Desde la encomienda de Barcelona, queremos abordar un tema interesante publicado en el libro del investigador y escritor español, Javier Sierra, extraído de su libro “En busca de la Edad de Oro”; y que tiene que ver con los templarios.
Desde la encomienda de Barcelona, deseamos que la lectura sea de su agrado.
El arte gótico, nació con funciones astronómicas similares, si no idénticas, a las de lo monumentos egipcios. ¿Casualidad? ¿Y lo es también que todo lo que rodea la construcción de estas primeras agujas de piedra esté tan envuelto en el misterio como las propias pirámides?
En efecto, Catedrales como la de Chartres se erigieron en Francia a partir de 1130,y en menos de cien años, sin que hoy sepamos aún de dónde salieron tantos maestros en el nuevo arte de construir arcos ojivales, se ponen en marcha no menos de ochenta obras góticas. Sólo durante el período de edificación de Chartres otras veinte seos comienzas a levantarse a un ritmo trepidante, moviendo más cantidad de metros cúbicos de piedra que durante el tiempo de construcción de las pirámides.
Francia tiene en el siglo XII unos quince millones de habitantes y, pese a los efectos demográficos y económicos de las cruzadas, no faltan dinero, recursos humanos e ingenio para acometer tantas obras. Los historiadores deben admitir la existencia de ciertas lagunas que impiden entender esta súbita fiebre catedralicia. Estudiosos modernos, como Louis Charpentier –autor de cuatro ensayos sobre el problema que nos ocupa-, se llegarán a plantear como única explicación a semejante afán constructivo el hallazgo por parte de los caballeros de la Orden del Temple de un secreto fabuloso en Tierra Santa que inyectó conocimientos y recursos a una Francia depauperada. ¿Y qué secreto pudo ser aquel?
En febrero de 1969, se publicaba por primera vez en España un curioso libro: El misterio de la catedral de Chartres. En él su autor, Louis Charpentier –probablemente un seudónimo-, se preocupó por mostrar la existencia de un gigantesco “plan maestro” que explicara la repentina obsesión tardo-medieval por edificar catedrales en todo el norte de Francia. Para Charpentier, detrás de aquel ímpetu creador se ocultaban los caballeros del Temple, recién llegados de Tierra Santa con el propósito firme de crear sobre su país una suerte de modelo a escala de una región del cielo conocida como Virgo.
Charpentier da todos los datos. La ubicación, la comparación de cada catedral con su correspondiente estrella y hasta los detalles de magnitud. Pero olvida, creo que de forma deliberada, explicar algo básico: el porqué. ¿Por qué imitaban los primeros templos góticos la constelación de Virgo y no otra cualquiera? ¿Quizá para justificar así la advocación de las nuevas seos a la Virgen? Aunque ciertamente el culto a Nuestra Señora se inicia en la cristiandad alrededor de esas fechas, esa respuesta –la del evidente vínculo entre las Notre-Dame terrestres y la Virgen celestial –no terminó de satisfacerme.
Pero admito que la idea esbozada por Charpentier no podía ser más sugerente. Según este autor con apellido gremial, todas las catedrales erigidas bajo la advocación de Nuestra Señora entre los siglos XII y XIII en las regiones de Champaña, Picardía, Île-de-France y Neustria se diseñaron para representar sobre el suelo esa precisa constelación. Y lo hicieron –es mi hipótesis- muy probablemente para continuar con una antigua tradición, milenaria, que buscaba imitar sobre el suelo lo que había en los cielos y obtener así el dominio sobre ciertas fuerzas de origen cósmico.
Los antiguos egipcios ya hicieron algo parecido al construir en la meseta de Giza sus tres grandes pirámides imitando el cinturón de estrellas de la constelación de Orión. ¿Otra casualidad? Orión, casi sobra recordarlo, era para ellos el lugar por donde el alma de los difuntos accedía al Amenti, al más allá, y la región estelar hacia donde navegaría el ka del faraón para completar su viaje al mundo de los muertos. Semejante idea llegó incluso a Oriente, en concreto al Kurdistán iraquí, donde los seguidores de cierto califa llamado Yezid (siglo XI) marcaron siete lugares privilegiados, a través de los cuales creían que podrían alcanzar los cielos con ayuda de Lucifer. Los yezidies escondieron esos enclaves bajo siete torees que imitaban la disposición de la Osa Mayor. Y afirmarían que esas “torres del diablo”- como las llamarían en adelante- cubrirían una superficie aun mayor que la dibujada por las catedrales francesas, extendiéndose por los actuales territorios de Irak, Niger, Siberia, Siria, Sudán, Turkestán y los Urales.
Los templarios debieron, pues, acceder a aquel saber y –si hemos de creer a Charpentier- levantaron sus catedrales siguiendo un diseño celeste similar, y poniendo en marcha un proyecto que superaba en complejidad arquitectónica todos sus precedentes. Atención al dato: sólo el rombo que forma la silueta de Virgo sobre Francia, y que, en efecto, se obtiene uniendo con líneas rectas la ubicación de las primeras grandes catedrales góticas, se extiende sobre una superficie de 33.600 kilómetros cuadrados, y debió de requerir de sus constructores unos conocimientos geodésicos de la máxima precisión.
