Los apellidos tienen su origen en la Edad Media, donde adquirió auge en Europa la costumbre de identificar a cada persona y después a toda su familia. Tienen muy diversas procedencias. Algunos son originarios de profesiones o modos de vida: así Alguacil, Herrero; otros derivados de dignidad o jerarquía, como Alcalde, Fraile, Juez; también vienen de apodos, como Gordo, Seisdedos, Matamoros; algunos basados en el sitio de nacimiento: Inglés, Navarro, Córdoba; o de nombres de animales: Lobo, Borrego, etc.
En España se usa el nombre de pila seguido del primer apellido paterno, primero materno, y así sucesivamente.
La mujer en nuestro país conserva su apellido al contraer matrimonio; no es así en Francia ni en los países anglosajones donde al casarse pierde su apellido para todos los efectos y toma el de su marido.
Existen apellidos verdaderamente difíciles de pronunciar, como algunos vascos: Belausteguigoitia; y algunas combinaciones de ellos resultan curiosas o raras, así: Toro Manso, Bobo Pequeño.
Nadie puede modificar sus apellidos, aunque últimamente el Ministerio de Justicia, autoriza el cambio cuando sea malsonante, insultante o despreciativo.
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