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jueves, 11 de junio de 2009

La búsqueda de la felicidad.



Un libro recientemente publicado, "The Challenge of Affluence" (Oxford University Press), analiza con profundidad la relación entre bienestar material y felicidad. Escrito por Avner Offer, profesor de historia económica en la Universidad de Oxford, el libro examina la experiencia de Gran Bretaña y Estados Unidos desde 1950 hasta nuestros días.

En este periodo, observa Offer, los americanos y británicos han llegado a gozar de una abundancia material sin precedentes. Sin embargo, desde los años setenta, los niveles de felicidad que cada cual dice tener han languidecido o incluso disminuido, de forma que la subida de ingresos desde entonces ha hecho poco o nada por mejorar la sensación de bienestar. Junto a esto, existen numerosos problemas sociales y personales: ruptura familiar, adicciones, crimen, inseguridad económica y descenso de confianza.

Offer cree que otro hecho que mina nuestra felicidad es la relativa desigualdad de ingresos. La desigualdad tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos ha empeorado en los últimos años, y éste es el principal factor para explicar la falta de satisfacción con su situación. La gente que disfruta de un aumento de ingresos, pero se ve a sí misma detrás de otros que gozan de un mayor progreso, no consiguen felicidad de su situación mejorada.

El amor, el matrimonio y la familia son otra área donde las carencias dañan nuestra felicidad. Una combinación de anticoncepción, divorcio, más cohabitación y altos niveles de nacimientos fuera del matrimonio debilitaron el matrimonio. El aumento de la sexualidad explícita y de las relaciones sexuales fuera del matrimonio también ha debilitado la capacidad para el amor y el compromiso dentro del matrimonio.
Pero ante esa frustración, ¿qué podemos hacer las personas para intentar encontrar esa tan ansiada felicidad? El principal factor que determina esa carencia de felicidad en los individuos, es el aumento de las necesidades que nos exige el mundo que nos envuelve.

En el evangelio según San Mateo, en el capítulo VI, versículos del 19 al 21, Jesús nos dice: "No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde los ladrones se meten y roban. Más bien, acumulad para vosotros tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los ladrones no se meten ni roban. Porque donde esté tu tesoro, Allí también Estará tu Corazón”.Jesús en el Sermón de la Montaña.

Así pues los apóstoles, llevaron su palabra por toda la Tierra y siguieron su ejemplo: “Teniendo con qué cubrirnos y qué comer, estamos contentos”.
Esta frase la dirigió San Pablo a sus discípulos preocupados por el presente y por el futuro.

Esas palabras encierran en sí una de las fórmulas más efectivas para conseguir la felicidad: reducir nuestras necesidades.

Si nos paráramos a pensar en el enorme montón de cosas que nos sobran, y que sólo tienen valor en función a nuestro amor propio, veríamos que la felicidad no está en el logro de todos los anhelos, sino en una sabia reducción de deseos y necesidades.

El viejo Diógenes, en la antigua Grecia, conocía esta verdad, y reduciendo necesidades, llegó a vivir en un tonel. Cuentan que tenía una concha para coger el agua de la fuente y llevarla a la boca; pero cierto día, viendo que esta operación podía hacerla con el hueco de la mano, prescindió de ella para no verse atado a su necesidad.


Diógenes renunció a lo innecesario.

La verdadera felicidad no viene de las riquezas, la fama o el poder, explica el Nº 1723 del Catecismo. Estas cosas son beneficiosas, pero la felicidad duradera sólo viene de Dios, fuente de todo bien y del amor.

En definitiva las riquezas materiales se acaban, en cambio el Amor es mucho más duradero.

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