Desde la encomienda de
Barcelona volvemos a recobrar el apartado dedicado a conocer los lugares más
representativos del río Ebro, donde la
Orden del Temple tuvo presencia. Para ello hemos elegidos un
nuevo texto del escritor D. Jesús Ávila Granados, de su obra “Templarios en las
Tierras del Ebro”.
Su autor nos envuelve
en una discreta atmósfera que entremezcla pasado y presente y que invita a
saborear el fantástico entorno de la villa de Riba Roja de Ebro situada en la comarca Ribera del Ebro.
Desde Temple Barcelona
os recomendamos su relajada lectura..
Panorámica
del río Ebro a su paso por la villa de Riba-roja d’Ebre.
Riba-roja d’Ebre,
Ribera d’Ebre, Tarragona
Riba-roja
d’Ebre, en el extremo NO de la comarca, es una de las poblaciones más
desconocidas de la Cataluña
templaria. El pueblo, en la ribera derecha del río, es el primer núcleo de
población que baña el Ebro en tierras catalanas. Importantes vestigios de otras
civilizaciones confirman la importancia estratégica de este lugar desde tiempos
prehistóricos; pero fueron los hispano-musulmanes, primero, y los templarios,
después, los artífices de una esplendor socio-cultural sen precedentes en la
historia de este municipio. A los primeros les deben unas tradiciones basadas
en el mejor aprovechamiento de los recursos hidráulicos, para que la
agricultura pudiese conseguir su mejor desarrollo; y a los segundos, el
establecimiento de un núcleo fuerte y respetable, que ofrecía garantía de
bienestar a todos sus habitantes, por encima de los credos religiosos.
Riba-roja
d’Ebre no fue procesión templaria hasta el año 1181, cuando la plaza fue
concedida a la Orden
de manos del monarca Alfonso II, para compensación de las elevadas deudas que
este rey había contraído con el Temple. Cuatro años después, la villa obtenía
su Carta de Población, confirmada por el obispo Ponce de Tortosa, lo que dice
mucho del peso que los templarios tenían en la capital de las Tierras del Ebro.
El pueblo creció entorno a su fortaleza, levantada sobre una roca calcárea
roja, que da nombre al lugar, sustituyendo al anterior alcázar andalusí; este
recinto templario era conocido con el nombre de Rippe Rubee.
La
sub-encomienda de Riba-roja no se creó hasta el año 1271; antes, esta villa
dependía de la vecina encomienda de Ascó. Una década después (1281), el obispo
de Tortosa, entre otras concesiones, cedidas al maestre provincial del Temple,
Pedro de Moncada, la iglesia de Riba-roja, dedicada a san Bartolomé, con sus diezmos,
primicias y otros derechos.
Pero
la singular ubicación de esta población, que ejerce como centinela del Ebro y
al mismo tiempo deviene el centro de un territorio de gran riqueza agraria, no
tardó en levantar envidias. En este sentido, pues, los templarios tuvieron que
rechazar en numerosas ocasiones a los sanguinarios ataques de las tropas de la
familia Entenza. Violentos encuentros que tuvieron como escenario los mismos
muros de la fortaleza, y también la zona conocida con el nombre de Berrús (o
Barruç, ver el origen judío, citado en documentos de finales del siglo XIII),
donde se alzaba la ermita templaria de Santa María Magdalena. A causa de la
construcción del pantano, el nombrado templo fue trasladado de piedra en
piedra, en el año 1960, hasta el emplazamiento actual.
El
pueblo ha conservado su trazado medieval, que se percibe y se respira en los
edificios y en el trazado urbanístico de la villa; también aquí las tres
culturas de la España
medieval compartieron momentos de esplendor, gracias a la presencia mediadora
del Temple. Entre los edificios destacables, cabe citar la iglesia parroquial,
dedicada a san Bartolomé; se trata de una construcción barroca (finales del
siglo XVIII), que se levanta sobre los cimientos de la anterior iglesia
templaria. En la fachada se exhibe una figura que recuerda al Bafomet
templario; a demás, sobre la llave del arco de la puerta, hay grabada una cruz
de ocho beatitudes, en el interior de un blasón. La calle que se abre enfrente
de la iglesia, en descenso, llevará al visitante a la plaza donde se alza el
castillo de Riba-roja, construcción que espera una necesaria restauración.
Detrás de la fortaleza se percibe el sinuoso curso del Ebro.
En
el otro lado del río, domina una plataforma estratégica, se alza la torre de
guía, conocida popularmente como la Garita ,
también de origen templario; se trata de un magnífico mirador, desde el cual se
obtienen las mejores imágenes del Ebro y de las tierras de conreo ribereñas.
Igualmente os animamos a ascender hasta la ermita de Berrús y a visitar la
ermita de Santa Margarita, de planta octogonal, sobre la ribera izquierda del
Ebro, y el santuario de Santa Madrona, en la fachada en la cual aparece
esculpido un escudo de piedra que evoca la barca y el resto de la leyenda que
rodea a esta santa; en sus cimientos se encuentran los restos de un castrum celta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario