Desde la encomienda de
Barcelona, continuamos con la segunda parte de este interesante capítulo donde
su autora nos relata la leyenda de Abgar, donde expone una supuesta
‘comunicación’ entre Jesús y Abgar. Para ello, es mucho mejor que sigáis con
atención las palabras de la paleógrafa italiana Barbara Frale, de su libro “I templari
e la sindone di Cristo”, que a continuación os ofrecemos.
Desde Temple Barcelona
estamos convencidos de que lo encontraréis fascinante.
Ecce homo!(III)
8. Cuatro veces en dos: IIª parte
Sin
embargo, esto puede tener una explicación muy sencilla. Según algunas fuentes
bizantinas, la sede habitual del mandylion
era la capilla imperial de Faro, donde se lo conservaba junto con otra famosa
reliquia, el keramion, o sea la teja
que en la ciudad de Edesa cerraba el escondrijo donde por mucho tiempo había
estado oculto el icono milagroso de Jesús. Según la tradición, la imagen del
rostro de Cristo había quedado prodigiosamente impresa en la arcilla de aquella
teja, de modo que también se había llevado a Constantinopla el keramion para exponerlo a la veneración
de los fieles: puestas una junto a la otra, ambas reliquias formaban un
conjunto sugerente que recordaba la
Pasión , pero el cruzado flamenco Robert de Clari, que fue
quien vio por última vez el sudario antes del gran saqueo, describe una
ceremonia de exhibición muy particular:
Entre
éstos hay también un monasterio llamado Nuestra Señora de las Blanquernas, en
el que se encuentra el sudario con el que se amortajó a Nuestro Señor: todos
los viernes (santos) se lo despliega por completo para que se pueda ver la
figura que contiene. Nadie, ni griego, ni francés, sabe qué pasó con este
sudario cuando la ciudad fue conquistada.
En
la iglesia de las Blanquernas el sudario se desplegaba poco a poco mediante un
caballete dotado de un mecanismo que lo levantaba lentamente, de modo que los
fieles veían el cuerpo de Jesús como si fuera surgiendo del sepulcro. La tela,
pues, se guardaba plegada y luego se la extendía en forma progresiva. Según
Robert de Clari, la ceremonia de las Blanquernas tenía lugar todos los viernes,
pero es muy probable que se refiriera a los Viernes Santos y no a los viernes
de cada semana; su descripción unida a las otras fuentes sugiere la idea de que
en ocasiones especiales se extrajera el sudario mandylion de su estuche en la capilla de Faro y se lo llevara a las
Blanquernas para que los fieles pudieran contemplarlo también desplegado con la
sugerente liturgia de la “ascensión” (en griego anàstasis, “resurrección”).
Por
el conocimiento que se tiene en la actualidad, es evidente que la Sábana Santa de Turín fue
durante un tiempo propiedad de los emperadores bizantinos, porque las
indicaciones de los autores antiguos son bastante precisas: por otro lado, es
verdad que hasta la época de Constantino VII Porfirogéneta la tradición del
mandylion se refiere a éste como a un retrato del busto de Jesús en vida,
mientras que más tarde (como se dirá enseguida) este objeto se describe siempre
como una tela en la que destaca la imagen del cuerpo de Cristo en su totalidad.
Por ahora no sabemos con precisión cómo se produjo semejante cambio. La idea
que proponen los historiadores es muy creíble: sostienen que en Edesa se trató
de enmascarar por todos los medios la naturaleza funeraria del mandylion porque, en aquel preciso
contexto histórico, las señales de sufrimiento y de muerte incorporadas a la
figura de Cristo podían dar lugar a un escándalo insostenible. Sin embargo, una
explicación podría no ser la verdadera, o tal vez no la única, sino una más
entre otras cuestiones que por ahora ignoramos. Es evidente que conocemos con
detalle determinados momentos de la historia milenaria de la Sábana Santa , mientras que
nuestra ignorancia respecto de otros es absoluta. A mi juicio, el intento
forzado de reconstruir paso a paso esta historia es poco fructífero, porque en
lo relativo a muchas de sus fases significa acomodar de la mejor manera posible
noticias llenas de lagunas o muy dudosas; más prudente, en cambio, es poner en
su lugar cada uno de los fragmentos con los que podamos contar con seguridad, a
la espera de que nuevos descubrimientos nos enriquezcan con otras informaciones
convincentes.
