente entre las autoridades del Templo- que le acusaban
de laxitud en la observancia religiosa, y que finalmente desencadenaron su
detención. La Limpieza del Templo no fue una señal de insurrección política,
como algunos han sugerido, sino un acto profético simbólico de oposición al
Templo como una institución. Es una oposición que Jesús expresó en otras
ocasiones y que compartía con otros grupos judíos de la época.
La inscripción de la
Cruz
Según
los evangelios, la inscripción de la cruz de Jesús recordaba que Jesús había
sido encontrado culpable de una ofensa política: afirmar ser el “rey de los
judíos” (Mc 15, 26 y paralelos). Por regla general se acepta que la sencilla
transcripción de Marcos de la inscripción (“el rey de los judíos”)
probablemente es auténtica. Sin embargo, la versión de Mateo, “éste es Jesús el
rey de los judíos” (Mt 27, 37), emula la inscripción de la placa de un mártir
cristiano de Lyon, Francia, del año 177 d.C.: “Éste es Attalus el cristiano”.
El relato de Juan (Jn 19, 19) puede contener información histórica fiable.
Resalta el carácter oficial de la inscripción (“Jesús de Nazaret, rey de los
judíos”), como autorizada por Pilatos, con la adición de las palabras “de
Nazaret” para identificar con mayor precisión a la víctima.
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