Desde la
encomienda de Barcelona hemos recibido del Servicio de Información Vaticana
(VIS) unas reflexiones del Santo Padre, Benedicto XVI, donde invita a toda la
comunidad católica a continuar predicando la justicia y la verdad.
Sería muy
fácil exigir a la Curia
que siempre fuesen justos y aireasen toda verdad por dolorosa que esta fuere.
Pero, ¿y los que somos laicos y profesamos la fe de Ntro. Señor, acaso no somos
igual que aquéllos que eligieron el sacerdocio como modo de vida y deberíamos
no sólo hablar de justicia y verdad sino practicarlas? Se me ocurre que no
debemos exigir a la Iglesia
institucional aquello que tanto nos cuesta practicar a un buen número de
cristianos. Honremos al Señor intentando ser justos y veraces ante los ojos de
nuestros hermanos y ante aquellas personas que todavía no creen en el mensaje
de Jesucristo. El Altísimo se encargará del resto.
Ciudad del Vaticano, 15 de julio de
2012 (VIS).-Benedicto XVI visitó esta mañana la ciudad italiana de Frascati,
cercana a su residencia estival de Castel Gandolfo. El beato Juan XXIII
estableció en 1962 que los cardenales suburbicarios de esa diócesis mantuviesen
el título de la misma, mientras la atención pastoral se confiaba a un obispo
residencial. El titular es actualmente el cardenal Secretario de Estado
Tarcisio Bertonel que concelebró con el Santo Padre. La de Benedicto XVI es la
cuarta visita de un pontífice a esa diócesis, tras la realizadas por Juan XXIII
en 1959; Pablo VI, en 1963 y Juan Pablo II, en 1980.
El Papa fue recibido por el alcalde
de esa localidad, Stefano Di Tommaso y por el obispo Raffaello Martinelli.
Después de entrar en la catedral para adorar al Santísimo, Benedicto XVI,
celebró la Misa
en el atrio del templo, dedicado a San Pedro, que preside la plaza del mismo
nombre.
Siguen fragmentos de la homilía del
pontífice:
“En el Evangelio de este domingo,
Jesús toma la iniciativa de enviar a los apóstoles en misión (...) El hecho de
que Jesús llame a algunos discípulos a colaborar directamente en su misión,
manifiesta un aspecto de su amor: no desdeña la ayuda que otros hombres puedan
aportar a su obra; conoce sus límites, sus debilidades, pero no los desprecia,
es más, les confiere la dignidad de ser sus enviados. Jesús los envía de dos en
dos y les da instrucciones (...) La primera atañe al espíritu de desapego: los
apóstoles no pueden estar apegados al dinero y a las comodidades. Jesús
advierte también a los discípulos de que no siempre serán bien acogidos: a
veces los rechazarán; incluso podrían ser perseguidos. Pero no tienen que
impresionarse: deben hablar en nombre de Jesús y predicar el Reino de Dios, sin
preocuparse por tener éxito (...) El éxito se lo dejan a Dios”.
“La primera lectura nos presenta la
misma perspectiva, mostrándonos que, a menudo, los enviados de Dios no son bien
recibidos. Es el caso del profeta Amós, (...) que predica con gran energía
contra las injusticias, denunciando sobre todo los abusos del rey y de los
potentes, abusos que ofenden al Señor y hacen vanos los actos de culto. (...)
Por tanto, ya sea aceptado o rechazado, Amós seguirá profetizando y predicando
lo que Dios dice y no lo que los hombre quieren escuchar. Este sigue siendo el
mandato de la Iglesia ,
que no predica lo que los poderosos quieren que les digan. Su criterio es la
verdad y la justicia, aún en contra de los aplausos y los poderes humanos”.
“La otra indicación muy importante
del pasaje evangélico es que los Doce no pueden contentarse con predicar la
conversión: la predicación tiene que estar acompañada, según las instrucciones
y el ejemplo de Jesús, por la curación de los enfermos. Curación corporal y
espiritual. Jesús habla de la curación concreta de las enfermedades (...) y de
purificar la mente humana, (...) de limpiar los ojos del alma que están
oscurecidos por la ideología y por eso no pueden ver a Dios. No pueden ver la
verdad y la justicia (...) La misión apostólica tiene que abarcar siempre los
dos aspectos de predicación de la palabra de Dios y de manifestación de su
bondad con gestos de caridad, de servicio y de entrega.”
“El Señor llama a todos,
distribuyendo diversos dones para diversas tareas en la Iglesia. Llama al
sacerdocio y a la vida consagrada, y llama al matrimonio y al compromiso como
laicos en la Iglesia
y en la sociedad (...) Dos vías complementarias que se iluminan, se enriquecen
recíprocamente y juntas enriquecen a la comunidad (...) El Señor siembra con
abundancia sus dones, llama a seguirlo y a prolongar su misión en nuestra
época”.
“Os propongo que viváis intensamente
el Año de la Fe
que comenzará en octubre, a 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II.
Los documentos del Concilio contienen una riqueza enorme para la formación de
las nuevas generaciones cristianas. Con la ayuda de los sacerdotes y de los
catequistas, volver a leerlos y a profundizarlos (...) Descubrid de nuevo la
belleza de ser Iglesia, de vivir el gran 'nosotros' que Jesús ha formado
entorno a sí, para evangelizar el mundo: el “nosotros” de la Iglesia , jamás cerrado,
jamás replegado en sí mismo, sino siempre abierto y tendiente al anuncio del
Evangelio a todos”.
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