Desde la encomienda de
Barcelona volvemos con el apartado destinado a conocer cómo la Orden del Temple tuvo un
potente influjo sobre las tierras donde estuvo asentada. En este caso creemos
que es interesante investigar por las fértiles tierras del río Ebro.
Para ello hemos
seleccionado un nuevo texto del escritor y periodista D. Jesús Ávila Granados
de su libro “Templarios en las tierras del Ebro”, donde con una lectura ligera
nos ameniza los rincones donde habitaron los templarios.
Desde Temple Barcelona
deseamos que disfrutéis de su lectura.
Fotografía
del río Ebro a su paso por la villa de Flix.
Ribera d’Ebre,
Tarragona
Al
norte de la comarca, acurrucada dentro del meandro más espectacular que forma
el río a lo largo de todo su recorrido, está la villa de Flix. El nombre deriva
de la palabra latina Flexum
(curvatura); otros eruditos defienden que se trata de una derivación del árabe
clásico al-falij (que quiere decir
“el lugar”, o “la victoria militar”). Según sus anales altomedievales, el
máximo apogeo andalusí de la plaza se consiguió en el fatídico año 1000;
entonces la población era conocida como Iflix,
que hacía referencia a un husum
(fortaleza de frontera).
El
sitio cristiano en la alcazaba de Flix se inició en el año 1149; no obstante,
la conquista definitiva no la consiguió Ramón Berenguer IV hasta el 4 de
octubre de 1154, gracias a la intervención de los genoveses. Tres años después
el conde de Barcelona libró la tercera parte de la plaza, con todos sus
derechos, a un noble llamado Bonifacio Della Volta y a su hijo; mientras que la
iglesia pasaba a formar parte del priorato de Sant Pere de Besalú. Hasta
finales del siglo XIV, la fmilia Della Volta ejerció como un señor feudal de
Flix; pero en el año 1398, en tiempos del monarca Martí I el Humano, la baronía
de Flix fue adquirida por la Ciudad Condal.
Aunque
la villa no fue posesión templaria, a pesar de estar situada entre dos enclaves
de gran fuerza del Temple (Miravet y Riba-roja d’Ebre), los caballeros sí que
dispusieron de algunas tierras de conreo y diversos molinos en su municipio. En
1241 se produjo en esta villa un hecho de gran valor histórico para los
destinos de las poblaciones de las Tierras del Ebro, con la promulgación de la Sentencia de Flix por
parte del obispado de Lérida, documento que daba derecho al pueblo sobre los
otros poderes; de esta manera, se restablecía la posición de la Orden del Temple sobre los
derechos y deberes de la nobleza y señoríos de la zona, y se limitaba la ingerencia
de estos estamentos en los territorios controlados por templarios. Una herencia
de los caballeros es el culto a santa Águeda.
En el patrimonio
monumental de Flix, localizado en el entorno de las plazas Mayor y de España,
cabe destacar la iglesia parroquial de la Mare de Déu de l’Assumpció, construida en el año
1154 sobre una mezquita islámica anterior; en su interior, los arcos torales
reposan sobre columnas cilíndricas que no llegan hasta el suelo, hecho que nos
recuerda al arte cisterciense. Y, en el ámbito arqueológico, es necesario
destacar los yacimientos celtas e íberos, próximos al curso del Ebro. Si sois
amantes de la naturaleza, no os perdáis la reserva de Sebes, donde podréis
admirar un verdadero paraíso biológico en el ecosistema fluvial.
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