Desde la encomienda de
Barcelona continuamos con la segunda parte dedicada a la villa tarraconense de
Ascó, donde D. Jesús Ávila Granados en su libro “Templarios en las tierras del
Ebro”, nos relata con un lenguaje sencillo sus viajes por las tierras bañadas
por el río Ebro, donde se instaló la Orden del Temple.
Desde Temple Barcelona
deseamos que estas breves líneas hayan sido de vuestro interés.
Fotografía
de los restos del castillo de Ascó.
El
legado morisco de Ascó sorprende por su variedad y riqueza. Entre los lugares
de visita obligada está el pueblo antiguo, caracterizado por un entramado
urbanístico típicamente musulmán, con callejones estrechos, placetas íntimas y
en pendiente; hace un par de décadas, en el seno de este barrio apareció el
edificio de baños (hamman); también
hemos de destacar la lápida de una tumba, caracterizada por sus signos
hebraicos, una mahén David (la
estrella de seis puntas hebrea) y una flor de lis; todo esto recubierto de
caracteres árabes, todavía por descifrar. Los arcos de herradura que todavía se
conservan en el interior del núcleo antiguo y los restos de pinturas de color
añil en los zócalos, marcos e intradós de las puertas y ventanas de las
viviendas confirman, todavía más, el importante peso cultural que consiguió
esta población durante los siglos medievales, como una villa morisca. Esta
comunidad obtuvo un notable desarrollo, después de la conquista cristiana,
gracias a los templarios. En el recinto amurallado donde vivían los
hispanomusulmanes se accedía a través de las puertas del Faidor y de
Vallxiquer.
La
iglesia parroquial, dedicada a san Juan Bautista, es una construcción templaria
basada en el octógono, como un templo funerario. Las reformas posteriores
(llevadas a cabo durante los siglos XVIII y XX) han modificado sustancialmente
la obra medieval; a pesar de ello, de la primitiva obra se conserva el ábside
octogonal (cada uno de los ángulos, orientado a un lugar de poder de la zona),
dos capillas laterales, un campanario de espadaña (que es el único en la Catalunya Nueva )
y diversas górgolas. En la calle Mayor, está Ca Estisora (Casa Tijera), la
casa-torre templaria que anteriormente fue un minarete andalusí; y, a pocos
metros de allí, el visitante se sorprenderá gratamente al contemplar una cruz
de ocho beatitudes, grabada en el sillar de piedra de una vivienda, que, sin duda,
en algún momento perteneció al castillo superior.
Descendiendo
la calle que arranca delante mismo de la iglesia, el viajero no tardará en
llegar a Cal Cavaller (Casa Caballero), la antigua residencia de Ali Abimazid,
gobernador andalusí de Ascó, vivienda que, en el año 1152, el conde Ramón
Berenguer IV libró en bandeja de plata a Guillem de Sadaó, maestre templario de
Miravet, porque fue transformada en la casa de la encomienda del Temple en
Ascó. A muy pocos maestres de allí, en la actual calle Sequerets, estaba
ubicado el cementerio hispanomusulmán, las tumbas que estaban orientadas a la
Meca, fueron expoliadas después del decreto de expulsión de los moriscos de
1610.
En
la calle Hospital se encuentran los pórticos de Ca Pere Sans (Casa Pedro Sans) con
una de las puertas de acceso a la Vila
Closa. En les Voltes y Sitges se almacenaban los granos que
se recaudaban. Pero no marchéis de Ascó sin haber visitado el Horno de Pan de
Xavalí, edificio que, además de ser el lugar donde se elaboraba y se cocía el
pan de la comunidad cristiana de la villa, en tiempos del Temple disponía de
una sala donde se reunían los jurados y prohombres, para determinar si un hecho
punible constituía un delito criminal o bien se trataba de un hecho penal
civil.
Ascó
es una villa que invita a deambular por los idílicos porches, empinadas calles
y acogedoras placitas, en un embrujado ambiente que envuelve al viajero en la
magia del espíritu medieval; en la calle de Baix (de Abajo), se encuentran los
porches de Cec, Baijunca y Cavaller. Y desde la plaza Nova (Nueva) se puede
admirar una esplendida panorámica de todo el conjunto de la vall de l’Ebre
(valle del Ebro).
Uno
de los lugares de poder era la ermita de San Miguel Arcángel (patrón de la
villa), levantada sobre una falla geológica, en la entrada de la población
venidera de Flix; en esta construcción, que debía ser templaria, acudían los
moriscos en procesión cada año, el segundo domingo de mayo, para rezar contra
las prolongadas sequías. La ermita del Calvario, aunque de construcción más
reciente (1807), realizada por Ramón Jordà, se levanta sobre una cima, a pocos
metros de un castrum celta; según las
informaciones recibidas por los vecinos de Ascó, este santuario se corresponde
con otro anterior, construido durante el siglo XV por unos jóvenes de esta
población que, por evitar la costumbre feudal del derecho de pernada, huyeron
de Ascó, y a su vuelta, en agradecimiento, levantaron esta ermita, en la cual
se sube el Domingo de Ramos por la tarde, y también el Viernes Santo por la
mañana, haciendo el Via Crucis. En
este santuario se cantaban las estrofas del Miserere
en forma de saeta; es por tanto, la única saeta catalana conocida.
La
ermita de la Madre
de Dios del Carmen, llamada afectuosamente por los habitantes de Ascó como la Capelleta (Capillita),
domina un suave cerro que se alza sobre la confluencia del barranco de la Fontxinxella y el
ancho curso del Ebro, a pocos metros del Mal Pas (Mal Paso) y sobre el antiguo
puerto fluvial de Ascó, que conserva el empedrado y los pilares donde se
amarraban las embarcaciones. Buena parte de estas instalaciones medievales
fueron destruidas con el trazado de la vía férrea, en el año 1882.
La
ermita de santa Paulina, en medio de los restos de un poblado íbero-celta, en
la entrada del legendario Pas de l’Ase (Paso del Asno), delante de una roca
plana que domina el curso del Ebro; según explica la tradición, en esta roca se
agarró la imagen de santa Paulina que la corriente de agua arrastraba río abajo
(se conserva la señal de las manos grabadas en la piedra). A demás de la
nombrada santa, cuatro imágenes más bajaron a través del río: san Antonio de la Puebla , san Sebastián de
Fajó y santa Concordia de Flix. En el año 2003 se inauguró la nueva ermita, en
el incomparable paraje del mas de Prades, donde acuden en peregrinaje las
gentes de Ascó y de otras poblaciones de la comarca.
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