Hemos recibido un email de una amiga del Temple, Olga y que gracias a su origen andaluz, concretamente cordobés, le gustaría compartir la historia de la maravillosa Catedral de Córdoba con todos los lectores del blog de “Temple Barcelona”. Esperamos que sea de vuestro agrado.
Catedral (antigua mezquita) de Córdoba.
Bajo toda catedral siempre hay un lecho de catedrales ocultas. En el caso de Córdoba la tradición ya apuntaba los orígenes visigodos de la construcción. Este dato lo han confirmado las excavaciones arqueológicas, cuyos restos contemplamos en el Museo de San Vicente y en la cata donde se observan «in situ» restos de mosaicos del antiguo templo cristiano.
Es un hecho histórico que la Basílica de San Vicente fue expropiada y destruida para edificar sobre ella la posterior Mezquita, cuestionando el tópico de la tolerancia que supuestamente se cultivaba en la Córdoba del Islam. Se trataba de la iglesia principal de la ciudad, una Basílica martirial del siglo VI que siguió siendo recordada y venerada por los cristianos siglos después de su destrucción.
Tras la irrupción islámica en Córdoba, los dominadores musulmanes proceden al derribo de la Basílica de San Vicente y comienzan en el año 785 la construcción de la Mezquita, un edificio que llegará a considerarse el santuario más importante de todo el Islam Occidental, en una época en la que Córdoba era capital de Al-Andalus, (territorio que se extendía hasta el río Duero). Este impresionante recinto, que no solo poseía finalidad religiosa, sino social, cultural y política, atravesó diferentes fases constructivas durante los mandatos los califas: Abderramán I, Abderramán II, Alhakén II y Almanzor.
La transformación cristiana que sucedió cuando el rey Fernando III el Santo reconquista Córdoba en 1236 con ayuda de los Templarios, fue su voluntad que, en la entrada en la ciudad, la Cruz precediese al pendón real, simbolizando que le importaba más la recuperación de la fe cristiana que la conquista territorial. También prefirió no estar presente en el ritual de purificación de la mezquita, para que el Rey Eterno fuese el único protagonista de una ceremonia que convertiría cada piedra del recinto en un lugar consagrado a Cristo.
Es evidente que los cristianos ansiaban proclamar el Evangelio por el cual muchos habían entregado su vida. Se trataba de recuperar un espacio sagrado al que se había impuesto la presencia de una fe ajena a la experiencia cristiana. Bajo el lucernario de Alhakén II, donde se celebró la primera Eucaristía de Dedicación de la Catedral en 1236, se erigió la Capilla Mayor de Villaviciosa. Así, las reformas de la Catedral venían motivadas por la necesidad de restaurar el culto interrumpido con la dominación islámica, respondiendo al anhelo de contemplar signos cristianos, o a los inconvenientes de celebrar la liturgia entre un bosque de columnas.
Los gobernantes cristianos, a diferencia de los mandatarios musulmanes, respetaron la construcción de la mezquita de Córdoba y se limitaron a construir capillas alrededor de la mezquita, convirtiéndola en lo que hoy es la Catedral de Córdoba.
Ha sido la Iglesia Católica, a través del Cabildo Catedralicio, quien ha hecho posible que la antigua mezquita del califato de Occidente, la Catedral más antigua de España, patrimonio histórico de la Humanidad, no sea hoy un montón de ruinas. Porque una de las misiones de la Iglesia siempre ha sido custodiar e inspirar el arte y la cultura.
La visita a la Catedral de Córdoba puede despertar la exigencia de una Belleza más grande, que no se marchita con el tiempo. Porque la belleza, al igual que la verdad y la bondad, es un antídoto contra el pesimismo, una invitación a gustar la vida, una sacudida que suscita nostalgia de Dios.
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