Desde la encomienda de Barcelona recobramos
el apartado dedicado a descubrir los lugares del Reino de Aragón, donde habitó la Orden del Temple.
Para ello hemos recogido un nuevo texto
de nuestro amigo, el investigador, periodista y escritor D. Jesús Ávila
Granados de su libro “Templarios en las tierras del Ebro”, donde con su cercana
escritura, nos traslada en el tiempo por las villas de la ribera del río Ebro
donde instalados los templarios, dominaron aquellas fértiles tierras.
Desde Temple Barcelona, estamos
convencidos de que disfrutaréis de su pausada lectura.
Fotografía de una estrella discoidal en el término de Godall
Godall, Montsià (Tarragona)
Godall,
a medio camino entre las villas de la
Galera y Ulldecona, a través de la TV-3313 , en el centro de
la comarca del Montsià, es un pueblo tranquilo, con casas emblanquecidas que se
agrupan sobre la vertiente occidental de la mola de Godall (398 m ), en las proximidades
del barranco de la Caldera ,
la sima de la cual fue recubierta por
una vuelta de 400 metros .
Godall transmite una imagen bucólica desde la lejanía, con un denso pinar que
envuelve al pueblo. Durante el dominio andalusí, Godall era conocido como
Codair. Lamentablemente, de su alcazaba no ha quedado ningún vestigio, pero a
aquella época pertenecen los colores añil que decoran parte de las fachadas y
el intradós de las ventanas de muchas casas.
La
primera referencia histórica de la población se remonta al año 1097, cuando el
conde Ramón Berenguer III firmaba una donación al monasterio de Sant Cugat del
Vallès de esta plaza –y de otras aldeas, molinos y masías de la zona- una vez
se produjo la conquista de la ciudad de Tortosa (1148). No obstante eso, no fue
así; en diciembre de 1153, Godall, con su término, fue librada a Guillem de
Copons, una vez nombrado alcaide de Tortosa.
La
incorporación de Godall a la órbita del Temple no se llevó a cabo hasta el año
1241, en virtud de la
Sentencia de Flix, y a partir de entonces dejó de pertenecer
a los señores y a la nobleza. Bajo el amparo de los templarios, Godall conoció
momentos de gran prosperidad y consiguió un notable desarrollo, al dar salida a
los productos que sus habitantes elaboraban, a través de la
Via Augusta , y también por el puerto
fluvial de Tortosa.
El
año 1297, con la venta de los derechos por parte de la Orden del Temple, los
vecinos de Godall continuaron dependiendo de la ciudad de Tortosa, pero ahora
del veguero, y muchos de los derechos y libertades de que disfrutaron antes
comenzaron a eliminarse. La paciencia de los habitantes de Godall llegó a su
límite, como lo confirma el hecho de que, en 1303, se produjo el éxodo de
familias hacia la vecina población de la Galera. Pero la situación no
había cambiado mucho a finales del siglo XVI; sabemos que en tiempos del
monarca Felipe II, en el año 1594, los habitantes de Godall llevaron a término
una multitudinaria protesta a causa de los elevados impuestos que estaban
obligados a pagar a la ciudad de Tortosa; pero la Audiencia de Cataluña se
pronunció en contra de los manifestantes.
Dentro
de la población y también en sus alrededores, son numerosos los lugares que el
visitante debería admirar y recorrer, como la
Vila Llarga , la plaza Pozo Bueno, la
iglesia de San Salvador, la plaza Mayor, el Pozo de San Roque, la calle Norte,
la fuente de Capdàsens, la fuente de l’Arborç, etc…; y también se tiene que
perder uno entre los bosques del Área de Medio Ambiente, respirando los aromas
de las plantas silvestres que impregnan la atmósfera del municipio de Godall.
En
esta población se han conservado algunos testimonios relacionados con el
Temple. El recuerdo de los caballeros continua vivo en el escudo de Godall, y
también en su bandera, donde una cruz paté
de color blanco domina la escena. El singular emplazamiento del pueblo, sobre
numerosas venas de agua potable, también evoca a los templarios; igualmente la
veneración a san Roque, el santo oriundo de Provenza, que protegía a la gente
contra las terribles epidemias de la peste. Y en el cementerio antiguo –Fossar
Vell-, en la entrada de la población, por la carretera que lleva a la Senia , son numerosas las estrellas discoidales
templarias y cátaras que coronan los muros superiores de este sagrado recinto;
fueron trasladadas desde la iglesia parroquial a raíz del decreto de tiempos
del monarca Carlos III (s. XVIII) que prohibía enterrar a los muertos dentro de
los templos.
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