Desde la
encomienda de Barcelona volvemos a recuperar este cuarto y último domingo de
Adviento, para que de comienzo la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Con Él
se cumplió la profecía de las Sagradas Escrituras y con Él el Verbo se
convirtió en Carne para que la Palabra del Padre pudiese ser escuchada por los
hombres.
‘En aquellos días, María partió y fue sin
demora a un pueblo de la montaña de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".’ (Lc 1, 39-45)
Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,
exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".’ (Lc 1, 39-45)
Reflexión:
Isabel, la madre de Juan el Bautista, en
avanzada gestación siente como su en su vientre, su futuro hijo “salta de
alegría” al escuchar la voz de María, también embarazada de unos cuantos meses.
El Espíritu Santo le reveló a Isabel la Buena Noticia de que María será la
portadora del Señor, cumpliéndose de ese modo las Escrituras.
Plegaria:
¡Señor! Al igual que Isabel fue inundada por
la revelación del Espíritu Santo y entendió el cumplimiento de la profecía, te
pido que me des la fe necesaria para que jamás caiga en el error de no creer en
tus palabras. ¡Hazme merecedor de Ti!
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