Queremos compartir un texto del escritor e historiador francés Michel Lamy, donde en su libro “La otra historia de los templarios”, trata un tema interesante: los herederos oficiales del Temple.
Desde la encomienda de Barcelona, esperamos sea de vuestro agrado.
El primero que debe ser citado es, por supuesto, la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, que debía transformarse a continuación en la Orden de Malta. Fue ella la que recibió oficialmente los bienes del Temple en Francia, es decir, aquellos a los que Felipe el Hermoso no había echado mano. La mayor parte de las capillas o de las encomiendas templarias que pueden verse todavía pasaron a sus manos y además a menudo las remodelaron considerablemente. A pesar de esto, sería muy sorprendente que hubieran recibido igualmente la herencia espiritual y los diversos secretos del Temple.
Otros herederos oficiales son las órdenes de la península ibérica. En Portugal, los templarios fueron absueltos y el rey Dionisio I, llamado el “rey trovador”, le envió al Papa Juan XXII, sucesor de Clemente V, dos emisarios para negociar el renacimiento de la Orden del Temple. Se salió con la suya y la Orden resucitó o al menos los templarios pudieron entrar en una nueva Orden creada para ellos, la de los Caballeros de Cristo. Recuperaron todos sus bienes y obedecieron en adelante a la misma Regla monástica que los caballeros de la Orden de Calatrava. Continuaron llevando el manto blanco con una cruz patada de gules. Sin embargo, se bordó una pequeña cruz blanca en el centro de la del Temple, para significar sin duda que éste renacía purificado. Los antiguos dignatarios del Temple conservaron su rango en la orden así reconstruida. El primer Gran Maestre de esta Orden renovada, Gil Martins, fue investido el 15 de marzo de 1319. Reanudaron la lucha contra los moros y reconquistaron en tal condición importantes territorios en África. Tuvieron rápidamente el dominio de las aguas de Portugal e incluso bastante más allá. No hay que olvidar que fue bajo su pabellón que Enrique el Navegante hizo sus descubrimientos.
En España, el rey Jaime II de Aragón realizó una operación semejante con la creación de la Orden de Montesa. Algunos templarios no habían esperado y habían entrado ya en las órdenes de Calatrava, de Alcántara y de Santiago de la Espada.
En Alemania, los templarios se integraron por lo general en la Orden de los Caballeros Teutónicos. En Italia, se laicizaron en las hermandades de la Fede Santa, a la cual parece que se adhirió posteriormente Dante Alighieri.
En este mosaico, las más interesantes son sin duda las órdenes de los Caballeros de Cristo y de Montesa. En efecto, constituyeron entidades completas que acogieron a la vez a los frailes y los bienes del Temple, incluidos un buen número de refugiados que habían cruzado los Pirineos. Entre todos estos hombres, había dignatarios susceptibles de conocer una buena parte de los secretos del Temple. Algunos de ellos fueron disimulados en la arquitectura misteriosa de la fortaleza de Tomar en Portugal. En cualquier caso, hay que destacar que estas órdenes se hicieron con el dominio de los mares y que sus armas adornaron especialmente los navíos que zarparon para descubrir el Nuevo Mundo. ¿Formaba parte este viaje a las Américas de la herencia del Temple?
Es sorprendente, por otra parte, observar que los herederos “oficiales” no parecen haber transmitido por lo que a ellos respecta ritos que pudieran ser sospechosos de herejía. Una prudencia elemental quizá o una ausencia de dominio de estos ritos. Esto nos reafirma en la convicción de que los rituales seguidos por los templarios no eran comprendidos por éstos en los tiempos finales de la Orden.
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