Los diez años que dura la guerra de Granada, hasta la entrada de los Reyes Católicos en su capital el 2 de enero de 1492, enmarcan las últimas gestas militares de las órdenes, en el papel que, como milicias armadas, desempeñaron en la Historia de España, en su lucha contra el islam, en la que habían participado todas ellas de forma directa, eficaz y heroica.
A partir de entonces, los Reyes Católicos acometen una reforma sustancial en los sistemas y tácticas de guerra, que da lugar al nacimiento de un ejército moderno: se reafirma la especial importancia de la artillería y de la infantería, se crea la administración y la sanidad militar, se atiende a los problemas logísticos, a la fabricación y adquisición de pólvoras y municiones, etcétera. La nueva concepción del Estado origina la aparición de un ejército único y profesional, quedando eliminadas las antiguas mesnadas de los reyes y de los grandes señores. Todo ello motiva el declive, desde el punto de vista propiamente militar, de las órdenes como tales: habían aparecido los ejércitos nacionales. Poco a poco, el papel de las órdenes militares fue alejándose de la concepción específica de milicia de guerra, pero no de milicia de Cristo.
Comienza así una nueva época, en la que hay que consignar, como datos importantes para la concepción de las órdenes, la incorporación de los maestrazgos a la Corona en 1523 y la llamada “Bula del casar” de 1540, por la cual el Papa Pablo III autorizó a los caballeros a contraer matrimonio.
A partir del siglo XVI, las órdenes militares redujeron su presencia bélica y política, pero no perdieron su vocación de servicio a la fe católica y se emplearon en las “armas” del espíritu, ahora desde distintos puestos sociales. Actualmente, los antiguos votos han sido sustituidos, en su mayor parte, por breves oraciones.
(Próximo capítulo "Las órdenes militares en la Médula Histórica Cisterciense y en la Biblioteca Cisterciense Española.")
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