Desde la encomienda de Barcelona queremos abordar un tema no menos importante; el de aquellas agrupaciones de personas que se sintieron atraídas por los ideales del Temple y decidieron de alguna manera obrar de manera similar.
Para ello hemos elegido un texto del historiador y escritor francés, Michel Lamy, que fue publicado en su libro “La otra historia de los templarios”.
Desde Temple Barcelona, deseamos que su lectura la encontréis interesante.
Imagen del arquitecto Hiram
Hemos recordado a los compañeros de oficios que trabajaban en la esfera de influencia del Temple y participaban en la construcción de las catedrales y otras iglesias iniciáticas. En París, residían habitualmente a “costa del Temple”, cerca de Saint-Gervais-Saint-Protais, y tenían costumbre reunirse bajo el olmo, en la plaza.
Convertidos después en los “compañeros del deber de libertad”, tomaron en aquel momento el nombre de “hijos de Salomón”. Afiliados a
Salomón pidió que los cimientos y los muros del Templo fueran hechos de piedras ciclópeas de gran valor. Los canteros las cortaban, mientras que los hombres de Giblos preparaban la madera y las piedras para construir
Tres aprendices, Holem (o Hopem), Sterkin (o Skelem) y Hoterfut, furiosos de que Hiram les hubiera negado la iniciación, quisieron hacerse con la contraseña por la fuerza. Una noche, esperaron a Hiram a la salida del Templo. Holem le esperó en la puerta sur, armado con un mazo, Sterkin en la puerta de poniente con una regla y Hoterfut en la de levante con una palanca. Hiram salió por el oeste. Se negó a ceder y Sterkin le golpeó en un hombro con la regla. Él escapó y se topó con Holem en la puerta sur. Golpeado una segunda vez y basculando, corrió hacia levante donde fue muerto por Hoterfut. Los asesinos abrieron tres fosas. En la primera de ellas pusieron el cuerpo de Hiram; la segunda recibió su ropa y la tercera su bastón: un junquillo marino que llevaba siempre con él. Nueve compañeros se pusieron a buscar a Hiram; la segunda recibió su ropa y la tercera su bastón: un junquillo marino que llevaba siempre con él. Nueve compañeros se pusieron a buscar a Hiram. Una exhalación les atrajo y les llevó hasta un lugar donde había brotado una rama de acacia. Allí encontraron el cadáver de Hiram.
Salomón hizo cambiar la contraseña y pidió a los compañeros que se cortaran la barba y los cabellos, que llevaran mandiles de piel blanca en señal de duelo y guantes blancos para indicar que eran inocentes del homicidio. Se construyó una tumba de bronce para Hiram con una inscripción en un triángulo de oro: A.M.G.D.M.G.A.D.U. (A mayor gloria del más gran arquitecto del universo). Se colocó allí una medalla con el nombre de Jehová. En un tercer triángulo se indicó S.U.G. y en los bordes de la tumba se grabó: Noria, Sterkin, Hiram y Mac Benac. El lugar de la tumba fue llamado Campo de los Cros o campo de las lágrimas.
Se intentó dar con los asesinos. Holem fue entregado por Pérignan y se le…cortó la cabeza. Sterkin y Hoterfut encontraron refugio en la corte del rey de los gepts. Quince compañeros les acorralaron. Aunque se escondieron en la cantera de Bendicar, se dio con su paradero, se les apresó y se les trajo a Jerusalén cargados de cadenas. Fueron atados a dos postes de pies y cuello, las manos atadas tras la espalada, sus cuerpos fueron abiertos y, con una absoluta crueldad, se les dejó así expuestos al sol, sometidos a las picaduras de los insectos. Por la noche, Salomón les hizo…cortar la cabeza. Las cabezas fueron expuestas y el resto ofrecido en pasto a las fieras.
Una vez más cabezas cortadas. Ello nos recuerda que con ocasión de la consagración de los templos antiguos, se sacrificaba en un ritual de cabezas cortadas. Así, Tarquino el Soberbio, séptimo rey de Roma, hizo edificar un templo a la gloria de Júpiter. Al levantar los cimientos, se encontró una cabeza humana cortada y aún sangrante. Se prosiguió con la construcción y se le dio el nombre de Capitolio, de caput, la cabeza.
¿No es sobre Cefas, el cráneo, nombre de Pedro, sobre el que está edificada
“Tu eres Pedro, y sobre esta piedra oficiaré mi Iglesia”
Sin embargo, los secretos de construcción en posesión de los “hijos de Salomón” provienen asimismo de una muy extraña historia, la de una raza maldita protegida por los templarios: los cagotes.
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