Es decir, dibujaron Virgo sobre un territorio mayor que el Principado de Asturias.
¿Debe entenderse que la disposición de los templos de Chartres, Amiens, Bayeux, Évreux y Reims imitando el plano de Virgo buscaba, en realidad, la construcción de un súper-talismán en ese territorio?
+++nnDnn+++Hola amigos!.Os presento el ensayo Templarios, masonería y el Nuevo Orden Mundial, primer ensayo documentado e ilustrado que trata el tema del descubrimiento de la América precolombina, teniendo como protagonistas: órdenes religiosas y organizaciones secretas.
ResponderEliminarEl ensayo cuenta con importantes colaboraciones:
El Dr. Santiago Genovés Tarazaga, profesor del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Autónoma de México. Dr. Romeo Ristov, de la Southern Methodict University de Dallas (EEUU). Dr. Jesús Martín Ramírez, profesor del Departament of Psychobiology, de la Universidad Complutense de Madrid (España) y la colaboración de la Biblioteca Nacional y Palacio Real de Madrid.T:.A:.F:. A:.L:.G:.D:.G:. A:.D:.U:.
Artículo reseña en: http://www.templechile.cl/revista/Tomo%20I%20Revista%20Non%20Nobis.pdf
http://www.editorialsepha.com/n/len/0/prd/823/templarios-masoneria-y-el-nuevo-orden-mundial
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Amigos. He dedicado cierto tiempo al análisis de esta realidad, la que se manifiesta visiblemente en zonas del planeta con una cultura milenaria excluyente al parecer del resto con una importancia secundaria, fenómeno que nos lleva a concluir que los arquitectos que diseñaron estas estructuras majestuosas, tanto catedrales como pirámides, aparte a su dominio del arte de construir también tenían vastos conocimientos de astronomía, pero dicho análisis me ha llevado a otra conclusión. No han sido conocimientos previos de astronomía la base de este fenómeno que ha cautivado tanto la atención durante siglos, ha sido la manifestación de una conciencia mucho más elevada que ha influido en generación tras generación en las voluntades de los hombre haciendo que sean ellos los que decidan donde construir el templo o la pirámide o sea cual fuere la estructura en cuestión, por lo que no hay que pensar en qué precisión requeriría un determinado equipo de medición pues en realidad no era necesario.
ResponderEliminarEste principio nos introduce un nuevo concepto de lo que fuera ese Dios arquitecto del universo, y su manifestación más visible en este campo lo tienen las catedrales y las pirámides porque son las que más se destacan, pero es un principio que se ha manifestado en zonas del planeta cuyas culturas son mucho más recientes, como la isla de Cuba, donde de momento he enfocado mi investigación y he podido comprobar que se cumple el mismo principio. Cuando vamos al mapa celeste que corresponde a la observación del plano celeste contemplado desde la ciudad de La Habana, que para las dimensiones de Cuba aplicaría para la isla completa, la constelación de Triangulus es la que ocupa el punto central, y cuando en el plano tomamos las mediciones de cada uno de los lados del triángulo formado, casi isósceles, aunque no llega a serlo, pues la relación entre sus lados mayores y la base son 3.320 y 3.415 respectivamente, la ubicación de las seis catedrales correspondientes a las seis provincias que tenía Cuba antes que el gobierno de Castro las convirtiera en catorce, la línea que las une pasa por el mismo centro de otros puntos cuyo significado está muy ligado a nuestra historia, a Jesus, a la Virgen y a José, y es esta pista la que nos lleva a encontrar tres puntos en el resto del territorio, a los que se puede ir a buscar directamente, gracias a ese norte que se nos ha dado, para luego comprobar que allí estaban efectivamente, y al medir la distancia entre ellos en relación a lo que sería la base de nuestro triángulo, y comprobar que hay una completa correspondencia.
Es un hecho comprobable que en Cuba no hubo un sola persona con conocimientos previos de astronomía los que decidieron donde establecer esa marca sobre la tierra con el significado intrínseco de cada una, en lo absoluto, y no hay relación alguna entre ellos, ademas, fueron establecidos en diferentes épocas. ¿Qué concluyo? Que ninguno de esos constructores era consciente de la forma en que su voluntad era guiada por una fuerza superior, y de que estaba siendo utilizado como instrumento para escribir sobre la tierra misma una especie de sagrada escritura para que llegado un determinado tiempo los hombres pudieran leer, independientemente de su credo, como si no tienen ninguno, un lenguaje que todos pudiesen entender y que quizás ayudaría a eliminar las grandes diferencias que tanto daño están ocasionando.
Para quien esté interesado en más información sobre el tema, dentro de poco estaré anunciando la publicación del artículo en el grupo de Facebook 'Geografía Sacra de Cuba".
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