Desde la encomienda de Barcelona queremos compartir con
todos vosotros una interesante noticia que hemos recibido del Servicio de
Información Vaticana (VIS) y que hemos creído conveniente compartir con todos
vosotros.
Benedicto XVI ha hecho una serie de reflexiones acerca de
cómo podemos las personas de nuestro tiempo hablar sobre Dios.
Desde Temple Barcelona estamos seguros de que su lectura
no os dejará indiferentes.
Ciudad del Vaticano, 28 noviembre
2012 (VIS).- “¿Cómo hablar de Dios en nuestro tiempo? ¿Cómo comunicar el
Evangelio para abrir caminos a su verdad salvadora?”. Estos han sido los
interrogantes a los que el Santo Padre ha querido responder con la catequesis
de la audiencia general de los miércoles, que ha tenido lugar en el Aula Pablo
VI.
“En Jesús de Nazaret- ha dicho el
Papa- encontramos el rostro de Dios que ha bajado de su Cielo, para sumergirse
en el mundo de los hombres y enseñarnos el “arte de vivir”, el camino de la
felicidad, para liberarnos del pecado y hacernos plenamente Hijos de Dios”.
“Hablar de Dios -ha proseguido-
significa, ante todo, tener claro lo que debemos transmitir a los hombres y
mujeres de nuestra época: Dios ha hablado con nosotros, (...) no un Dios
abstracto, una hipótesis, sino un Dios concreto, un Dios que existe, que ha
entrado en la historia y está presente en la historia; el Dios de Jesucristo
(...) como respuesta a la pregunta fundamental de por qué y cómo vivir. Por eso
hablar de Dios requiere un continuo crecimiento en la fe, una familiaridad con
Jesús y su Evangelio, un profundo conocimiento de Dios y una fuerte pasión por
su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del éxito (...) sin temor a
la humildad de los pequeños pasos y confiando en la levadura que entra en la
masa y hace que crezca lentamente. Al hablar de Dios, en la obra de la
evangelización, bajo la guía del Espíritu Santo, necesitamos recuperar la
simplicidad, regresar a lo esencial del anuncio: la Buena Nueva del Dios
concreto, que se interesa por nosotros, del Dios-amor que se acerca a nosotros
en Jesucristo, hasta la Cruz ,
y que en la Resurrección
nos da esperanza y nos abre una vida que no tiene fin, la vida eterna”.
El Papa ha recordado que para San
Pablo, comunicar la fe “no significa manifestar el propio yo sino decir abierta
y públicamente lo que ha visto y sentido en el encuentro con Cristo, lo que ha
experimentado en su vida ya transformada por ese encuentro. El Apóstol no se
contenta de proclamar con las palabras, sino que implica toda su existencia en
la gran obra de la fe (...) Para hablar de Dios, hay que dejarle sitio, con la
confianza de que es Él quien actúa en nuestra debilidad: dejarle espacio sin
miedo, con sencillez y alegría, con la profunda convicción de que cuanto más el
centro sea Él y no nosotros, más será fructífera nuestra comunicación (...) Y
esto es válido también para las comunidades cristianas que están llamadas a
mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando
individualismos, cierres, egoísmos, indiferencia y viviendo en las relaciones
diarias el amor de Dios. Tenemos que ponernos en marcha para ser siempre y
realmente anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos”.
En este punto, ha proseguido, debemos
preguntarnos “cómo comunicaba Jesús. Jesús (...) habla de su Padre - Abba lo
llama - y del Reino de Dios, con los ojos llenos de compasión por los
sufrimientos y las dificultades de la existencia humana. En los evangelios
vemos cómo se interesa por todas las situaciones humanas que encuentra, se
sumerge en la realidad de los hombres y mujeres de su tiempo, con una plena
confianza en la ayuda del Padre (...) En Él, anuncio y vida están entrelazados:
Jesús actúa y enseña, siempre a partir de una relación profunda con Dios Padre.
Esta forma se convierte en una indicación fundamental para los cristianos:
nuestro modo de vivir en la fe y en la caridad se transforma en un hablar de
Dios hoy, porque demuestra, con una existencia vivida en Cristo, la
credibilidad y el realismo de lo que decimos con palabras. Tenemos que prestar
atención a interpretar los signos de los tiempos en nuestra época, a individuar
el potencial, los deseos y los obstáculos de la cultura contemporánea; en
particular el deseo de autenticidad, el anhelo de trascendencia, la
sensibilidad por la salvaguardia de la creación, y comunicar sin temor la
respuesta que ofrece la fe en Dios”.
“Hablar de Dios significa, por lo
tanto, hacer entender con nuestras palabras y nuestras vidas que Dios no es un
competidor de nuestra existencia, sino, al contrario el verdadero garante, el
garante de la grandeza de la persona humana. Así que volvemos al principio:
hablar de Dios es comunicar, con la fuerza y la sencillez, con la palabra y la
vida, lo que es esencial: el Dios de Jesucristo, ese Dios que nos ha mostrado
un amor tan grande como para encarnarse, para morir y resucitar por nosotros;
ese Dios que nos invita a seguirlo y dejarnos transformar por su amor inmenso
para renovar nuestra vida y nuestras relaciones; el Dios que nos ha dado a la Iglesia , para caminar
juntos y, a través de la
Palabra y los Sacramentos, renovar toda la ciudad de los
hombres para que pueda llegar a ser la Ciudad de Dios”, ha concluido el Santo Padre.
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