Desde la encomienda de
Barcelona retomamos el nuevo apartado dedicado a averiguar más datos sobre la
enigmática figura de María Magdalena. En esta ocasión hemos seleccionado un
capítulo del teólogo catalán Lluís Busquets de su obra “Els evangelis secrets
de Maria i de la Magdalena. La
història amagada”, donde nos habla sobre la hipotética posibilidad de que los
cuerpos de Jesús, María y la
Magdalena hubiesen sido sepultados en una misma tumba.
Desde Temple Barcelona
os invitamos a leerlo.
¿Jesús, María y la Magdalena enterrados en
la misma tumba?
Saltó
a los periódico el 27-II-2007: James Cameron, director galardonado por su
Titanic, producía un documental del realizador canadiense de ascendencia judía
Simcha Jacobovici titulado The Lost Tomb
of Jesus (es decir, “La tumba perdida de Jesús”, título traducido por algún
medio como La última tumba de Jesús),
filme promovido por las productoras canadienses Vision-TV y Discovery Channel,
que debía estrenarse en las vigilias de Semana Santa. Según los medios, el
26-II también se presentó un libro firmado por Jacobovici y el “arqueólogo”
Charles Pellegrino, titulado The Jesus
Family Tomb (“La tumba de la familia de Jesús”), publicado en castellano en
2007, bien que al tal “arqueólogo” se le rebajó a la simple categoría de
“escritor”.
La
noticia iba aderezada por un contorno polémico. En seis de los diez osarios
encontrados en Jerusalén estarían inscritos en arameo los nombres de Jesús,
hijo de José, María, madre de Jesús, la Magdalena , José, hermano de Jesús, Judá, hijo de
Jesús (“Jehuda bar Yeshua”, leo en la
web de El País) y un tal Mateo. Para
el realizador del documental, se trataba de la familia de Jesús al completo,
incluido el hijo legendario que habría tenido con la Magdalena. Ya teníamos Código Da Vinci 2: ¿no queríamos caldo
de Dan Brown? ¡Pues dos tazas! Jesús, además, ni habría resucitado ni María ni la Magdalena se habrían
movido de Jerusalén. ¿Qué hemos hecho los miles de peregrinos que hemos
visitado la casa de María cerca de Éfeso? ¿Qué habría hecho el Vaticano
celebrando allí el cambio de milenio? El bobo.
Empecemos
diciendo que los diez osarios de unos veinte siglos de antigüedad que presenta
el documental son antiguos. Se encontraron en marzo de 1980 en el distrito de
Talpiyot, al este de Jerusalén, en una cueva o cripta. Hemos de saber que era
corriente entre los judíos del siglo I la práctica de enterrar a los muertos en
un sarcófago, arcosolio o nicho y, al cabo de un año o más, recoger los huesos
y depositarlos en una urna de piedra u osario, donde se podían grabar
inscripciones del nombre o los nombres de los allí depositados. Durante
aquellos años ochenta del hallazgo trabajaron en la cuestión arqueólogos de
primera categoría, entre ellos los israelíes Amos Kloner y Dov Ben Meir,
considerados entre los mejores expertos a la hora de excavar en la vieja
Jerusalén, y todavía más en relación con aquel hallazgo. En 1994, el
descubrimiento fue registrado en el catálogo del patrimonio arqueológico del
Estado de Israel y no se le quiso dar relieve, ya que los nombres de las
inscripciones se consideraron totalmente corrientes para su época. Pese a todo,
los expertos se abalanzaron como halcones sobre las urnas. La BBC realizó un documental en
1996, en el que Amos KIoner desengañó a todo el mundo: allí no había rastros de
la familia de Jesús el Nazareno. (No importa demasiado: Antonio Banderas
protagonizó una película de Jonas McCord, The
Body, según la novela de Richar Ben Sapir, acerca de un presunto cuerpo de
Jesús hallado en una tumba parecida.)
La
primera constatación que debe hacerse es que se produjo tal baturrillo
informativo que los nombres de las inscripciones ni siquiera coinciden de un
medio a otro. Al supuesto e inexistente hijo de Jesús se le llama Judah, Jehudá,
Judá, Judas e incluso Matia-Judas en medios diferentes; la Magdalena debería
corresponder a la inscripción Mariamana, cosa muy extraña porque no encaja ni
con los escritos canónicos (donde se la llama Mariam o María) ni con los
apócrifos coptos (donde se la denomina Mariham) ni con los gnósticos (donde
suele ser llamada Mariammé). Según el documental, se habrían practicado pruebas
de ADN a los restos de la
Magdalena y de Jesús y, como no habrían resultado
consanguíneas, se habría deducido únicamente por ello que eran esposos. El
profesor de Estadística de la
Universidad de Toronto Andrey Feueverger habría calculado una
probabilidad de “una entre seiscientas” de que los restos correspondieran a una
familia diferente a la de Jesús. Pero no nos especifica con qué sistema lo hizo
y, para más inri, el citado arqueólogo Amos Kloner explicó a France Presse que
de las novecientas tumbas de la misma época encontradas en un radio de cuatro
kilómetros del casco antiguo de Jerusalén, el nombre de Jesús había aparecido en
71 ocasiones y que se ha descubierto en otras tumbas la inscripción “Jesús,
hijo de José” (al menos en tres más, de acuerdo con K. Fuschs).
