Continuamos desde la encomienda de Barcelona, con la investigación llevada a cabo por el orientalista español, Ramiro Calle en su libro “Historia de las sociedades secretas”.
Le toca el turno a los ismaelitas. Desde la encomienda de Barcelona, esperamos que su lectura sea de vuestro agrado.
El ismaelismo reviste una importancia enorme, puesto que más allá de ser una de tantas sectas musulmanas, fue una importante secta de muy rico contenido esotérico, que influyó intensamente sobre otras muchas.
Fue fundada en Siria por un persa: Abdalá, hijo de Maimún, Califa de la Casa de la Sabiduría, en el siglo IX. Se dividió en varias ramas –oreintal, fatimita, renovada- y en varias sectas –drusos, nosairianos, asesinos-, y todavía actualmente subsiste en Zanzíbar, la India y Persia.
El ismaelismo cree en siete profetas o enviados (imanes); seis que ya han venido y un séptimo que habrá de venir y que será el “señor del tiempo”.
Analizaremos seguidamente las tres sectas más importantes en que se dividió el Ismaelismo: los drusos, los nosairianos y los asesinos.
Los drusos
La doctrina de los drusos es muy esotérica y difícil de asimilar. Esta secta fue fundada por Hakem –sexto califa fatimita de Egipto- y por Hamsa, en el monte Líbano. Sus miembros se clasifican en dos categorías: la de los yakil o combatientes y de los akil o ancianos. Solamente los akil tienen el privilegio de la iniciación y del conocimiento esotérico. No es fácil convertirse en akil, ya que previamente es necesario superar tres pruebas que exigen un gran esfuerzo de voluntad. El neófito debe llevar a cabo un largo período de ayuno; después será colocado frente a una mesa cubierta de suculentos manjares y deberá resistir, inalterable, a la tentación de abalanzarse sobre los alimentos y satisfacer su hambre. La segunda prueba es más difícil: después de cabalgar durante tres días por el desierto, no deberá beber el agua fresca y cristalina que ante él se le presente servida en una jarra. Y, por último, viene la tercera prueba, consistente en pasar toda una noche en la compañía grata de una hermosa y resplandeciente joven y no dejarse arrastrar por la lujuria. Trascendidas estas tres pruebas, el neófito podrá convertirse en akil y aspirar al supremo conocimiento.
Los drusos creen en la reencarnación. Las almas encarnan en unos u otros seres de mayor o menor evolución, según la persona haya practicado más o menos fielmente los mandamientos durante su vida. Consideran que Dios es único y que a lo largo de la historia de la Humanidad va reencarnando y manifestándose así a los hombres, para mantener y robustecer la fe. Una de esas encarnaciones fue Hakem, quien no murió, sino que regresó a su mundo, y que en el futuro regresará para extender la fe a toda la tierra.
Los nosairianos
Los nosairianos viven en el monte Líbano, creen en la unidad y eternidad de Dios y estiman que las almas reencarnan tantas veces como sea necesario, hasta que obtienen la purificación y la iluminación, convirtiéndose entonces en luminosas estrellas. Entre sus prácticas religiosas destaca un rito del vino, efectuado para obtener la iluminación y acercarse a la divinidad.
Para los nosairiaos, Dios ha encarnado varias veces a fin de robustecer la fe de los hombres. Sus encarnaciones han sido: Abel, Set, José, Josué, Asaf, Simón y Alí.
Los asesinos
La orden de los asesinos fue fundada por Hassan, quien murió en 1124. Su sucesor habría de ser Kia-Busurgomid. El nombre de la orden deriva de “hashish”, ya que sus miembros eran adictos a esta sustancia.
Hassan se proclamó a sí mismo como una encarnación divina, y pronto su secta contó con numerosos seguidores. Hay que señalar que los asesinos llegaron a tener gran poder e influencia. Fanáticos y diestros combatientes, los adeptos de la orden de los asesinos resultaban sumamente agresivos y violentos en sus actividades bélicas.
Fueron los Caballeros de la Orden del Temple los primeros en infringir un duro golpe a los “comedores de hashish”, quienes tuvieron que pagarles tributo. Se ha llegado a decir que los asesinos hicieron a los templarios partícipes de su sabiduría esotérica, pero no es más que una mera especulación.
La orden de los asesinos fue exterminada por las hordas de Kia-Buzurgomid, a mediados del siglo XIII.
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