Desde la
encomienda de Barcelona continuamos con el apartado dedicado a conocer mejor a
la enigmática María Magdalena. Par ello hemos recuperado un nuevo escrito del
teólogo catalán Lluís Busquets de su obra “Els evangelis secrets de Maria i de la Magdalena. La història amagada”, donde esta vez nos ayudará
a entender mejor el papel de esta última, ya que la
Magdalena está
presente en los cuatro evangelios canónicos tanto en el contexto de la
crucifixión, sepultura de Jesús y en el evangelio de Juan, también en el
contexto de la resurrección.
Desde
Temple Barcelona, estamos convencidos que su lectura os cautivará.
María
Magdalena en el evangelio de Marcos
El evangelio de Marcos es el más antiguo,
según la mayoría de los expertos, y la Magdalena aparece en el triple
marco de la crucifixión, el entierro y el sepulcro vacío:
Contexto de crucifixión: Después
de la muerte de Jesús, de rasgarse el velo del Sancta Sanctórum del Templo y de
la confesión de fe del centurión romano, dice así: ‘Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María
Magdalena, María (la madre) de Santiago el Menor y (de) Joset (,) y Salomé, que
le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían
subido con él a Jerusalén’ (Mc 15, 40-41)
Escenario del entierro: ‘Y ya al atardecer, como era la
Preparación , es
deceir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del
Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar
donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extrañó Pilato de que estuviese
muerto y, llamando al centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando
una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un
sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la
entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de Joset se fijaban dónde era
puesto’
(Mc 15, 42-47)
Intención embalsamadora, sepulcro vacío y
visión:
‘Pasado el sábado, María Magdalena, María
la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. Y muy de
madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. Se
decían unas a otras: ¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro? Y
levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy
grande. Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho
vestido con una túnica blanca, y se asustaron. Pero él les dice: No os
asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; (ha resucitado), no está
aquí. Ved el lugar donde le pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a
Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.
Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto se había
apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo’. (Mc 16,
1.4-8)
Unos breves comentarios antes de continuar.
Fijémonos, en primer lugar, en que Salomé desaparece del marco del entierro;
además, se considera una interpolación el “ha resucitado” del versículo 6 (por
eso lo hemos escrito entre corchetes); en tercer lugar, ya hemos visto que el
relato del sepulcro vacío es una creación de Marcos, según el profesor Crossan;
finalmente, los doce últimos versículos de Marcos son una añadido que depende
de Mateo, Lucas y Juan, con lo cual, la cita de Marcos 16, 9 de este agregado,
en el contexto de las apariciones (“…se apareció primero a María Magdalena de
quien había expulsado siete demonios”) no es textualmente válida, pues depende
de Lucas, según todos los expertos. (Ello no significa que no existiera una
tradición antimagdaleniana que la creía ex endemoniada en el momento del
añadido). Por lo tanto, no es preciso analizar el contexto de las apariciones
hasta el Evangelio de Juan: la perícopa de las apariciones en Marcos es espuria
y depende de él; la de Mateo, según Crossan, es invención del autor del
Evangelio para preparar la aparición a los apóstoles, y en Lucas no se produce
ninguna aparición a mujeres concretas.
María
Magdalena en el evangelio de Mateo
Comparemos ahora a Marcos con Mateo en los
mismos contextos literarios.
Contexto de la crucifixión: ‘Había allí muchas mujeres mirando desde
lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Entre
ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago y de José, y la
madre de los hijos de Zebadeo (= Salomé). (Mt 27, 55-56)
No es necesario advertir que identificamos
Joset/José y que, si Salomé es la mujer de Zebadeo, coincide con Marcos.
Escenario del entierro con inclusión de la vigilancia: ‘Al atardecer, vino un hombre rico de
Arimatea, llamado José, que se había hecho también discípulo de Jesús. Se
presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato dio orden de que
se le entregase. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo
puso en su sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca; luego, hizo rodar
una gran piedra hasta la entrada del sepulcro y se fue. Estaban allí María
Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro’. (Mt 27, 57-61)
El fragmento, con los mismos actores –José de
Arimatea y las mujeres-, coincide sólo en parte con Marcos; fijémonos en que,
en Marcos, las mujeres (la “otra María” es la madre de Joset/José) velan
activamente para saber dónde han depositado el cadáver; aquí parece que el
cuerpo ya haya sido enterrado y que sólo contemplen el lugar, casi con actitud
de reverencia y adoración. Esto sólo nos da a entender que es un texto
posterior, rozando la catequesis: para los creyentes en Jesús –segundas
comunidades- su cuerpo debía ser adorado. También hemos de retener los
versículos que siguen –la petición por parte de los sumos sacerdotes y de los
fariseos a Pilato de desplegar un pelotón de guardias para vigilar el sepulcro,
cosa que logran- se encuentra sólo en este evangelista, hecho considerado por
los expertos un añadido tardío.
Visión, guardias como muertos, sepulcro vacío
y falsificación de los hechos: ‘Pasado
el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra
María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran terremoto, pues un
ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó
encima de ella. Su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la
nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron
como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: Vosotras no temáis,
pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, (ha resucitado, como
había dicho). Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a
sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a
Galilea; allí le veréis. Ya os lo he dicho. Ellas partieron a toda prisa del
sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos’.
(Mt 28, 1-8)
Respecto a Marcos, la elaboración de Mateo es
evidente. Las mujeres no acuden al sepulcro con intención de ungirle; el joven
al que encuentran en Marcos se ha convertido en Mateo en el ángel que hace
rodar la piedra y se posa sobre ella, como guardándola de una manera bastante
diferente a la de los temblorosos guardias que se quedan como muertos; se
repite el mandato de no tener miedo y que el cuerpo del Crucificado-Resucitado
no está donde esperaban encontrarlo. Sigue el mandato de correr a anunciar a los
discípulos que les precede en Galilea y que allí le verán (Mt 28, 7). El final
es una completa reelaboración:
‘En esto,
Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, se
asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: No temáis. Id,
avisad a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán’. (Mt 28,
8-10)
El fragmento coincide con Marcos en el mandato
de viajar a Galilea; sin embargo, ahora Mateo añade que vayan a relatar su
experiencia a los discípulos (no cita a Pedro en particular, como hace el
agregado de Marcos) y Jesús se les aparece y repite las palabras del ángel; la
adoración, obviamente, es un producto literario posterior. Hay discusión sobre
la fuente del soborno a los soldados para falsificar los hechos (Mt 28, 11-15).
Según Mateo, los once (Judas se ha “colgado”, Mt 27, 5) se marchan a Galilea,
Jesús se les aparece, le adoran y les otorga el mandato misional de bautizar en
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19), lo cual supone
ya un estadio elaborado de la teología de la Trinidad. (Próximamente trataremos los evangelios de Lucas y Juan)
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