Desde la encomienda de Barcelona
seguimos con el apartado dedicado a conocer algunos aspectos más o menos
ocultos de los templarios por las tierras de España. Precisamente por ello,
hemos seleccionado un texto del que fuera escritor e investigador, Don Xavier
Musquera, de su libro “La
Aventura de los Templarios en España”, donde esta vez nos
despejará posibles dudas sobre la continuidad del Camino de Santiago en el
siglo XII.
Desde Temple Barcelona, os invitamos a
conocer de cerca la historia de este milenario camino de peregrinación.
Fotografía de la villa navarra
de Puente la Reina.
Suficientemente
extendida la noticia de la aparición del Sepulcro del apóstol Santiago por todo
el orbe cristiano, y una vez desaparecido el peligro sarraceno, incluida la
conquista de Toledo y el nacimiento de Cluny, aparece a finales del siglo XI un
gran movimiento de peregrinos en dirección a Compostela que obliga a efectuar
mejoras en el camino.
Es
el monarca Alfonso VI quien favorece para que este recorrido se convierta en
mucho más fácil y manda reconstruir nuevos puentes que unan Logroño con
Santiago: Studuit facere omnes pontes qui
sunt a Lucronio usque ad Sanctum Jacobum.
Hasta
la fecha fueron miles de peregrinos que tuvieron que soportar durante 250 años
las dificultades del terreno, los inconvenientes de las altas montañas y los
húmedos y profundos valles. Es así como se establece un nuevo camino, más
cómodo, gracias a la intervención del monarca.
Según
consta en el Códice Calixtino, se establece el Camino Interior, en Puente la Reina , ya en pleno siglo
XII. Dicho códice en su primer capítulo nos indica lo siguiente: De viis Sancti
Jacobi o “de los caminos de Santiago”. E indica posteriormente: “cuatro son los
caminos que dirigiéndose a Santiago, se unen en Puente la Reina , formando uno solo”.
Se
advierte claramente la precisión del autor al no afirmar que es entonces cuando
surge el Camino, tal y como aseguran algunos, sino que confirma que existían
cuatro y que ahora se unen en uno sólo.
El
intento de presentar este camino como el primer itinerario o Camino de Santiago
es un error. Este no es “el” Camino, sino “un” Camino, otro más, el cual, con
los cuatro restantes y con los lusitanos y norteños, constituyen el Camino de
Santiago.
La
peregrinación que se realizaba a la catedral de Oviedo para visitar la Cámara Santa y sus reliquias
era una prolongación de las realizadas al Monsacro.
Más
tarde, al surgir la tumba del apóstol y volcarse el monarca ovetense en el
lugar Santo, y potenciar el Camino de Santiago, fueron muchos los peregrinos
que ya no se dirigieron a Oviedo. Si a todo ello se añade que el camino
interior resultaba más fácil y cómodo, las reliquias ovetenses se convirtieron
en desconocidas para muchos. Esto motivó que numerosas personas considerasen
que la peregrinación no era completa si no se pasaba a venerar al Salvador y a
las reliquias. De ahí surge en los diversos países, que no en España, la
conocida estrofa:
“Quien va a Santiago y no va al Salvador
visita al criado y deja al Señor.”
En
este tiempo surge igualmente el: “estar entre San Marcos y La Ponte ”. La frase está
motivada por la duda entre continuar de León a Santiago, pasando por Astorga, o
bien venir por el Salvador de Oviedo.
Viejos
caminos de peregrinos, que bordean acantilados de aguas embravecidas, sirvieron
de atalaya para otear desde la cercana Galicia “el mundo del más allá”, situado
en el horizonte del océano al que debían regresar las almas de los muertos para
encontrarse con sus antepasados, sus héroes y sus dioses.
Rutas
que conducían a ese Finis Terrae y que poseen todavía en numerosas localidades
toponimias de origen impreciso relacionadas con la espina o lo espinoso,
símbolo de la dificultad del camino y sus propiedades transformadoras para el
peregrino. Espín, La Espina ,
Espinaredo, Puerto de la Espina ,
y Espinedo, son algunos ejemplos.
Enclaves
mágicos que llevan inscritos indicios seculares donde se cuentas historias y
leyendas sobre ríos y lagos encantados por la magia de las xanas (brujas), o
tesoros escondidos que son custodiados por la famosa serpiente alada, de clara
influencia celta: el Cuélebre asturiano.
Un
recorrido por tiempos prehistóricos en el que aguardan megalitos, mudo
testimonio de antiguos ritos funerarios y religiosos, como el impresionante de
Merillés o el de Cangas de Onís, sobre el que se edificó la capilla de la Santa Cruz.
Montes
sagrados o sacralizados con antiguas tradiciones como el Monsacro o el Moniovis
(Monte de Júpiter), bautizado con ese nombre por las legiones romanas, las
cuales construyeron calzadas que más tarde se convertirán en caminos de
peregrinaje que son conocidos como Camín Real. Esparcidos por esa geografía,
más de 250 castros, hábitats fortificados pertenecientes a los primeros
asentamientos urbanos, nos han legado su cotidianidad, sus utensilios, sus
adornos personales y sus creencias trascendentes.
Esta
herencia milenaria, esa cultura autóctona que supo sobrevivir hasta nuestros
días, puede contemplarse bajo la forma de círculos concéntricos, estrellas,
cruces, trisqueles, soles radiantes, polisqueles, etc., que aparecen en
hórreos, arcones y objetos diversos de la artesanía regional.
Estas
huellas culturales que nos dejaron astures, cántabros, celtas y romanos siembran
esa ruta asturiana con su presencia. Su recuerdo se ha perpetuado a lo largo de
los siglos y se ha convertido en las raíces en las que se asienta su presente.
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