Desde la encomienda de
Barcelona continuamos con la segunda parte del capítulo de ayer jueves 22 de
noviembre, escrito por el teólogo catalán Lluís Busquets de su obra “Els
evangelis secrets de Maria i de la Magdalena.
La història amagada”. La respuesta a la cuestión planteada de
quién fue María Magdalena, el autor del libro se pronuncia de manera
contundente e intenta demostrar que la Magdalena fue una
apóstol, no estuvo casada –al igual que Jesús-, tampoco fue prostituta y muy
probablemente tuviese un peso significativo en el núcleo primitivo de los
seguidores de Jesucristo.
Desde Temple Barcelona,
no podemos más que insinuaros que leáis el texto ínegro.
¿María Magdalena o
María “la Grande ”?
IIª parte
Así
las cosas, el núcleo familiar dejaba de ser una fuerza vinculante, las mujeres
dejaban de estar bajo la autoridad de los hombres. Si añadimos a todo esto que,
para Jesús, la institución familiar era sólo temporal, destinada a disolverse
en el Reino de los Cielos (“Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni
ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos”
(Mc 12, 25), todo ello resultaba aún más fascinante y seductor para las mujeres
subyugadas en aquella sociedad patriarcal. El hecho de poder imaginarse un
mundo superando los corsés familiares y toda otra clase de sujeciones, incluso
matrimoniales, resultaba nuevo y liberador.
¿La Magdalena , siguiendo a
Jesús, vivió en sus carnes esta experiencia esperanzada? No disponemos de datos
suficientes para asegurarlo. Sabemos, eso sí, que se nos presenta sin ningún
varón de referencia, cosa inaudita en las mujeres de aquel tiempo; la Magdalena no es madre de
nadie, esposa de nadie ni hija de nadie… Ahora bien, más que sus orígenes,
probablemente tenga mucho más fundamento histórico su presencia como discípula
en los últimos tiempos, su interrelación con los demás discípulos y su
experiencia de identificar al Crucificado como el Resucitado, rasgos que, por
sí solos, le otorgaban la categoría de “apóstol” y que sólo el machismo
jerárquico de aquellos días pretendió negarle, como hemos insinuado antes y
pensamos demostrar. De momento, retengamos que la Magdalena llevaba el
nombre de María y que sus orígenes, puestos a ser sinceros, son tan inciertos como
su final del todo legendario. La tradición la convierte en hija de Magdala
(Migdal), pueblo situado en la ribera occidental del mar de Galilea (lago de
Genesaret), al norte de la ciudad de Tiberíades.
¿Pudo
haber estado casada con Jesús? Es cierto que un judío, en la cultura de aquella
época, se realizaba plenamente en el matrimonio. Los valedores del matrimonio
de la Magdalena
y Jesús se basan, sobre todo, en la petición del cadáver por parte de ésta (Jn
20, 15ss); sólo la mujer tendría derecho al cuerpo de su marido muerto. Vaya
por delante esta afirmación: aunque Jesús hubiese estado casado con ella, en
nada cambiarían la tarea y los méritos de él en su fijación por cambiar el
mundo y en su misión trascendente. Para quien tiene fe, Dios puede hacer salir
hijos suyos de las piedras. No obstante, tendríamos que pensar en un matrimonio
muy libre, capaz de vivir prescindiendo de todo tipo de ataduras familiares,
fuera de cualquier parámetro de aquel entonces, lo cual habría estado muy mal
visto en su tiempo. Nuestra postura es que un matrimonio así sólo puede ser
fruto de la ficción. Todavía hay quien ofrece una enseñanza de la Mishná que dice así: “Un
hombre soltero no puede convertirse en rabino”. Si Jesús, aducen éstos, hubiese
conservado la soltería, nunca habría sido nombrado Maestro. Muchos filósofos
del mundo pagano, especialmente los estoicos, que también predicaban como los
discípulos de Jesús de forma itinerante, tenían el celibato en gran estima. ¿Se
ha de negar a Jesús la misma altura moral? Jesús, por otro lado, debe de haber
conocido en algunos profetas como Jeremías a celibatarios célebres y, sobre
todo, ha aprendido la libertad que otorga la falta de ataduras matrimoniales en
Juan Bautista y quién sabe si en los esenios de Qumrán; no es de extrañar que
con frecuencia se refiera a la renuncia de toda clase de bienes (incluidos
mujeres e hijos) que exige a sus seguidores. ¿No proclamó que había quien se
hacía eunuco por el Reino? ¿No se mantuvo Pablo célibe, según 1Co 7, 7)?