Sin
embargo, de todas las inscripciones, debemos detenernos en una de los dos
sarcófagos enviados a la Biblioteca Pública
de Nueva York con motivo del estreno de la película: en arameo diría “Ya’akov
bar Yosef ajui Yeishua” (es decir, “Jacob/Santiago, hijo de José, hermano de
Jesús”). He hecho referencia a ella a la hora de verificar la existencia
histórica de Jesús, exponiendo que el doctor Armand Puig escribe que el
profesor de la Sorbona A.
Lemaire, en el número de nov.-dic. De 2002 de Biblical Archaeology Review, admitía la posibilidad de que pudiese
tratarse del osario de Santiago, el hermano o hermanastro de Jesús (Mc 6, 3; Mt
13, 55; Ga 1, 19), jefe de la comunidad cristiana de Jerusalén, ajusticiado por
el Sumo Sacerdote Anán en el año 62 d.C. (y, de ser así, constituiría la prueba
más antigua de la existencia histórica de Jesús). Pero la inscripción, como explica
Puig, entraña dos problemas: la factura (arameo cursivo, utilizado sólo hasta
el año 70 d.C.) y la interpretación. Para Lemaire y Fitzmyer, la inscripción se
debería a una sola mano; para otros investigadores, la segunda parte (“hermano
de Jesús”) sería obra de una mano más chapucera y emplearía la letra cursiva
comercial mixta más tardía. En cuanto a la inscripción, puede interpretarse que
José es padre de Santiago y de Jesús (y entonces Santiago sería hermano de
Jesús como dicen los textos canónicos), o bien que José es padre de Santiago y
hermano de Jesús (en cuyo caso, Santiago sería un sobrino de Jesús y el osario
pertenecería a uno de los hermanos o hermanastros, José, también citado en los
textos canónicos).
Estos
datos ciertamente son muy atractivos y no es extraño que alguien hubiese
adivinado en ellos la posibilidad de un buen negocio; ahora bien, resulta que
hace años, exactamente el 18-VI-2003, la Dirección de Antigüedades del Estado de Israel
emitió un comunicado para manifestar que el osario es real, aunque la piedra de
la cual ha sido tallado no proviene ni siquiera de Israel (sino del norte de
Siria o de Chipre) y que la inscripción es una falsificación agregada
posteriormente por alguien que quería atribuir “significación religiosa” a la
pieza. Y cuando la Dirección
de Antigüedades israelí habla, sabe lo que se dice. No es de extrañar, pues,
que ante el polémico documental, un arqueólogo tan serio como Kloner
manifestara con suma claridad que una cosa es la ciencia y otra el negocio
televisivo impulsado por dinero. Cuando preguntaron a D. Tabor, especialista en
religiones que acompañaba a Cameron, Jacobovici y Pellegrino, cómo explicaban
la resurrección y la ascensión, aseguró que, suponiendo que aquella tumba fuese
la de la familia de Jesús, no sería preciso reescribir la Biblia, porque ya
nadie piensa en la resurrección-ascensión como si Jesús se hubiese camuflado a
la manera de Superman entre las
nubes. Y en eso tenía razón.
La
verdad es, como ya sabemos, que hoy por hoy se considera muy difícil que Jesús
no fuese tratado como un crucificado cualquiera y su cadáver arrojado a una
fosa común o un pozo de cal. Pero es que, si algo ha permanecido “intocable” en
los escritos primordiales ha sido la vigilancia de la Magdalena sobre el de
las mujeres que encuentran el sepulcro vacío en los sinópticos y la única que,
después de no hallar el cuerpo de Jesús, tropieza con el Crucificado/Resucitado
en el Evangelio de Juan. ¿Cómo relacionar la tradición de acudir a la tumba de
Jesús –y si se trata de una tradición tardía de procesiones de mujeres
plañideras al lugar en el que fue depositado, más a mi favor- con el hecho de
que esté allí enterrada? Y lo que es peor, ¿cómo vincular la primera y gran
tradición plástica de la
Magdalena creyente en el Resucitado (es decir, en procesión
hacia la tumba vacía, ya que no hubo representaciones de Jesús surgiendo del
sepulcro hasta el siglo X) con este mismo hecho? ¿Y cómo pensar que si la tumba
existía, no fuera venerada por sus seguidores?
A
falta de más datos, La tumba perdida de Jesús, de momento, hace aguas como el
barco de la película que dio tantos Oscars a su productor.
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