Ayer domingo 9 de diciembre, se conmemoró la
segunda semana de Adviento. Por ello queremos compartir con todos vosotros la
reflexión del evangelio dominical. Continuamos con el ciclo de san Lucas y en
esta ocasión el centro del mensaje recae sobre san Juan Bautista.
Desde Temple Barcelona os invitamos a que también
lo meditéis.
‘El año decimoquinto del reinado del
emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea , siendo Herodes tetrarca
de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias
tetrarca de Abilene,
bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.
Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados,
como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos.
Entonces, todos los hombres veránla Salvación de Dios.’ (Lc 3, 1-6)
bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.
Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados,
como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos.
Entonces, todos los hombres verán
Reflexión:
En estos primeros versículos de san Lucas,
éste nos habla del protagonismo que cobra san Juan Bautista como último profeta
antes del cumplimiento de las Sagradas Escrituras de la llegada del Hijo de
Dios. El evangelista reconoce que para que las personas podamos redimir
nuestros pecados, antes debemos convertirnos mediante el bautismo.
Plegaria:
¡Señor!
Gracias por ofrecernos la posibilidad de redimir nuestros pecados y te rogamos
que nos hagas dignos de merecer tu misericordia.
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