Examinaremos más adelante las fuentes menos tardías que podrían llegar a
sugerir cierta intimidad entre Jesús y la Magdalena (cosa que no se encuentra en las más
antiguas). El profesor Ehrman incluso esgrime pruebas de que Jesús y la Magdalena no estaban
casados:
¿Por
qué los autores de los evangelios nunca lo mencionan? Y lo que es peor: ¿por
qué la mayoría de ellos ni siquiera mencionan a la Magdalena durante el
ministerio público de Jesús? ¿Y por qué el único que lo hace, Lucas, la cita en
compañía de otras dos mujeres (una de ellas casada) y en un grupo de otras? Los
autores de los evangelios hacen referencia a la madre, al padre, a los hermanos
(a cuatro de ellos por su nombre) y a las hermanas de Jesús, ¿pero ni siquiera
mencionarían una vez a su mujer?
¿Era
originaria de Magdala? Aunque ninguna otra mujer de los Evangelios ve su nombre
relacionado con su pueblo de origen, es la postura tradicional. El hecho se
remonta al siglo IV, cuando Elena, madre de Constantino, viajó a la ciudad de
Magdala (actual Migol o, en árabe, el-Meydel) de Galilea y “descubrió allí” la
casa de María Magdalena. (Hoy sabemos que muchos de sus “descubrimientos” son
inventados.) La profesora Margaret Starbird ha demostrado, de acuerdo con
documentos romanos que van de 43
a .C. a 53 d.C., que la ciudad de Migdol (Magdala), que
significa ‘torre’ en hebreo, situada en la orilla de poniente del mar de
Galilea, verdadero centro pesquero, era conocida durante el siglo I como
Tariquea (Tarichaea, ‘salazón’). Tenía unos 40.000 habitantes, unas 230 barcas de
pesca, huertos, hipódromo y una próspera industria de conserva de pescado. Se
habría erigido sobre una pequeña aldea de pescadores denominada en arameo
Migdol Nunayá (“torre de los pescadores” o bien “torre del pescado”). Flavio
Josefo la cita con este nombre griego pese a que escribía en arameo. Destruida
por Tito Vespasiano en el año 67 d.C., aparte de los testimonios de Flavio
Josefo, Estrabón también menciona Tariquea por la fama de su salazón, y así la
vuelven a denominar Plinio y Suetonio. Por el contrario, el Talmud judío
(recopilación del s.IV) vincula a la actual Migdol los núcleos de el-Meydel,
Migdol-Geder, Migdol Nunayá y Migdol Sebayá. Ante tantas variaciones, todavía
parece menos probable que el apelativo de la Magdalena se acuñara
para designar una ciudad de origen. El Talmud llega a decir que era una ciudad
inmoral, destruida por la prostitución, cosa fácil de entender si se considera
a Tariquea helenizada del todo y convertida en centro vacacional. No debió de
resultar difícil, pues, hacer coincidir a la pecadora (hamartolós) –y no prostituta (porne)-
de Lucas (Lc 7, 37) con la misma mujer a la que un poco más adelante (Lc 8, 2)
se llama la Magdalena ,
de la cual “habían salido siete demonios”, hecho sobre el que volveremos más
abajo. “La relación entre la ciudad de mala reputación, la mujer de la unción a
la cual se le perdonan los pecados (Lc 7, 37-48) y Magdalena comenzó aquí”. No
obstante, Magdala no habría existido nunca en tiempos de Jesús, ya que era
conocida como Tariquea.
En
definitiva, María Magdalena, ¿era o no de Magdala? De hecho, padres de la Iglesia como Tertuliano,
Ambrosio, Jerónimo, Agustín, Bernardo y Tomás de Aquino, entre muchos otros,
identificaban a María Magdalena, no con la mujer innominada de Lucas (Lc 7,
37), sino con María, hermana de Marta y Lázaro, de Betania. Ninguna relación
con Magdala, por lo tanto. Y la identificación es antigua: proviene del s.I. En
la vieja liturgia romana de la fiesta de la Magdalena celebrada el
22-VII, se solicitaba al Señor recibir ayudas por medio de las plegarias de “la
bienaventurada María Magdalena, cuyas oraciones obtuvieron de ti la
resurrección de la vida de su hermano Lázaro…”. En el posconcilio Vaticano II,
en 1969, la Iglesia
católica, siguiendo a ortodoxos y protestantes, se retractó de esta
identificación al establecer el calendario del santoral renovado, y reconoció
que no existía ninguna evidencia escriturística de que la Magdalena fuese una
prostituta penitente ni se pudiese confundir con María de Betania. Para la
profesora Starbird, esto supuso contradecir erróneamente la tradición: María de
Betania, hermana de Lázaro, y María Magdalena, son para ella la misma persona. La Magdalena no sería un
gentilicio, sino un título honorífico, que significa María la grande, María la enaltecida,
María la magnífica. Pero eso habrá
que analizarlo en el próximo apartado.
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