Desde la encomienda de
Barcelona recobramos el apartado de nuestro singular amigo, periodista y
escritor, D. Jesús Ávila Granados, donde nos da a conocer los lugares donde los
templarios se asentaron alrededor del río Ebro.
Para ello hemos
seleccionado un nuevo capítulo de su libro “Templarios en las tierras del
Ebro”, donde nos transporta por atractivos parajes que aún pueden ser
disfrutados por el curioso viajero.
Desde Temple Barcelona
recomendamos su plácida lectura.
Escena del mercado medieval de Ascó, donde puede verse a un
“cabezudo templario”.
Ascó, Ribera d’Ebre,
Tarragona
Ascó,
situado al centro de la Ribera
d’Ebre, es uno de los pueblos con la presencia templaria más importante en el conjunto
de esta comarca del sur de Catalunya; su visita constituye, por tanto, un
inmenso disfrute para los amantes de la historia medieval en general, y para
los seguidores de la cultura del Temple en particular.
Es
necesario recordar que la fortaleza de Ascó se alza sobre el cerro mas elevado
que domina los tejados de la población. La primera referencia se remonta a la
antigüedad, con un faro ibero-romano que controlaba el paso del río; después
los hispanomusulmanes, después de ampliar el recinto, la convirtieron en
residencia del delegado del valí de Siurana. No obstante, la primera noticia
documentada del castillo de Ascó se remonta al 1148, año de la conquista de
todos los territorios de las Tierras del Ebro por parte de Ramón Berenguer IV.
El investigador Pedro Blasi resume así la importancia de esta estratégica
alcazaba: “Ascó, antiguo castillo árabe que defendía un paso muy importante del
Ebro era, como las otras villas importantes, defendida por el castillo y
rodeada de una muralla que daba la vuelta a toda la población.” Con la caída de
esta alcazaba, los cristianos rompían la línea de comunicación de las
fortalezas andalusíes a través del Ebro, que, por señales acústicas, de fuego o
humo, enlazaban las fortalezas de Miravet y Mora con Flix, Mequinenza, Fraga y
Lleida. Pocos meses después, los templarios recibieron por su participación en
la conquista unos terrenos de huerta a la orilla del río. Carreras Candi, en su
célebre obra “Geografía General de Catalunya, resumía así la importancia de
esta plaza en el control geográfico de todo el valle inferior del Ebro: “Ascó,
castillo de los árabes, guardián en el paso del Ebro de toda invasión […] En
1151 quedaba ya mencionado castillo en poder de los restauradores y el conde
Berenguer IV, al hacer dotación a la sede de Tortosa, se reservó los dalmos y
primicias de la Iglesia
de Ascó por dotar su capilla costal.”
A
partir de la conquista cristiana, la
Orden del Temple compartió con la Corona de Aragón el señorío
de Ascó. En el año 1181 se construyó en esta villa una subencomienda que
dependía del Distrito de la
Ribera , y al año siguiente el castillo pasó a integrarse bajo
jurisdicción templaria. No obstante, esta villa no fue enteramente propiedad de
los templarios hasta comienzos del siglo XIII, exactamente en el año 1210,
cuando el Temple canceló al monarca de Aragón Pedro II el Católico unas deudas
que fueron contraídas en 1167 por los padres de éste, Alfonso II y su esposa
Sancha con la Orden ,
y por un importe inicial de mil dos cientos maravedíes.
Tuvo
que ser mucho el interés que esta plaza tenía para los templarios, tal y como
lo confirma el hecho de que, cada vez que la Orden del Temple prestaba dinero a la Corona , ponía como garantía
el castillo de Ascó (el interés de este préstamo no superaba nunca el 10%);
hasta que, como hemos dicho anteriormente, obtuvieron definitivamente la
posesión del lugar de manos del monarca Pedro II, el cual no dudó en liquidar
esta deuda, como usufructo recibido en calidad de dote.
No
sabemos exactamente el motivo de este inusitado interés por parte de la Orden ; probablemente, para
el control del paso por el río Ebro, con el cobro de un peaje por las
mercancías que llevaban los barcos que navegaban por allí; también es probable
que el interés estuviera justificado por la riqueza del enclave de poder en la
zona (piedras malditas de la
Bruja y de la
Brujita ); la existencia de una falla geológica; corrientes de
aguas subterráneas; monumentos megalíticos, con lugares donde los druidas
celtas debían de llevar a término ritos espirituales y de iniciación, como la
cima del Calvario, donde se levanta la homónima ermita, etc.
Los
templarios hicieron de Ascó el puerto fluvial más importante de todo el curso
inferior del Ebro, entre Lleida y Tortosa. Pero este esplendor comportó grandes
rivalidades, ocasionadas por las envidias de la influyente familia Entença
contra el Temple, que impuso un abusivo peaje de paso a las embarcaciones que
navegaban por el Ebro en esta zona. Fue a finales de septiembre de 1284,
mientras regía en la encomienda de Ascó frey Francesc Ça Tallada, cuando un
destacamiento de torpas dirigidas por Guillem de Entença y secuandaos por los
caballeros Riudefoix, Carbons, Vernet y Guillem Verguentis entraron en Vinebre,
aprovechando que la población se encontraba sin protección militar del Temple,
y saquearon todo lo que encontraron en
las casas de valor, a demás de robar animales y asesinar personas.
Carreras
Candi nos recuerda, como dado el interés, que en la defensa de Vinebre –villa
que depndía de la encomienda de Ascó- quince hispanomusulamanes perdieron la
vida (cinco de los cuales mujeres); y una cuarentena más fueron apresadas y
conducidas cargados de cadenas a las terroríficas mazmorras de la fortaleza de
Mora, caserna general de la familia Entença; se pidió un rescate de 300 sueldos
jaqueaos si no querían que fuesen
vendidos como esclavos. También es importante nombrar que los efectivos del
castillo de García rechazaron de pleno formar parte de aquella expedición, lo cual
contribuyó a confirmar la afinidad que había entre esta villa y los templarios.
A
pesar de todo, los templarios hicieron de Ascó una villa de gran esplendor
económico. La comunidad morisca, que disponía de mezquita y de escuela coránica
propia, contaba con 250 fuegos y estaba ubicada en el interior del recinto
amurallado; en cambio, las 30 familias cristianas vivían en extramuros de la
muralla. Esta circunstancia no había estado posible si no fuese por el Temple.
El minarete de Can Tijera, que todavía se conserva, era también un torreón de vigía
en estrecha relación con el castillo templarios superior. La comunidad
monástica trabajaba eficazmente la tierra, conreaban plantas aromáticas, los
hornos de cal, la cerámica, los telares, elaboraban la miel de las colmenas,
extraían el agua del subsuelo a través de norias, pozos y aljibes, crearon las
neveras naturales (pozos de hielo); y,, además, pagaban unas contribuciones
razonables al maestre templario. El Bailío de Ascó tomó jurisdicción sobre
otras poblaciones de la zona (Vinebre, Riba-roja, la Fatarella y Corbera).
Sabemos que, en 1308, la villa de Ascó ingresó en las arcas del Temple la suma
de 800 libras
jaqueadas.
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