Desde
la encomienda de Barcelona queremos compartir con todos vosotros una noticia
que hemos recibido del Servicio de Información Vaticana (VIS). En ella nos
habla de la importancia que tiene para el Santo Padre el que la Iglesia tenga miembros
jóvenes porque son personas comprometidas y activas para consolidar su fe,
fundamentada en el trabajo y la ayuda comunitarias.
Desde
Temple Barcelona deseamos que su contenido os sea gratificante.
Fotografía de jóvenes comprometidos con la fe y el trabajo comunitario.
Ciudad
del Vaticano, 7 septiembre 2012 (VIS).-Un centenar de nuevos obispos de los
territorios de misión que participan en el curso de formación, promovido por la Congregación para la Evangelización de
los Pueblos, fueron recibidos esta mañana por el Santo Padre en Castelgandolfo.
En
el discurso que dirigió a los prelados el Papa observó que todas las
comunidades en las que eran pastores en África, Asia, América y Oceanía, si
bien en situaciones diferentes estaban “comprometidas en la primera
evangelización y en la tarea de consolidación de la fe. (...) En su mayoría son
de formación reciente y presentan los méritos y las debilidades ligados a su
breve historia. Demuestran una fe participada y alegre, vivaz y creativa, pero,
a menudo, todavía no radicada. En ellas el entusiasmo y el celo apostólico se
alternan con momentos de inestabilidad e incoherencia (...) Sin embargo, son
Iglesias que están madurando, gracias a la acción pastoral, pero también al don
de esa 'communio sanctorum' que permite una verdadera y propia osmosis de
gracia entre las Iglesias de antigua tradición y las de constitución reciente,
además de, en primer lugar, entre la
Iglesia celeste y la que peregrina en la tierra”.
El
Santo Padre habló también de la disminución del número de misioneros que se
compensa, en cambio, con el aumento del clero diocesano y religioso; así el
crecimiento de los sacerdotes autóctonos se traduce en “una nueva forma de
cooperación misionera” ya que “algunas Iglesias jóvenes han empezado a mandar a
sus presbíteros a las Iglesias hermanas desprovistas de clero en el mismo país
o en naciones del mismo continente; es una comunión que debe animar siempre la
acción evangelizadora”.
“Las
Iglesias jóvenes -subrayó- constituyen, por lo tanto, un signo de esperanza
para el futuro de la Iglesia
universal. En ese contexto os aliento a no escatimar esfuerzos ni valor para
una concienzuda obra pastoral (...)La Iglesia nace de la misión y crece con la misión
(...)La correcta inculturación de la fe os ayudará a encarnar el Evangelio en
las culturas de los pueblos y a asumir cuanto de bueno vive en ellas. Se trata
de un proceso largo y difícil que no debe comprometer en manera alguna la
especificidad y la integridad de la fe cristiana”.
En
este sentido el pontífice invitó a los prelados a “observar el mundo de hoy con
una mirada de fe para comprenderlo en profundidad y con un corazón generoso,
dispuesto a entrar en comunión con los hombres y mujeres de nuestro tiempo. No
faltéis a vuestra responsabilidad primera de hombres de Dios, llamados a la
oración y al servicio de su Palabra en beneficio de la grey (...) El mundo de
hoy necesita personas que hablen de Dios para poder hablar de Dios. Solo así la Palabra de salvación dará
fruto”.
“Vuestras
Iglesias -constató- conocen bien el contexto de inestabilidad social que incide
de forma preocupante sobre la vida cotidiana de la gente. Las emergencias
alimentarias, sanitarias y educativas interrogan a las comunidades eclesiales y
las involucran directamente (...) A las calamidades naturales se suman
discriminaciones religiosas y culturales, (...) fruto de fundamentalismos que
revelan visiones antropológicas erradas y que llevan a minusvalorar, cuando no
a ignorar, el derecho a la libertad religiosa, el respeto de los más débiles,
los niños, las mujeres, los minusválidos. Pesan, en fin, los contrastes que
afloran entre las etnias y las castas y que causan violencias injustificables.
Confiad en el Evangelio, en su fuerza renovadora, en su capacidad de despertar
las conciencias y de provocar, desde el interior, el rescate de las personas y
la creación de una fraternidad nueva. La difusión de la Palabra del Señor hace
florecer el don de la reconciliación y favorece la unidad de los pueblos”.
Por
último, Benedicto XVI recalcó que la fe es “un don que hay que acoger en el
corazón y en la vida, dando gracias siempre por él al Señor. Pero la fe ha sido
dada para ser compartida; un talento entregado para que fructifique; una luz
que no puede permanecer escondida”, y llamó a los prelados a “sentir la
prioridad absoluta de la tarea de la evangelización”.
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