Desde la encomienda de
Barcelona regresamos con unas nuevas líneas destinadas a comprender la historia
de El Temple. Para ello hemos extraído el siguiente texto del historiador
francés Alain Demurger de su libro “Vie et mort de l’ordre du Temple”. Hoy
conoceremos a un personaje que estuvo muy vinculado con los templarios tanto
por su valor como su disciplina y que gozó de una vida extraordinaria plagada
de intensas aventuras. La historia ha dejado un espacio para el hermano Roger
de Flor.
Desde Temple Barcelona
sabemos que saborearéis su intensa vida.
El
cronista catalán Ramón Muntaner, que espumó el Mediterráneo al servicio del rey
de Aragón, conoció bien a finales del siglo XIII y principios del XIV a Roger
de Flor, del que fue durante algún tiempo teniente general. Nos ha contado su
historia.
“Hombre
de origen poco elevado que, por su valentía, llegó a un rango más alto que el
que haya alcanzado ningún otro”, era hijo de un halconero del emperador
Federico II y de una mujer rica de Brindisi. El halconero murió en la batalla
de Tagliacozzo, que aseguró la victoria de Carlos de Anjou sobre Conradino, el
último de los Hohenstaufen. Huérfanos, privados de los bienes de su padre,
Roger y su hermano se crían en Brindisi, donde invernan los navíos de Apulia y
de Mesina.
‘Cuando
el mencionado niño Roger tenía alrededor de ocho años, sucedió que un hombre
bueno, hermano lego del Temple, llamado hermano Vassayl, el cual era natural de
Marsella, y comendador de un navío del Temple, y buen marinero, vino a pasar un
invierno en Brindisi para lastrar su navío y hacerlo carenar en Apulia’.
El
niño Roger, que vivía no lejos del muelle, pasaba su tiempo a bordo del barco.
El
buen hermano Vassayl se apegó al mencionado niño Roger que le quería como si
fuese su hijo. Lo pidió a su madre y le dijo que, si se lo confiaba, haría todo
cuanto estuviese en su mano para que fuese buen hombre del Temple. La madre,
viendo que era un hombre bueno, se lo confió sin cuidado, y él lo recibió […].
El niño Roger se convirtió en el niño más experto del mar […] tanto que, cuando
tenía quince años, fue considerado como uno de los buenos marinos del inmundo
en cuanto a la práctica; y cuando tuvo veinte años, fue buen marino en cuanto a
la teoría y la navegación […]. El Gran maestre del Temple, que le vio tan
ardiente y bueno, le dio el manto y le hizo hermano lego. Poco tiempo después
de ser hermano, el Temple compró a los genoveses un gran navío, el más grande
construido en aquel tiempo y que tenía por nombre El Halcón, y se lo confió al susodicho hermano Roger de Flor.
Este
barco navegó largo tiempo prudentemente y con gran valor, de manera que Roger
se encontraba en Acre en el mismo momento que la flota del Temple; entre todos
los navíos que allí había, ninguno valía tanto como el suyo.
Generoso,
Roger comparte todo lo que gana…
‘…entre
los honorables caballeros del Temple, y sabía así ganarse muchos y buenos
amigos. El esa época, se perdió Acre; él estaba entonces en el puerto de Acre,
con el navío, sobre el cual acogió a damas y damiselas, con grandes tesoros y
muchas buenas gentes; los transportó después a Mont-Pèlerin, y ganó un sinfín
en ese viaje.
Entregó
mucho dinero al Gran maestre y a todos los que tenían poder en el Temple […].
Algunos envidiosos le acusaron ante el Gran maestre, diciendo que poseía
grandes tesoros, que había amasado tras la cuestión de Acre; hasta el punto de
que el Gran maestre se apoderó de todo lo que pudo encontrar que le
perteneciese, y luego quiso prenderle. Pero él lo supo, desaparejó el barco en
el puerto de Marsella y se vino a Génova’.
Sus
amigos le prestan dinero para comprar una galera, La
Olivette , con la cual se dirige a Mesina, poniéndose al
servicio del rey Federico de Sicilia, hermano del rey de Aragón. Se entrega
entonces a la piratería, a expensas de los angevinos, que siguen siendo los
amos de Italia del Sur. La reputación de Roger aumenta sin cesar. Se hace
famoso por pagar a sus marinos y soldados por adelantado y puntualmente. Crea
así una “compañía”, compuesta de catalanes y aragoneses, fieles y disciplinados
(la experiencia del Temple no se ha perdido…), que constituye el esbozo de la
célebre Compañía catalana. Se puede considerar a Roger de Flor como uno de los
primeros condottieri de la Italia medieval.
En
1302, Carlos II de Anjou y Federico firman la paz; el primero se queda con
Nápoles y la Italia
meridional; el segundo, con Sicilia. Roger pierde su ocupación.
‘Pensó
así que no sería bueno para él permanecer en Sicilia; que dado que el señor rey
estaba en paz con la Iglesia ,
el maestre del Temple, el rey Carlos y el duque (Roberto de Anjou), que tan mal
le querían, no dejarían de reclamarle al papa’.
Roger
decide entonces, con el acuerdo de su rey, pasar a Grecia y poner su compañía
al servicio del emperador bizantino contra los turcos, a condición de que sea a
soldada.
‘Dio
la cosa por hecha, ya que gozaba de gran renombre en la casa del emperador y
porque, en el tiempo en que mandaba el navío llamado El Halcón del Temple,
había prestado muchos servicios a los barcos del emperador que encontraba en
ultramar, y porque conocía a los griegos.’
Consigue
reunir cerca de cuatro mil combatientes, entre ellos caballeros de primer
plano, como Berenguer de Enteça, que “era hermano suyo por juramento”. También
en este caso se transparenta en la
Compañía catalana la influencia de la disciplina y la
“fraternidad” del Temple. El emperador Andrónico le acoge con favor y le nombra
“megaduque” del Imperio.
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