De
hecho, la tradición religiosa que confluye en ciertos iconos del mandylion asocia esta imagen al Cristo
muerto en el sepulcro, como muestra, por ejemplo, una espléndida pieza, hoy en
el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, pintada por Prokop Tehirin a
comienzos del siglo XVII: el cuerpo de Jesús muerto y con las manos juntas
sobre el pubis, como en el sudario, emerge del sepulcro, mientras que, arriba,
dos ángeles enjugan el mandylion, que
no es en realidad una pequeña toalla, sino una tela bastante larga.
Gracias
a las exhibiciones públicas y al relato de los embajadores extranjeros que
habían podido asistir a aquellas celebraciones privadas, ya en el siglo XI la
fama del mandylion se había extendido
también en Occidente. Pero en Europa nunca se lo describió como una toalla y
apareció desde el primer momento como una tela que contenía la imagen del
cuerpo entero de Jesús. En el texto de un sermón atribuido al papa Esteban III
(768-772) se insertó en el siglo XII un breve discurso que hacía referencia a
la versión “actualizada” de la leyenda de Abgar con los agregados realizados en
la época de Constantino Porfirogéneta:
Así,
el mediador entre Dios y los hombres, para contentar plenamente al soberano, se
extendió de cuerpo entero sobre un lino blanco como la nieve: y en ese lino,
cosa admirable de decir o de oír, quedó divinamente transfigurada la nobilísima
forma de su rostro y de todo su cuerpo, de modo que ver la transfiguración
impresa en aquel lino podía ser suficiente también para quienes no pudieron ver
al Señor en carne y hueso.
Más
o menos en el mismo período, entre 1130 y 1141, en su Historia eclesiástica, el monje Teodorico Vitali declaraba
explícitamente que el mandylion de Edesa llevaba la imagen del cuerpo entero de
Jesús:
Abgar reinó como
toparca de Edesa. A él, el Señor Jesús envió […] el más precioso lino, con el
que enjugó el sudor de su rostro, y en el cual aparecen las facciones del
Salvador milagrosamente reproducidas. Muestra a quienes lo miran la imagen y
las proporciones del cuerpo del Señor.
Y
en los Otia Imperialia de Gervasio de Tilbury, redatados en 1218, el hecho se
reafirmaba una vez más:
La historia que
relatan antiguos documentos ha demostrado que el Señor, echándose a tierra,
depositó la integridad de su cuerpo sobre el más blanco de los linos y así,
gracias al poder divino, quedó impresa en el lino la bellísima imagen no sólo
del rostro, sino también del cuerpo entero del Señor.
En
1257 el historiador Pietro Savio señaló que en un manuscrito de la Biblioteca Vaticana
existe un testimonio mío distinto, que data del siglo XII, con una versión
“modificada” de la leyenda de Abgar. Jesús había escrito al rey:
Si de verdad quieres
ver mi rostro tal como es físicamente, te enviaré un trozo de tejido; a sus
respecto has de saber que sobre él se ha transformado divinamente no sólo la
imagen de mi rostro, sino del cuerpo entero.
Alrededor
de 1190, el papa Celestino III recibió como regalo de Constantinopla, para usar
durante las procesiones solemnes, un lujoso baldaquino litúrgico, obra maestra
de arte sagrado que representa el mandylion
como tela que conserva la imagen de Cristo muerto, con las manos juntas sobre
el pubis, exactamente como aparece en la Sábana Santa ; y recientemente
Gino Zaninotto ha encontrado en otro códice griego de siglo X una nueva
confirmación de que la famosa reliquia bizantina contenía la imagen de todo el
cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario